Semenya vive en Doha

Nakaayi

Bajo el calor qatarí, Halimah Nakaayi ganó los 800 metros, lejos de los cronos de la sudafricana. A una nigeriana no la dejaron competir por su nivel de testosterona.



Caster Semenya está lejos de Doha. Al menos de la pista del Khalifa Stadium, donde ayer una ugandesa tomó una corona que la sudafricana, por reglamento y rebeldía, dejó vacante: la final de los 800 metros fue para Halimah Nakaayi, con récord personal de 1'58"04, delante de dos estadounidenses que eran favoritas.

La vencedora, de 24 años, es una especialista en la distancia, pero de pocas luces, con una medalla hace ocho años como juvenil en Juegos de la Commonwealth y que bajó los dos minutos recién el año pasado en los 800 metros, una prueba donde Semenya pocas veces no ganaba y aplastaba al resto.

El crono de Nakaayi está lejos de los que anotaba Caster Semenya, aunque hay que considerar también el calor de Doha. De hecho, con 1'58"04 hubiese sido sexta en Londres 2017.

Semenya prefirió renunciar a los Mundiales antes de someterse a las nuevas reglas de la IAAF sobre hiperandrogenismo, que exige a las mujeres drogarse si es preciso para tener niveles de testosterona bajo los cinco nanomoles por litro de sangre.

Pero que la sudafricana no esté no quiere decir que la norma pase al olvido. A la nigerina Aminatou Seyni no la dejaron correr los 400 metros por su alta tasa de testosterona, aunque sí ha competido en los 200 metros, pues la norma rige solo para pruebas de fondo. Hoy corre la semifinal.

Una estrella de plata

Mariya Lasitskene ganó el salto alto, con 2,04 metros. Pero la rusa (compite por el equipo Neutral, por el dopaje de estado de su país) no fue la protagonista, sino la segunda, Yaroslava Mahuchikh (misma marca, pero en más intentos).

Con apenas 18 años y en su primer Mundial, la ucraniana batió el récord Sub 20, sumando logros a un palmarés que sabe de oros en los JJ.OO. de la Juventud y el Mundial Juvenil. Ya se proyecta como la renovación de una prueba cuyo récord mundial cumplió 32 años.

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