
Mi panorama: almorzar en el Mercado Cardonal de Valparaiso
Sus viejos muros, amarillentos como los de una esponja sucia, no invitan a acercarse. Pero superadas esas barreras, se despliega de pronto un fascinante micromundo, lleno de colores y sabor.

En Valparaíso, cuando llega la hora de comer, poca gente que no sea porteña piensa en el histórico Mercado Cardonal. Sus viejos muros, amarillentos como los de una esponja sucia, no invitan a acercarse. Tampoco su entorno, entre el terminal de buses y el muelle Barón, lleno de camiones, algunas fogatas apagadas, charcos de líquidos oscuros y olores no muy gentiles.
Pero superadas esas barreras, que alejan a tímidos y desinteresados, se despliega de pronto un fascinante micromundo, lleno de colores, gritos y gatos, pero sobre todo, y bajo los desteñidos banderines de Wanderers, una inmensa variedad de sabores.

Desde los quesos de El Amigo, justo en la entrada de Av. Brasil, con los mejores precios y siempre con degustación de cortesía, hasta el guatón de las paltas en calle Uruguay, donde el kilo de hass no supera los tres mil pesos y tiene ahí mismo un salero para probarlas.
En la zona no hay mejor lugar para abastecerse, pues desde cualquier rincón se llega fácil en micro o metro, ni tampoco para almorzar: en su segundo piso, sobre unas anchas escaleras, se despliega un verdadero patio de picadas. Son casi una docena de cocinerías locales, todas con menú de colación, donde atienden rápido y se puede comer con cerveza de litro o bebidas familiares.
En el segundo piso
El Rincón de Pancho es la apuesta segura, algo más cara que el resto pero lo suficiente para seguir siendo barata. Cómodo y bien ambientado, ahí la merluza frita no falla, crocante y suave, con dos acompañamientos por solo $7.100; mientras que la paila marina, si uno anda más exigente, no decepciona y a menos de 10 lucas.

Comida todavía más rápida es la que sale de La Paloma, un local especializado en desayunos y sánguches, pero que también te recibe a la hora de almuerzo. Su paila de huevos llega en dos minutos a la mesa, con jamón o queso, siempre con un pan batido arriba (como le dicen a la marraqueta en Valparaíso), en un punto de cremosidad perfecto para untar la miga en sus yemas, todavía líquidas.
El fuerte, eso sí, son los sánguches de lengua o de pernil, dos cortes de carne intensa pero bien cocida, que pueden venir dentro de un pan amasado o batido, y que conviene pedir solos con mayo y una taza de té.
Hay sitios todavía más económicos, donde se come en mesas cojas y quien cocina es también la que atiende, pero que puede esconder la mejor cazuela o las papas fritas más ricas del Puerto. Una síntesis de Valparaíso: detrás de lo feo probablemente aparezca lo mejor.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
4.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE