
Revelan desconocido plan de educación en los liceos del país
Aunque la matrícula escolar de estudiantes en establecimientos TP ha bajado, desde la gremial trabajan para promoverla y modernizarla, pues saben que ahí se juega parte del desarrollo del país. Además de gestionar siete liceos, asesoran a otros 300 para vincularlos con empresas e instituciones de educación superior.

Cada 26 de agosto, cuando se celebra el Día de la Educación Técnico Profesional, la discusión se repite: cómo promover este formato de enseñanza, clave para el desarrollo productivo del país, pero que todos los años baja su matrícula a nivel escolar.
El 2016, hace casi una década, alrededor del 40% de la matrícula de educación media correspondía a establecimientos técnico-profesionales (TP). El 2023, de acuerdo a los últimos datos del Ministerio de Educación, solo uno de cada tres jóvenes (el 33%) estudiaba en colegios o liceos técnico-profesionales.
Ese número, según un estudio de la OCDE, sería todavía más bajo: llegaría apenas al 28%, casi diez puntos menos que el promedio de la OCDE (37%) y mucho más atrás que países como México (38%), Polonia (56%) o República Checa (71%).
“Todos estamos convencidos de que Chile necesita más y mejores técnicos para poder avanzar”, dice Pablo Kusnir, gerente general de la Corporación de Capacitación y Empleo de Sofofa, división de la gremial que administra siete liceos TP. “Pero no hemos progresado mucho en cómo lograrlo”.
En la Sofofa, que agrupa a más de 4 mil empresas, saben que la urgencia por elevar el nivel y el volumen de la educación media técnica profesional es alta. Por eso, su corporación busca tanto contener esta caída en la matrícula como modernizar la formación que hoy se entrega, acercándola en lo posible a los estándares de países industrializados.
“A la ET, en Europa y Estados Unidos, se le llama ‘educación y capacitación vocacional (vocational education and training, o VET)’”, explica Kusnir. “Pero en Chile hemos extirpado la parte vocacional. ¿Por qué? Porque concebimos a la ET como de segundo nivel”.
Pero ese estigma, si se mira al mercado laboral, está en obsolescencia. Muchos sectores productivos están cada vez más ávidos de especialistas técnicos. En la minería, por ejemplo, un estudio de la Alianza CCM Eleva estimó que para el 2030 harán falta 34 mil nuevos trabajadores, la gran mayoría para desempeñarse en la operación y mantención.
Eso ayuda también a explicar la alta cotización que tienen ciertas carreras técnicas, algunas de ellas entre las mejor pagadas del país. Según los datos de MiFuturo.cl, sitio de la Subsecretaría de Educación Superior, la carrera que entrega un mayor sueldo al primer año de titulación es la Ingeniería Industrial impartida por institutos profesionales (IP). El sueldo promedio, un año después de la titulación, es de $2.671.893. Nada mal para una carrera que solo dura ocho semestres. Y de las 20 mejor remuneradas, siete son dictadas por IP o centros de formación técnica (CFT).
“Hoy una carrera técnica puede pagarte más que una universitaria y con menos años de estudio. Ahí hay un costo de oportunidad enorme”, opina Kusnir. “Es un tema clave, pero Chile todavía es un país que padece de universititis grave”.
Perfeccionamiento continuo
Daniel Salfate tiene 21 años, ya cuenta con dos títulos técnicos y está a punto de obtener el tercero.
En 2022 salió del Liceo Bicentenario Industrial Ramón Barros Luco, establecimiento de la Sofofa en La Cisterna, con su diploma de Técnico de Nivel Medio en Telecomunicaciones. Eso le permitió ponerse a trabajar de inmediato en una empresa de ciberseguridad pero también seguir sus estudios en Inacap.
“Estoy en el tercer año de Ingeniería en Conectividad y Redes”, cuenta. “Ya saqué el título técnico y el próximo año tendría el profesional”. Un camino que logró abrir con su ambición pero también por las articulaciones que le ofreció su liceo, donde desde temprano vinculan a los alumnos con empresas e instituciones de educación técnica superior.
