
Marcela Paz, 40 años después (y más allá de Papelucho)
Ester Huneeus rompió las barreras de su tiempo y posicionó la literatura infantil en otro nivel, al crear a Papelucho, un niño crítico, vivaz y curioso. Hasta hoy es el texto infantil que más se vende en Chile. Sin embargo, su legado trasciende lo literario. A 40 años de su fallecimiento, Culto repasa su vida, su obra y su trascendencia.

“Ella era una persona tímida, no sé cómo encajaba a la vez con la persona tan resuelta y audaz, pero así era. No le gustaban los aplausos; tanto así, que cuando le dieron el Premio Nacional de Literatura, se paró, fue al micrófono y dijo: ‘gracias’. Tenía un sentido del humor muy grande, era muy especial”.
Así recuerda Paula Claro Huneeus (76) a su madre, Ester. El 12 de junio de 1985, hace 40 años, fallecía la escritora Ester Huneeus, conocida públicamente por el seudónimo Marcela Paz.
En diálogo con Culto, Paula Claro rememora las facetas inexploradas de la creadora de Papelucho. Su relato lleva a Concón, donde la familia se mudó para la mejoría de José Luis Claro, su padre. “Él tenía que entretenerse estando quieto, entonces tenía una pieza para revelar fotografías de rollo. Después que murió mi papá, mi mamá dijo: bueno, está este taller, lo voy a ocupar. Se dedicó a sacarle fotos familiares a todas las personas que conocía, las llamaba, sacaba fotos y las vendía”, cuenta.
Ester Huneeus era una artista integral. “Muy avanzada, muy espiritual, pero con ideas muy personales. Era una persona muy generosa, tímida, más bien de poco consejo, muy buena para escuchar. Hacía una vida casera, pero independiente: escribía, hacía cerámica, hacía esmalte, arreglaba las patas de la silla, hacía las cortinas, cualquier cosa… Y nos enseñaba a hacerlo, nos decía ‘tú puedes’“, explica Paula Claro.

Su espíritu descubridor la llevó, por ejemplo, a ser la segunda mujer en obtener la licencia de conducir en Chile, en 1922, con solo 20 años.
“Una mujer adelantada a su época”, agrega Claudia Anelli, gerente de Ediciones Marcela Paz, entidad encargada de difundir su obra. “Ella le dio voz a los niños. Ella escribió sobre un niño de ocho años que se plantaba y criticaba a los papás y a la sociedad, desde su voz. No era alguien que hablaba sobre los niños, sino un niño en primera persona hablando. Eso fue superdisruptivo y realmente impresionante”.
A casi 80 años de su primer volumen, Papelucho sigue siendo un éxito. “Es el libro de literatura infantil que más se vende en Chile y los otros 13 Papeluchos que hay también tienen buena venta y recepción", explica Sergio Tanhnuz, Director de Publicaciones Generales de SM en Chile. “Sigue siendo el libro principal en venta en nuestra editorial y probablemente a nivel nacional, en términos de venta, en cualquier tipo de formato”, añade.

Es más, pronto se lanzará la primera versión de Papelucho en inglés, bajo la traducción de Alejandra Claro (nieta de Marcela Paz) y de María Francisca Kelly. “La idea es aumentar las herramientas de los niños chilenos, porque se está potenciando el inglés en todas las escuelas del país”, indica Claudia Anelli. Este trabajo se suma a las traducciones previas de Papelucho, que se encuentra en chino, tailandés y vietnamita.
El legado
La obra literaria de Marcela Paz continúa latente, tanto por el famoso niño como por otros títulos como La pecosa (1927), Soy colorina (1933), A pesar de mi tía (1958) y Perico trepa por Chile (1979), escrito con Alicia Morel.
Sus libros forman parte del ADN educativo de los chilenos. En el caso de Papelucho, “es lectura recomendada para tercero y cuatro básico”, indica Anelli, que “ayuda a fomentar la lectura y la escritura. No hay pocos niños que empiezan a escribir un diario de vida a raíz de que leyeron a Papelucho”.
Año a año, el Ministerio de Educación, las municipalidades sostenedoras de colegios y los mismos establecimientos educacionales compran grandes cantidades de libros de la serie, precisa Sergio Tanhnuz, desde SM.

El pasado 2 de abril, en el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, se concretó un importante hito para el legado de la autora: la Biblioteca Nacional de Chile recibió su archivo, que contiene material inédito. Esta entrega a su vez inauguró el Archivo de Literatura Infantil y Juvenil Chilena Marcela Paz. “Nos va a permitir conocer mejor su obra y trayectoria y seguir la investigación en torno a su figura”, profundiza Claudio Aguilera, escritor de literatura infantil, investigador y jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional.
Este archivo, que estará disponible durante 2026, incluye documentos, primeras ediciones de sus libros con anotaciones de la autora y cartas de Marcela Paz con figuras como Amanda Labarca, el crítico Alone o la escritora Isabel Allende. También “sus cuadernos, que tenía por toda la casa y donde siempre escribía, un pensamiento, una cosita corta, una receta…”, dice Paula Claro.
“Lo que más me sorprendió fueron aproximadamente 50 dibujos de Marcela Claro, quien empezó a ilustrar Papeluchos siendo muy niña. Es una figura clave que no ha sido valorada suficiente”, agrega Aguilera sobre el arte de la hija de la escritora.
El legado de Marcela Paz vive más allá de sus libros. En 1924, con 22 años, se encontró de frente con la injusticia. Conoció a una joven de su edad, con discapacidad visual, que vivía en situación de calle. Decidida, con un grupo de amigas, Ester Huneeus hizo un llamado a que ciegos y ciegas que necesitaran ayuda se presentaran en el Colegio de los Sagrados Corazones Padres Franceses. El lugar se llenó de 500 personas. La necesidad era evidente.

