
Con cánticos contra Nicolás Córdova: el lado B de la humillante eliminación de la Roja del Mundial Sub 20
México superó con claridad a Chile en Valparaíso. La gente perdió la paciencia contra el DT en el duelo de los octavos de final.

La ilusión se esfumó temprano en Valparaíso. El público que llenó el estadio Elías Figueroa con la esperanza de ver a la Roja Sub 20 avanzar a cuartos de final en su Mundial se topó con un golpe de realidad: México fue más y el equipo de Nicolás Córdova se despidió sin mostrar crecimiento. La derrota por 4-1 en octavos de final no solo marcó el adiós del torneo, también dejó al desnudo un clima de desapego en las tribunas y un distanciamiento entre el técnico y la gente.
El ambiente comenzó con entusiasmo, aunque menos euforia de la que suele verse en instancias decisivas. El bombo sonaba desde la galería y las camisetas intentaban teñir el recinto de rojo, pero la tensión era evidente. El público sabía que el equipo no llegaba en su mejor versión. Clasificó en segundo lugar de su grupo y por diferencia de tarjetas amarillas, un dato que Córdova prefirió minimizar, pero que seguía flotando sobre el equipo. El duelo ante México aparecía como la oportunidad de cambiar el relato. No lo fue.
Desde el inicio, la Roja lució desconectada. El plan del técnico no surtió efecto. Chile tuvo un par de aproximaciones al inicio, pero se diluyó rápido.

El tanto fue un golpe para el equipo y también para las gradas. La efervescencia inicial dio paso al murmullo. Las caras de preocupación reemplazaron a los cantos. En el banco, Córdova caminaba de un lado a otro, gesticulaba, hablaba con sus ayudantes. Al costado de la línea, los jugadores calentaban de manera permanente, como esperando una señal desde la zona técnica que no llegaba. La gente comenzó a impacientarse. “¡Los cambios, los cambios!”, fue el grito que se repitió en la galería, como una exigencia directa al entrenador, que demoraba en mover el tablero.
La desconexión fue evidente. Tras el 2-0 mexicano, Córdova reaccionó con frustración: lanzó una botella al suelo y se dejó caer en su asiento, resignado. Sus futbolistas, desesperados, le pedían revisar una posible mano en el inició de la jugada, pero quien les respondió fue su ayudante, Sebastián Miranda, mientras el técnico permanecía en silencio. Era la imagen de un equipo sin respuestas y de un banco que ya no transmitía soluciones. Los dos goles restantes colmaron la paciencia.
En las tribunas, la escena no era distinta. El bombo siguió sonando, pero ya sin acompañamiento. Los cantos cesaron y el estadio quedó en un silencio incómodo, apenas interrumpido por los gritos aislados de frustración. El entusiasmo se había evaporado. Los hinchas entendieron que la historia ya estaba escrita. “Córdova ya se va”, cayó desde la galería. Mientras un fanático desesperado se acercó al borde de la reja para insultar al DT.
La derrota no solo marca la eliminación de Chile en el Mundial Sub 20, sino que expone con crudeza la distancia entre el proyecto que intenta liderar Córdova y el entorno que lo rodea. El equipo nunca logró consolidar una identidad clara ni convencer desde el juego. Las rotaciones constantes, las decisiones tácticas discutidas y un estilo que nunca terminó de cuajar dejaron al técnico en el centro de las críticas. La escena de las gradas pidiendo cambios mientras los jugadores calentaban sin ingresar es un retrato fiel del quiebre. Ni el descuento cambió el semblante del técnico.
La Roja, que debía aprovechar su localía como impulso, la sintió como una carga. Y la gente, que había llegado al estadio con ilusión, se retiró con la resignación de quien reconoce que la distancia entre la esperanza y la realidad fue demasiado grande. En Valparaíso, más que un partido, se jugó un diagnóstico: el fútbol chileno sigue en deuda y el futuro, al menos por ahora, no ofrece señales de que el panorama cambie.
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