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Los mundos del productor y músico Adanowsky: “Hago firmar contratos a los artistas en que prohíbo que me jodan”

El músico franco-mexicano, acaba de producir La primera luz, el nuevo disco de Camila Moreno. Fue toda una experiencia, grabando un mes en el estudio que montó en su propia casa. En charla con Culto se explaya sobre ese álbum, su vínculo con Chile, su trabajo con Bandalos Chinos y la famosa historia que lo liga a George Harrison.

Foto: IG de Adán Jodorowsky

Lo primero fue un intercambio epistolar. Una serie de correos, introdujeron a Camila Moreno con Adán Jodorowsky. Entonces no fue más allá de algunas palabras, pero tiempo después, ella le escribió con una propuesta. “Reapareció Camila preguntándome si quería producir su disco. Y hablamos, nos pusimos de acuerdo a distancia“, dice a Culto.

Moreno tenía un cuerpo de canciones más íntimas, que deseaba trabajar con Jodorowsky. Y este recién se había mudado a una casa en el sur de Ciudad de México. Ahí está totalmente aislado. “Estoy encerrado acá, veo mis películas de los años 50 y nunca salgo. Tengo un Starbucks al lado, no me gusta nada el Starbucks, pero es lo único que hay”.

Es una casa de techo alto, que el artista comparte con su pareja, una bailarina de ballet llamada Greta, además de su hijo, y sus gatos, Medora y Cometa. En un baño tiene una foto de los Beatles y un teclado Casio, totalmente operativo “por si estoy inspirado”.

En el segundo piso hizo montar un estudio de grabación, a la vieja usanza. Cuenta con teclados analógicos, preamplificadores de los 70 (él les llama “los preamps de Bowie”), una tape machine, un Rhodes de inusual color rojo, un piano de 1925 que hizo traer de su natal Francia, un órgano Hammond B3, y un llamativo sillón amarillo. “Ahí es donde se sientan los artistas -asegura-. Camila se sentó ahí”.

Adán Jodorowsky y la flamante tape machine que adquirió para su estudio casero. Foto: IG de Adán Jodorowsky

No es el primer productor que tiene un estudio montado en su casa, pero cuenta que evita la tentación de meterse a cualquier hora, donde lo sorprenda la inspiración. “Cuando yo agarré esta casa, yo pensé que iba a pasar como Prince, que tenía micrófonos en toda la casa y todo se graba 24 horas. Pero en realidad nunca ha pasado. Siempre dejo de trabajar a las ocho y media, nueve, y con eso ya estoy. Porque ya aprendí. Antes hacía locuras así, grababa a las cinco de la mañana y un día me di cuenta que no era muy productivo. Yo prefiero grabar desde la mañana hasta las cinco y media, seis de la tarde”.

En un mes de trabajo, Moreno y Jodorowsky trabajaron los temas de La primera luz, el celebrado nuevo disco de la artista chilena. “Llegó Camila acá, le preparé su cuarto y nos metimos en una grabación intensa de un mes. Entonces, hablábamos, ella me decía ‘quiero algo íntimo, quiero hablar de cosas personales’. Entonces, empezamos a hacer un mapa entero sobre lo que ella deseaba hacer”.

-¿Conocía la música de Camila antes de trabajar con ella?

-Había escuchado algunas canciones que me habían gustado, pero en general hay artistas que no escucho porque no me quiero dejar influenciar, solo los quiero ver a ellos como son, como humanos, y no hacer una copia de lo que ya hicieron. Eso no me interesa tanto. Pero a ella sí la escuché.

-¿Qué fue lo que más le llamó la atención de Camila Moreno?

-Más que su trabajo, es su personalidad. Yo creo que ella está en búsqueda de profundidad, eso es lo que me gustó de ella. Cuando plasma su voz, ya aparece un universo y eso es lo más importante. A veces me importa poco que canten bien o mal, sino que tengan personalidad, eso es lo más importante. Bueno, si cantan muy desafinado ahí sí me desespero. Pero no fue el caso con ella.

Camila Moreno Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Hijo del legendario artista chileno Alejandro Jodorowsky y la actriz mexicana Valérie Trumblay, Adán se ha hecho una carrera en la música. Primero, en una banda The Hellboys, luego en los 2000, bajo la identidad de Adanowsky, propuso un sonido a lo Serge Gainsbourg, que presentó como una suerte de crooner indie.

“Cuando llegué a México, escuchaba la música en la radio, eran puras copias de Kings of Leon -recuerda-. Entonces, yo decía: tengo que cambiar el sonido aquí, tengo que aportar algo, un sonido francés, algo. No existían esas baterías con sonido muerto, no había eso. Y sí, asumo que soy uno de los primeros que hizo eso aquí, en Latinoamérica".

Acaso por ese interés y por su ascendencia chilena, Adán Jodorowsky se vinculó con algunos músicos chilenos que llegaron a México. Trabajó con Mon Laferte y ha conocido a otros artistas. “Conozco a Los Bunkers, a Dënver, Los Prisioneros. De hecho, en 2009 me juntaba con Jorge González, nos tomábamos unos cafés. También con Los Tres, el contrabajista (NdR: Roberto ”Titae" Lindl) me llevó al Cinzano en Valparaíso. También conocí a Teleradio Donoso en su momento, a Rulo, el bajista de Los Tetas, Francisca Valenzuela es una amiga también".

El último disco de Adanowsky, fue The Fool (2023). Un álbum en clave neosoul, que incluye una canción titulada Alejandro. Su letra revela una dedicatoria a su padre. “Gracias, hoy, Alejandro, soñador/Sabes bien que tu amor para mí es un resplandor, un Edén”.

