Editorial

Intervención del barrio Meiggs

Si bien es una señal valiosa que la autoridad busque desalojar a los “toldos azules”, el hecho de que parte del barrio será enrejado refleja a su vez cómo la delincuencia lleva a que la ciudad pierda grados de libertad en sus espacios públicos.

Intervención del barrio Meiggs Dragomir Yankovic/Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

La Municipalidad de Santiago, en conjunto con el gobierno, llevaron a cabo ayer un operativo a gran escala para desalojar a parte de los “toldos azules” del tradicional barrio Meiggs. El alcalde hizo una clara advertencia de que a partir de ahora no se instalará ningún “toldo azul” más en el espacio recuperado, en tanto que el propio Presidente de la República comentó que dicho operativo es la muestra de que “el Estado de derecho se hace valer en todas partes”. Según lo indicado por las autoridades, en la zona desalojada se instalaron rejas, y contará con un sistema de acceso controlado a través de enrolamiento con QR, además de la presencia de guardias municipales que serán financiados por el comercio establecido.

La acción llevada a cabo supone la “recuperación” de una parte del barrio, donde progresivamente -de acuerdo con lo explicado por las autoridades- se irán incorporando otros sectores. La tarea no se advierte sencilla: en Meiggs se han detectado más de cuatro mil comercios informales, abarcando una vasta zona geográfica, tal que con el paso de los años dicho sector se ha convertido en una suerte de ciudadela, con sus propias reglas y epicentro de graves focos de conflicto, marcado por la evidente presencia del crimen organizado. Fue aquí donde en 2022 fue asesinada de un disparo la periodista Francisca Sandoval, en el marco de incidentes con motivo del Día del Trabajo.

Meiggs ha intentado ser desalojado una y otra vez -en esta misma administración, por ejemplo, se ensayó sin éxito una estrategia de copamiento policial-, pero tan pronto se retira la vigilancia el comercio informal resurge, y pareciera que cada vez lo hace con renovados bríos, pues a estas alturas incluso hay cocinerías instaladas -desde luego sin ningún control sanitario- e incluso venta de alcohol.

Era sin duda importante que la autoridad diera una señal de que no ha cejado en su intento por restablecer el orden y la tranquilidad en este barrio. De hecho, de no mediar una intervención de fondo se proyecta que solo en cuestión de algunos años se podrían alcanzar los siete mil “toldos”, tornándose en una realidad incontrolable. El nuevo alcalde de Santiago ha prometido erradicar este tipo de comercio en Meiggs, dejando en claro que será una tarea de largo aliento. Cabe esperar que esta vez el compromiso sí se cumpla, y no sea una intervención que termine una vez más diluyéndose, defraudando las expectativas ciudadanas.

Con todo, es inevitable no reparar en que lo que está sucediendo en Meiggs es a su vez un reflejo del drama de la inseguridad que afecta a buena parte del país. El solo hecho de tener que “recuperar” barrios o zonas que han caído en manos de la delincuencia o donde el Estado parece no existir ilustra un problema de fondo en nuestra sociedad, donde justamente el imperio del Estado de Derecho se pone en constante entredicho. Decidor es que así como muchos hogares han debido enrejarse para evitar ser objeto de la acción de delincuentes, ahora sea un barrio como Meiggs el que tendrá zonas enrejadas. Sin perjuicio de que pueda ser una medida necesaria, es ilustrativo de cómo la ciudad va gradualmente perdiendo libertad en sus propios espacios públicos, deteriorando la calidad de vida de sus habitantes.

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