Roberto Pizarro (ex PS): “A la izquierda le cuesta reconocer que Ortega es un dictador”

DANIEL ORTEGA
Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, en una imagen de 2006, año en que ganaron la primera de cuatro elecciones consecutivas.

Pizarro pasó toda la década del 80 exiliado en Nicaragua, donde trabajó para el gobierno sandinista. “El PC comete un gran error en no ser categórico en la denuncia de esta dictadura”, plantea.


Roberto Pizarro Hofer (ex PS) se encontraba exiliado en Inglaterra cuando decidió mudarse a Nicaragua: como militante disciplinado de izquierda estaba más que enterado del triunfo de la Revolución Sandinista en julio de 1979, y el verde olivo de los guerrilleros al mando de Daniel Ortega le provocaba ilusión y entusiasmo. “Fui reclutado por Naciones Unidas para un proyecto sobre comercio exterior, que es mi especialidad, y me instalé en Managua a fines de 1980 para trabajar como asesor en el Ministerio de Comercio Exterior del nuevo gobierno sandinista”, cuenta este economista y exministro de Planificación y Cooperación durante el gobierno de Frei Ruiz-Tagle. Pizarro, quien hoy reside en Ecuador -país del cual fue embajador a mediados de los 90-, experimentó de cerca los profundos cambios que vivió la Nicaragua sandinista en los 80, años complejos marcados por la Guerra Fría, la oposición armada organizada por EE.UU. (la contra) y profundos cambios sociales. “Estuve en Nicaragua hasta 1990, cuando las elecciones convocadas por Ortega permitieron el tránsito desde el gobierno sandinista al de Violeta Chamorro, lo que coincidió con el cambio de gobierno de Pinochet a Aylwin. Entonces volví a Chile”, rememora.

Pero pese a la distancia, Pizarro nunca perdió el vínculo con el país centroamericano. Estos últimos días lo han obligado a estar aún más atento, después de la decisión del régimen de Ortega de declarar como “traidores a la patria” a 94 opositores y críticos, a quienes les quitó la nacionalidad, además de dar la orden para confiscar sus bienes e inmuebles. También dictaminó la excarcelación y destierro de 222 opositores presos.

Pizarro -que renunció al PS en 2010 en apoyo a la candidatura presidencial de Jorge Arrate- divide en tres la era de Daniel Ortega: una primera etapa como gobernante guerrillero entre 1979 y 1990; un período de 10 años entre su primer triunfo electoral en 2006 y su segunda reelección en 2016, y una dictadura total entre ese año y su tercera reelección consecutiva en 2021. En total, cuando Ortega culmine su actual mandato, en 2027, habrá completado nada menos que 31 años no consecutivos al mando de Nicaragua, superando con creces a los Somoza, la dictadura que tanto combatió.

Foto: AP

Antes de desmenuzar lo que está ocurriendo con Ortega, Pizarro realiza un alcance: “El vínculo que tenemos los chilenos con Nicaragua es muy importante. Rubén Darío llegó a Chile durante el gobierno del Presidente Balmaceda, fue protegido por su hijo y vivió en La Moneda. Ahí escribió una parte de su famoso libro Azul. Rubén Darío siempre se refirió elogiosamente a su presencia en Chile. El otro antecedente es que Gabriela Mistral tenía vínculos estrechos con la lucha del general Sandino, quien la nombró abanderada del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Y ella le llamó a eso el ‘Pequeño Ejército Loco’. El tercer componente es la participación de chilenos en el derrocamiento de Somoza, sobre todo quienes se formaron en Cuba y otros que vinieron como guerrilleros, en el Frente Sur, que dirigía Edén Pastora”.

¿En el mundo de la izquierda la Revolución Sandinista generó un entusiasmo similar a lo que en su momento provocó la Revolución Cubana, y más aún con la intervención estadounidense en los 80 en Nicaragua?

Yo diría que sí. El entusiasmo era grande, no solamente en la izquierda latinoamericana, sino que también fue importante en sectores liberales y socialdemócratas europeos. Recuerdo muy bien la participación masiva de ONG y voluntarios alemanes, ingleses y franceses que llegaron a Nicaragua para trabajar en el gobierno o en organizaciones sociales. En suma, entusiasmo político de la izquierda en un período difícil de América Latina, en que había dictaduras muy dolorosas en el Cono Sur, pero también entusiasmo de socialdemócratas y liberales, que veían a la Revolución Sandinista como un ente reformador, pero al mismo tiempo libertario y democrático. Creo que así se veía en toda esa primera fase.

¿Cuánto cambia Nicaragua entre 1979 y 1990?

Muy tempranamente, en los años 82-83, Nicaragua comenzó a recibir cuestionamientos del gobierno norteamericano. Ese gobierno bloqueó el comercio exterior en el 85. Esto significó que desde mi ministerio presentáramos una demanda contra el gobierno estadounidense. También mi ministerio participó en una demanda ante La Haya por el bombardeo a los puertos. En ambos casos Estados Unidos no cumplió. Desde el 83-84 se comienza a vivir una crisis económica bastante profunda como consecuencia de los gastos en la guerra para enfrentar a la contra, gastos que eran inmensos: más del 60% del presupuesto nacional dedicado a la guerra. Esto provocó una hiperinflación, que adquirió caracteres monumentales en el 87-88.