“Sí, es para él -confirma-. Y digo un Edén porque me llamó Adán. Es el hijo de Dios”. Es una canción compuesta junto a El David Agullar y Víctor Mecanic. “Se la mandé, no sé si la escuchó, pero no importa, yo la hice. Creo que no le prestó mucha atención. Tiene 96 años ahora, casi 100, entonces como escuchar música y ponerle play a algo es más difícil, tiene que ayudarlo Pascal, que es su esposa”.

-¿Hay alguna influencia de él en su trabajo artístico?

-Sí, obviamente. Me transmitió el cine japonés. Él nació en 1929, entonces, la cultura que yo recibí es como las películas de los 40, 50, las películas mudas, el jazz de los 50. Entonces, yo tengo esa cultura por eso, porque mi padre es de otra generación. Pero más allá de él, después un momento dado, a los 16 años, yo ya me lancé.

“Stop breaking my balls”

Y aunque anticipa para octubre una gira concentrada en México en celebración de su disco Amador (2011), considerado uno de sus mejores trabajos, en estos días Jodorowsky prefiere concentrarse en la faceta de productor. De hecho, el disco De todas las flores, que produjo a Natalia Lafourcade le hizo ganar 3 premios, entre el Grammy, el Latin Grammy el Premio Rolling Stone en español al Álbum del año.

“Estoy en una etapa donde estoy produciendo a mucha gente y, como puedes ver, gano muchos premios, pero por mi música nadie me está dando dinero. Y bueno, si nadie me lo da, yo sé mezclar, yo sé grabar, sé tocar todos los instrumentos, voy a hacer todos los discos que quiero en mi casa, en mi estudio, y así va a tener que ser. Desde que produzco y doy talleres y todo esto, el entusiasmo de salir ya no es el mismo. Ahora prefiero estar en casa. No me compararía con los Beatles, porque sería muy pretencioso, pero estoy en mi etapa que quiero solo grabar”.

Foto: IG de Adán Jodorowsky

Esa etapa de solo grabar lo ha llevado a trabajar con varios nombres, entre estos, los argentinos Bandalos Chinos. Con ellos trabajó en sus discos Bach (2018), Paranoia Pop (2020) y El Big Blue (2022). Se contactaron por videollamada y el primer encuentro ocurrió en el estudio Sonic Ranch, en Texas.

“Nos vimos en Sonic Ranch, nos dimos la mano y a grabar. Ellos no sabían muy bien qué hacer, qué estilo, las canciones estaban terminadas, pero le faltaba como un bridge, un coro, un arreglo. Entonces, como que no se lograban poner de acuerdo. Ellos andaban fumando mota ahí en el sillón, con los ojos globulosos de tanto fumar. Nadie se esperaba el éxito así que iban a tener. Hicimos el primer disco y fue una explosión. Entonces, empezaron a ganar premios, nominados a Grammys, etc. Hicimos tres discos juntos. Y ahora ya son adultos, ya tienen su sonido, ya tienen su carrera, pegaron fuertísimo”.

-En su experiencia, ¿cuál es la clave para lograr un buen trabajo como productor?

-Primero, mucha humildad, mucha escucha, porque tú sabes, el artista es muy sensible, son sus canciones. Pero lo que les digo siempre, si realmente no confías en el productor, no trabajes con él. Tienes que confiar ciegamente. Si decides trabajar conmigo, es para realmente dejarte hacer, porque si no, no sirve para nada trabajar con alguien en quien no confías. Luego, tiene que haber una conexión humana antes del trabajo. Hay que hablar: ¿Quién eres tú? ¿Estás dispuesto a trabajar de esta manera? ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuál es tu finalidad con esto? Ese tipo de conversaciones es importante tenerlas antes de decidir trabajar con alguien. Y hago firmar contratos en que prohíbo que me jodan. Tiene que haber un respeto en el estudio, no tiene que haber bullying, ni nada de esto, no tiene que haber enojos y me tienen que dejar hacer el contrato, si no, no puedo trabajar con ellos. Es un poco dictador, pero la verdad es que estuve en situaciones tan horribles que ahora prefiero firmar un contrato que dice: stop breaking my balls. Eso es lo que digo, literalmente que no me jodan y me dejen hacer mi trabajo.

-¿Es cierta esa historia de que cuando era niño, el mismo George Harrison le enseñó a tocar un blues?

-A la gente la da mucha curiosidad eso, no saben si es verdad o falso. Pero sí. Lo que pasa es que cuando tenía seis años acompañé a mi padre a su casa. En un momento estaba observando una guitarra y él me dijo: ¿Te gusta la música?. Y le dije ‘Sí, a mí me gusta Elvis, me gusta Jerry Lee Lewis y Little Richard’. Entonces, él me contó que conoció a Elvis, empezamos a hablar y le pregunté mil cosas. De repente, me preguntó ¿pero sabes tocar? Y le respondí que no, un poco el piano, el boogie-woogie, porque había tomado clases e imitaba a Jerry Lee Lews. Y entonces me dijo, ‘mira te voy a enseñar tres acordes y con eso puedes tocar rock ’n’ roll y componer una canción’. Así me enseñó Mi, La y Si. Me puso los deditos en la guitarra y me escribió los acordes en un papel, para que me acordara. Y yo como un niño de siete años decía bueno, ya me acuerdo. Y saliendo de su casa tiré el papel al basurero. Lamento ese acto hasta hoy, de no tener el papelito de George Harrison enmarcado en la casa. Ese es realmente un acto de inconsciencia y de inocencia maravillosa.

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