Así fundó el primer Hogar de Ciegos de Latinoamérica, que hoy funciona con el nombre de Fundación Luz. “Esther Huneeus, más conocida como Marcela Paz, era una persona muy sensible al sufrimiento ajeno y fundó los pilares de Fundación Luz hace 100 años. Somos la organización con más experiencia en personas ciegas o con baja visión en Chile y su legado sigue más vigente que nunca en nuestra labor”, dice Sofía Villavicencio, Directora Ejecutiva de Fundación Luz.
Su labor humanitaria fue constante. Ana María Larraín, en la biografía Marcela Paz, una imaginación sin límites (Universitaria, 2009) explica que Huneeus hacía clases a obreros, al igual que su esposo, y que durante la dictadura iniciada en 1973 entregaba ejemplares de sus Papelucho a poblaciones “callampa”.
Asimismo, Marcela Paz luchó por la visibilización de la literatura infantil y en 1964, por sugerencia de Carmen Bravo Villasante, presidenta española de IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil), creó la sección chilena de esta agrupación, vigente hasta hoy en el país.

“Como autora y como impulsadora de IBBY Chile, entendió, antes que muchos, el valor de la literatura para las infancias, más allá del ámbito educativo, si no como una herramienta de construcción social”, reflexiona Luz Reyes, presidenta de IBBY Chile.
“Sin Marcela Paz, hoy no estaríamos hablando de la literatura infantil chilena como un campo con voz propia, legitimidad y una historia consolidada”, agrega. Además, Reyes destaca iniciativas que se impulsan desde la organización, como el Premio Medalla Colibrí y la postulación de creadores chilenos a premios como el Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA) y el Hans Christian Andersen Award.
Además de su labor social, Ester Huneeus exploró otras displicinas artísticas, como la escultura. En París tomó clases particulares con Rivoire y nombres como Rebeca Matte, Virginio Arias y Samuel Román la alentarán a seguir en la escultura.

Los pendientes
¿Conocemos a Marcela Paz, o mejor dicho, a Ester Huneeus? Su bisnieta, la terapeuta ocupacional Antonia Echeverría y miembro del directorio de Fundación Luz, sabe que su antepasada es más conocida por su labor de escritora que por su labor social. Sin embargo, destaca una cualidad crucial de su personalidad.
“A la Güeli, como le decimos en mi familia, le gustaba pasar desapercibida y yo creo que por eso siempre usó un pseudónimo y no se sabe tanto de su trabajo por las personas ciegas y de baja visión”, añade.
Para sus esculturas usó el pseudónimo Ada Romo, y para escribir, P. Neca (en honor a la revista), Retse (su nombre al revés), Nikita Nipone y Paula de la Sierra.

“Detrás de un autor hay una persona, y esa persona a veces no se conoce. Yo creo que en el caso de mi mamá se conoce bastante siempre y cuando uno piense que sus escritos son ella. Son casi su diario de vida, Papelucho”, agrega Paula Claro.
Dos son las biografías que existen de Marcela Paz, ambas difíciles de adquirir. Una es la ya mencionada de Ana María Larraín y la segunda es Marcela Paz, un mundo incógnito, de Virginia Cruzat (Universitaria, 1992).
Sobre hacer una biografía consolidada de la autora, Claudia Anelli responde por Ediciones Marcela Paz: “Siempre es un proyecto deseado, sobre todo por los hijos, pero en el corto plazo no hay un proyecto concreto. Es algo que se podría y debería hacer, creo que siempre es bueno dar una nueva mirada, desde el hoy”.
Eso sí, una publicación que siempre está en conversaciones tiene que ver con los orígenes de Papelucho, registros que datan de 1934, inéditos hasta la fecha. Se trata de una agenda Nestlé que José Luis Claro le regaló a Ester Huneeus cuando iniciaban su relación, y donde ella escribía el cotidiano de un niño de 8 años.

La idea de publicarlo se ha conversado bastante con la familia, señala Sergio Tanhnuz, Director de Publicaciones Generales de SM en Chile. “Es un borrador, es un libro al que le falta mucho. Si ese libro se publicara, tendría un valor histórico y para los especialistas, pero no es una obra ni cerca de terminada”.
“Fue la base de Papelucho”, explica Claudia Anelli. “Esa es una decisión de la familia. Hasta el minuto, la familia no ha querido, porque ella en su día tampoco lo quiso hacer, porque para ella fue, en el fondo, el germen de Papelucho, pero nunca lo escribió con un afán literario”.
“En mi opinión, que siempre he opinado un poco distinto y que no tiene que ver con Ediciones Marcela Paz, encuentro que las cosas de mi mamá, si se hacen bien, hay que publicarlas”, sostiene Paula Claro.
Como fuere, los libros ya publicados de Marcela Paz tienen un lugar asegurado en las bibliotecas y en las casas de los chilenos. Aquel niño de mejillas rojas y pelos parados, al igual que su creadora, son, y serán, eternos.
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