¿El apoyo internacional al gobierno sandinista se incrementó después de que convocó a elecciones democráticas?

Sin duda.

Después de que Ortega deja el poder en 1990, transita en la oposición, y pierde las elecciones en 1996 y 2001. Pero en esa época concreta un pacto con el entonces Presidente Arnoldo Alemán (1997-2002) para repartirse el control de todas las instituciones del país. ¿Cuándo se transforma en un autócrata?

Él gana las elecciones derechamente en 2006, asume al año siguiente y tiene un período largo de 10 años (de 2007 a 2017) en que tiene un gobierno con cierta bonanza económica, aunque con el transcurso de los años crece su pasión por el poder y comienza un proceso paulatino de autoritarismo. Sumado a lo siguiente: a diferencia de lo que dice una izquierda que no quiere convencerse de la tentación dictatorial de Ortega, él lo que hace es pactar con la Iglesia -entonces legisla cárcel contra el aborto, por ejemplo- y con el empresariado, al que convoca a tomar las grandes decisiones de política económica del país. Y en tercer lugar, aunque muchos digan que Ortega es un antiimperialista -lo cual es mentira-, en todo ese período el gobierno estadounidense estaba muy feliz con él, porque facilitaba los negocios en general en Nicaragua, pero además porque permitió la instalación, bastante inédita, de la DEA en Nicaragua. Además, no hay un tránsito migratorio masivo de nicaragüenses a Estados Unidos. Todo eso le dio fuerza a Ortega. El pacto con Alemán es clave en ese sentido, porque subordinaron a todas las instituciones del Estado y así Ortega se convierte en un autócrata, en realidad en un dictador totalitario. Esto fue hacia el final de esos 10 años que mencionaba. En 2013 promovió el cambio constitucional para ser reelecto de manera indefinida. Él usa esos 10 años para proyectarse hacia el futuro de manera dictatorial, controlando todas las instituciones del Estado y perpetuando su condición dictatorial.

En 2018 se genera un estallido social en Nicaragua a raíz de las reformas al sistema del seguro social. Eso provocó centenares de muertos, detenidos y exilio, lo que se suma a las recientes medidas contra la oposición. ¿Por qué la izquierda latinoamericana, en general, ha sido pasiva en condenar lo que ocurre con Ortega?

Hay un componente que tiene que ver con la ignorancia, con la desinformación, pero hay otro componente: a esta izquierda tradicional le cuesta reconocer que un revolucionario que derrocó a una dictadura pueda convertirse en un dictador. Le cuesta reconocer que puede convertirse en lo que fue Somoza. Esa es la realidad. Pero yo creo que las cosas están cambiando. El Presidente Boric ha sido categórico en su condena, al calificar (a Ortega) de dictador , en defender a figuras tan importantes del primer proceso sandinista, como Sergio Ramírez, Dora María Téllez, Gioconda Belli, etc. Él ha sido claro. He visto que el Presidente de Colombia también ha hecho una condena por los 222 y después 94 expatriados. Yo creo que se está avanzando.

El Presidente Boric ha sido claro, pero no así un partido importante que forma parte de su coalición de gobierno, como es el caso del Partido Comunista…

El Partido Comunista tradicionalmente ha tenido como referente a muchas dictaduras, como las dictaduras de Europa del Este, Cuba, etc. Entonces, al PC le cuesta, por historia, por tradición. Pero creo que el PC comete un gran error en no ser categórico en la denuncia de esta dictadura. Esta es una dictadura y es más que una dictadura: están haciendo algo totalitario, han capturado todas las instituciones del Estado, han eliminado a la prensa, han reprimido, asesinado, detenido y deportado a nicaragüenses. Esto último, de la peor manera, eliminando incluso su condición de ciudadanos nicaragüenses. Incluso ha ido contra sandinistas históricos que participaron en la lucha contra Somoza, como (el excomandante sandinista) Hugo Torres, que murió (en febrero de 2022) en la cárcel a la cual lo envió Ortega.

Electo y reelecto en tres ocasiones consecutivas, Ortega completará más años en el poder que el propio Somoza…

Efectivamente, cumplirá más años que el viejo Anastasio Somoza (1937-1947/1950-1956) y desde luego más años que sus dos hijos: Luis (1956-1963) y Anastasio Somoza Debayle (1974-1979).

¿Hasta cuándo podría estirarse esta situación, con una región que no ha reaccionado en bloque?

Hay dos componentes clave que apuntan a que será difícil que Ortega y su mujer, Rosario Murillo, se sostengan a muy largo plazo: está creciendo el cerco internacional y, por otra parte, se está viendo que justamente las personas que debieron irse de Nicaragua, como Sergio Ramírez, están haciendo un inmenso esfuerzo por aunar sus posiciones -porque siempre en la oposición hay visiones distintas- en favor de un planteamiento único contra la dictadura de Ortega. Esos son dos componentes que pueden ayudar.

¿Queda algo del sandinismo original en Nicaragua?

Solo el pensamiento de Sandino, que era democrático.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.