
Las dos caras del éxito de los hermanos Vidaurre: “Sacrificamos cosas, pero fue necesario para tener una base sólida”
Los ciclistas terminaron la temporada de MTB entre los mejores del mundo. Aquí revelan las claves y vivencias que los tienen compitiendo en la elite del exigente circuito.

Aunque comparten calendario en el circuito mundial de ciclismo de montaña, los hermanos Vidaurre viven rutinas separadas. Este 2025, Martín terminó en la segunda posición del campeonato del mundo, mientras que Catalina finalizó en el top 20. “Cada uno está en su burbuja”, dice Martín (25 años) a El Deportivo. “Entre masajes, comidas y calentamientos, hay poco tiempo libre. A veces logro ver la carrera de Cata antes de salir, pero depende de la hora”, suma.
Catalina (23) lo vive desde el otro lado: “Yo corro primero y después alcanzo a ver a Martín, la premiación, todo eso. Es muy bonito. Aunque cada uno está en lo suyo, siempre nos estamos apoyando”.
La suya es una historia de herencia. “Al principio me decían el hijo de Cristóbal; ahora a mi viejo le dicen el papá de Martín”, dice, entre risas. Catalina asiente: “Hemos formado algo. No dimensiono lo del apellido, pero me enorgullece que se asocie a algo positivo”.
Para quienes los ven, la relación puede parecer una competencia. Ellos lo perciben de otra forma. “Martín es una gran inspiración. No busco igualarlo, quiero hacer mi propio camino, pero tenerlo cerca me motiva”, dice Catalina.
Él devuelve el elogio: “La Cata es muy organizada y tiene una determinación tremenda. Persigue lo que quiere hasta el final”. Ella, por su parte, le atribuye una virtud clave: “Martín nunca se achica. Aunque no esté en su mejor día, da pelea. Esa mentalidad es algo que admiro mucho”.
Martín empezó a competir a los 16 años; Catalina, poco después. Una década después de esas primeras pedaleadas al colegio, ambos sonríen al recordar el comienzo. “Si pudiera hablar con ese Martín de entonces... le diría que vaya a estudiar”, se ríe él.
Catalina, en cambio, no cambiaría nada. “Agradezco haber hecho la etapa escolar completa. Sacrificamos cosas, pero fue necesario para tener una base sólida. Después hay tiempo para dedicarte de lleno al alto rendimiento. Esa etapa la valoro muchísimo”.

Una temporada exitosa
“Si tuviera que resumir mi temporada en un concepto, sería constancia”, dice Martín. “Salir segundo del campeonato del mundo no se trata de rescatar un buen resultado, es sostener el nivel”, añade.
Catalina, que cerró su primer año a tiempo completo en el calendario internacional y logró entrar en el top 20, coincide: “Este es un deporte que exige estar siempre al límite. Este año me dio una confianza gigante para lo que viene”.
El punto de inflexión de Martín llegó en Val di Sole, Italia, donde consiguió su primera victoria. “En Brasil partí el año con dos podios, y ahí sentí que algo se estaba armando. Pero en Val di Sole no esperaba ganar. No me sentía en mi mejor forma, y eso me sorprendió”, agrega. Catalina también encontró su ritmo en Europa. “En Italia, tuve un par de triunfos locales que me ayudaron. Me demostró que puedo estar presente, competir con las mejores y seguir creciendo”, cuenta.
Cuando se les pregunta qué falta en Chile para que el ciclismo esté siempre en el nivel que ahora muestran, ambos coinciden en dos carencias. “Lo que más echo de menos son los accesos a los cerros”, apunta Martín. Catalina agrega: “También falta respeto en la vía. Cada vez es más peligroso entrenar. También falta apoyo y que al deportista lo potencien”.
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