Durante cuarto medio, por ejemplo, y gracias a un convenio que tenía el liceo, Daniel fue todos los jueves después de clases a Inacap, donde tomó un curso de fibra óptica. Así pudo familiarizarse con el ambiente del IP, conocer las exigencias y también consolidar sus intereses.
“En el liceo no solo obtuve las herramientas necesarias para insertarme rápidamente en el mundo laboral”, dice Daniel: “También adquirí la motivación y el respaldo para seguir perfeccionándome”.
“Actualmente, dos tercios de los jóvenes que egresan de nuestros liceos hacen prosecución de estudios”, señala Kusnir. “Es un número nuevo, que coincide con la entrada en vigencia de la gratuidad. Antes era al revés: dos tercios iban directo al mundo del trabajo”.
Ese nuevo interés por continuar los estudios también es una exigencia del mercado laboral, que pide títulos de educación superior para la gran mayoría de los empleos. Un desafío para los liceos técnicos, pues a su misión original, que es formar a las y los jóvenes para el mundo del trabajo, deben sumar la capacidad de incorporarlos a un IP, un CFT o una universidad.
“En la última generación egresada, tenemos un 58% de jóvenes que llegaron a la educación superior, concentrados principalmente en dos grandes institutos: Duoc UC e Inacap”, cuenta Arturo Catalán, director del Liceo Bicentenario Industrial Vicente Pérez Rosales, también de la Red Sofofa, ubicado en Quinta Normal.
Las empresas donde los estudiantes hacen la práctica, dice el directivo, por lo general los evalúan muy bien, “casi tanto como a un joven que llega de un IP y que antes fue a un colegio científico-humanista. No tienen mucho que envidiarles”. Pero para postular a un trabajo, desde el punto de vista curricular, saben que si se presenta un ingeniero versus un joven recién salido de un liceo técnico, “a cualquier empleador le dará mayor seguridad el primero”.
El modo europeo: enseñar trabajando
En algunos países de Europa, especialmente los del centro y el norte, no solo hay un mayor porcentaje de jóvenes que cursan en la educación técnica media: casi todos ellos, además, se forman en una modalidad llamada dual, en la que los estudiantes pasan casi tanto tiempo en el colegio como en lugares de trabajo reales, ya sea empresas u organizaciones públicas.
“Aprender en un lugar de trabajo es parte esencial de la ET”, aseguran en la OCDE, “pues produce beneficios tanto para los estudiantes como para los empleadores”. Lamentablemente, en Chile solo el 11% de los alumnos tienen esta modalidad, muy lejos del 45% que promedian los países OCDE.
“La modalidad dual está en Chile hace más de 30 años, pero aún sigue siendo desconocida y poco adoptada”, explica Pablo Kusnir. Para que ocurra con éxito debe existir una profunda coordinación entre liceos y empresas, un trabajo que no es sencillo pero, una vez que ocurre, entrega dividendos a todas las partes.
Por un lado, las empresas pueden capturar talento de manera temprana, perfilando a las y los jóvenes hacia sus necesidades específicas. Por otro, los estudiantes adquieren una invaluable experiencia en el mundo real. Y el liceo puede así mantenerse al día con los cambiantes requerimientos de los lugares de trabajo.
“Para nosotros, la modalidad dual es un pilar fundamental”, reconoce Catalán, director del liceo Pérez Rosales. “Los jóvenes eligen empresas de su interés donde se forman, hacen su práctica y muchos de ellos se quedan trabajando. En Nestlé, por ejemplo, hay alumnos que entran en tercero medio, hacen su práctica en cuarto y hoy tenemos dos o tres personas que ocupan un cargo importante en la empresa”.
Además de los siete liceos que tienen a cargo —cinco en la Región Metropolitana, uno en Rancagua y otro en Hualpén—, la Corporación Sofofa asesora a otros 300 establecimientos para que adopten la modalidad dual y consigan impulsar a la educación técnica a ese salto que el país necesita.
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