Editorial

Intervencionismo electoral del Mandatario

El indisimulado protagonismo del Presidente Boric en la campaña electoral finalmente lo que consigue es degradar la figura presidencial. Ello se traduce en una evidente pérdida de peso político, y es lo que en parte podría explicar por qué los reclamos en contra de su actitud han sido escasos.

Boric critica propuesta de Kast en inédita mención en una cadena nacional.

Fue en la cadena nacional del pasado 30 de septiembre -en el marco de la presentación ante el Congreso de la Ley de Presupuestos- cuando el Presidente Gabriel Boric aprovechó la oportunidad para criticar duramente los planteamientos de candidaturas opositoras, en particular la de José Antonio Kast. Sin mencionar nombres, señaló que era “irresponsable” proponer un recorte de US$ 6 mil millones. Desde entonces, cada tanto el Mandatario ha continuado formulando críticas -en general aludiendo a planteamientos de Kast-, abandonando así cualquier ánimo de prescindencia en esta campaña, y desoyendo el propio instructivo que al respecto lanzó la Contraloría en el mes de junio.

Desde luego esta actitud ha llamado profundamente la atención, no solo por lo inaudito que resulta el que un mandatario haya decidido entrar de lleno en la contienda electoral -algo que difícilmente encuentra parangón en gobiernos anteriores-, sino además porque sus efectos han jugado en contra del propio oficialismo. Al confrontar directamente a Kast, lo que ha conseguido es brindarle a esta candidatura más tribuna y de paso facilitarles los objetivos electorales a todos los abanderados de oposición -considerando que buena parte de esta campaña ha girado en torno a cuestionar la gestión del gobierno-, pero a la vez pareciera como si el Mandatario ya hubiese dado por perdida la opción electoral de Jeannette Jara, la abanderada oficialista, optando entonces por tomar el protagonismo, buscando posicionarse desde ya como líder de la futura oposición.

La vocera de gobierno -quien también ha caído en claras actitudes intervencionistas- ha justificado este rol opinante del Mandatario, planteando que lo que hace es “problematizar” -entre otros puntos- sobre los efectos que podría tener un recorte masivo de gasto público, y que en contextos electorales “es correcto decir que no da lo mismo quien gobierna un país”. Es evidente que un jefe de Estado tiene derecho a plantear sus visiones al país en los más diversos ámbitos, y no cabe sorprenderse que respalde a una opción electoral de sus propias filas, pero algo muy distinto es entrar a confrontar abiertamente a las candidaturas de oposición y caer de lleno en el proselitismo, usando para ello los recursos del Estado y actuando como una suerte de candidato de facto.

Aunque el Mandatario crea que tomando el protagonismo de la campaña gana en popularidad y estatura, el efecto resulta ser totalmente el contrario, porque lo único que consigue con ello es degradar la figura presidencial, al situarse en un plano donde los intereses o pulsiones personales prevalecen por sobre los deberes que impone el ejercicio del cargo, incurriendo así en actitudes abusivas o poco presentables, algo que lamentablemente ha sido recurrente durante esta administración. Son varios los casos en que el Presidente Boric ha actuado de forma impulsiva a lo largo de su mandato, sin prestar atención a las implicancias que ello tiene para su propia figura y para el gobierno que él encabeza. Como ejemplo, basta recordar lo que fue su errática y extensa conferencia de prensa para intentar aclarar cómo se enteró de la denuncia de violación en contra del exsubsecretario Manuel Monsalve y la forma en que La Moneda enfrentó el caso, amplificando más la crisis y sembrando más dudas de las que ya había.

La degradación del cargo y la consecuente pérdida de peso político que ello ha conllevado quizás ayudan a explicar por qué a pesar de lo desatado de su intervencionismo -y ante lo que parece como una manifiesta transgresión de los instructivos de Contraloría-, aun así las voces de reclamo ante este proceder han sido relativamente escasas y en general contenidas, seguramente porque se estima que el Mandatario a estas alturas es una figura políticamente debilitada y por lo mismo sin mayor capacidad de convocatoria electoral, a lo que se suma que difícilmente las candidaturas de oposición tendrán interés en reclamar intensamente cuando el Mandatario les está haciendo el juego.

Más allá de que el intervencionismo del Presidente no mueva demasiado la aguja en esta campaña, no cabe minimizar los negativos precedentes que se están naturalizando con este tipo de prácticas, ni tampoco las implicancias de permitir que la figura presidencial se vea degradada, por lo que resulta imperativo corregir este derrotero, y el Mandatario debería ser el más consciente de ello.

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