Bienestar humano: un concepto en construcción

Hablar de bienestar humano es un desafío complejo. Este término, usado en discursos académicos, políticos y sociales, sigue siendo objeto de debate y reinterpretación. ¿Se trata solo de salud física? La respuesta es clara: el bienestar humano no puede reducirse a un único indicador ni a una visión parcial de la vida. Es un concepto que necesita ser comprendido desde la investigación teórica, aplicada y situada, capaz de responder a las realidades dinámicas de nuestra sociedad.
El bienestar humano suele confundirse con la satisfacción de necesidades básicas. Sin embargo, limitarlo a esta dimensión empobrece su alcance. El bienestar abarca la posibilidad de vivir con dignidad, de construir relaciones sociales sanas, de sentirse parte de una comunidad y de proyectar un futuro con sentido.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que “la salud no es solo la ausencia de enfermedades, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social”. A partir de aquí, surge una tarea impostergable: avanzar en investigaciones que reconozcan al bienestar como un fenómeno multidimensional y dinámico.
No se trata de imponer una visión única, sino de comprender que cada contexto, cultural, social y territorial, aporta matices distintos. Lo que significa bienestar para una comunidad urbana no necesariamente coincide con las prioridades de un grupo rural o indígena. Aquí se vuelve crucial la investigación situada, que incluye la perspectiva de las personas y no solo mide indicadores estandarizados. El avance tecnológico y los cambios sociales también interpelan esta noción.
Hoy se sabe que el acceso digital, la equidad de género, la calidad del entorno o la seguridad ambiental, inciden de forma directa en la experiencia del bienestar. Investigar estas dimensiones permite generar evidencia suficiente para avanzar en la gestión de políticas públicas efectivas. Ignorar esta complejidad es correr el riesgo de diseñar soluciones parciales y poco sostenibles. El bienestar humano no puede seguir siendo entendido como un ideal abstracto ni como un privilegio de pocos. Requiere ser estudiado con rigor, desde perspectivas interdisciplinarias y con atención a la diversidad de realidades.
Reconocer su complejidad es el primer paso para construir sociedades más justas y saludables. El bienestar no es un estado al que se llega de una vez y para siempre, sino un proceso en permanente construcción.
*Leslie Landaeta, directora del Doctorado en Bienestar Humano, Salud y Sociedad, Universidad de Las Américas
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