Vivir y morir en la zona más peligrosa de Santiago Centro

La esquina de Martínez de Rozas con Sotomayor ya fue testigo de una muerte: en junio del 2022, encontraron a un hombre con varios balazos en el cuerpo. Una vecina del lugar dice que hay balaceras de jueves a sábado, y que la situación ya no se sostiene: temen que los balazos entren a sus habitaciones. Foto: Mario Téllez / La Tercera

Bulnes, Matucana, Rosas y Balmaceda son los límites del Cuadrante 10: un territorio dominado por cuatro bandas extranjeras, donde los vecinos tratan de dormir entre balazos y preguntándose cómo fue que su barrio terminó en esto.


El día en que Carola (66) supo que en la casa frente a la de ella habían matado a alguien se sorprendió. Sobre todo mientras veía al Servicio Médico Legal sacar una especie de ataúd cubierto por un paño blanco. Era enero de 2022. En su condominio, ubicado en el barrio Balmaceda, de Santiago centro, la noticia parecía irreal.

-En el edificio hablamos de eso durante todo el santo día. Queríamos saber qué había pasado, por qué había sido- dice.

Un poco antes de que eso sucediera, en los meses finales de 2021, Carola aún vivía en calle Yungay. El mismo barrio en que armó su vida durante 30 años, donde fue madre tras el nacimiento de su hija y el lugar en el que enviudó tras el fallecimiento de su esposo por una enfermedad. Esa fue la circunstancia que la sacó de ahí. Sin él, tuvo que buscar un lugar que pudiera pagar con su pensión de $ 422 mil.

Se mudó junto a su hija a la calle Maipú. A pesar de que el nuevo hogar no quedaba demasiado lejos de donde vivía antes, cuando llegó se dio cuenta de que este nuevo sector era distinto al Yungay que ella conocía.

-Era menos tranquilo. Uno se empieza a dar cuenta con los fuegos artificiales en las noches, cuando llega la “merca”, o cuando ves que llegan autos toda la noche a una casa para comprar droga -comenta-.

A pesar de eso, cree, el punto de quiebre fue cuando se tomaron una casa al frente.

-Fueron unos colombianos. Ahí empezaron los carretes. Fiestas muy grandes con mujeres y con parlantes que ponían arriba de las camionetas.

A las semanas apareció ese primer muerto, el de enero del 2022. Luego, empezaron más cosas extrañas. Como una persecución policial que terminó con un auto abandonado en plena calle, mientras sus ocupantes corrían a esconderse a los cités de la zona.

Carola no lo sabía, pero buena parte de esas cosas se explicaban porque ahí operaban bandas criminales.

Según un informe de la Fiscalía Centro Norte publicado por La Tercera Sábado, en el Cuadrante 10 de Santiago, que comprende las 63 cuadras entre Bulnes, Matucana, Rosas y Balmaceda, operan cuatro bandas extranjeras. Los que ella tiene más cerca son Los Espartanos, de Colombia, pero también están Los Pulpos; los Nueva Generación y los Del Callao. Las tres de origen peruano. El mismo informe muestra también un aumento explosivo en los homicidios que hipotéticamente en la comuna de Santiago se vinculan al crimen organizado: pasaron de 26 el 2021 a 55 el 2022.

De hecho, entre enero del 2021 y febrero del 2023, según datos de Transparencia de la Subsecretaría de Prevención del Delito, hubo 15 homicidios en el Cuadrante 10 de la capital: una cifra que lo convierte en el tercero más peligroso de Santiago y el con más asesinatos del centro.

Carola dice que su barrio está totalmente dominado por estas bandas. De hecho, por eso -tal como el resto de los vecinos que participaron en este reportaje-, pidió no publicar su nombre real, por miedo a represalias. Ahora, mientras camina para ir a comprar pan a dos cuadras de su edificio, lo explica.

-En esa esquina he visto mucha venta de droga. Metámonos por acá. Vamos a este otro pasaje, el Chañarcillo. Acá siempre escuchamos balazos. Está lleno de venezolanos y colombianos. Yo creo que si te pones a buscar, puedes encontrar hoyos en las paredes.

Pasaje Chañarcillo, en el límite del barrio Balmaceda y el Yungay. Ahí, dice Carola, se esuchan balazos por las noches. Foto: G.P. / La Tercera

A pesar de que son las 18.00, se ve poca gente en la calle. Dando vuelta la esquina está la casa que Carola dice que está tomada. Hay gente fumando pasta base en la vereda. No se ven patrullas cerca. Con una bolsa de pan en la mano, abre la reja de su condominio.

-Ellos siempre tienen un sapo. ¿Lo viste parado cuando entramos? Él es el que avisa con un silbido cuando llega una patrulla y no deja que pase el vehículo de Carabineros al pasaje.

Carola cuenta otra cosa.

-Mira, acá hay que “mostrar el cuerpo”. O sea, me voy dando a conocer. Hago que me vean, que circulo por el espacio, para que no me desconozcan. Cuando es gente del barrio, no les hacen nada. Pero cuando ven que son de otro lado, los cogotean.

Sirviendo un café dentro de su departamento, Carola recuerda que ese primer muerto la impactó. Su vecina, de 78 años, Tamara, llegó ese día diciendo que habían matado a uno de la casa del frente. Todos los vecinos acudieron a mirar y entender lo que había pasado.

Pero al mes siguiente, en febrero, sacaron a otro ciudadano extranjero muerto de esa casa. Y en abril, murió otro más. Ambos apuñalados.

-Fueron tres en solo algunas semanas. Pero déjame decirte que el tercero venía llegando de la pega cuando me encontré el panorama. No pregunté nada. Llegué y me metí a la casa.

Caras desconocidas

La alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, tiene un diagnóstico para lo que pasa en el barrio Yungay.

“El fenómeno de las bandas criminales obedece a factores multicausales, que van desde las restricciones de circulación que impuso la pandemia, la migración ilegal y las características que presentan algunos barrios y sectores en particular, por ejemplo, con inmuebles abandonados que son tomados por estos grupos y son transformados en centro de operaciones”, dice por escrito.

Carola, la mujer de calle Maipú, difiere un poco.

-Las casas no estaban abandonadas. Lo que pasa es que en el barrio vivía mucha gente de la tercera edad. Y cuando ellos morían, los hijos no se hacían cargo de las casas. No se preocupaban de arrendarlas, y eran muy caras para venderlas.

Un fiscal metropolitano que ha investigado causas en el barrio entrega, fuera de grabadora, una posible razón para que, de las nueve bandas extranjeras que operan en Santiago Centro, cuatro se disputen esta porción de la comuna.

-Deduciendo, puede que peleen ese sector porque hay muchos cités que se prestan para el cobro de arriendos, la cual es una de las fuentes de financiamiento de estas bandas.

Los vecinos de los barrios Yungay y Balmaceda dicen que es raro salir después de las siete de la tarde. Pasada esa hora, se ve muy poca gente en la calle. No se quieren exponer a recibir una bala. Foto: Mario Téllez / La Tercera

Isabel, una vecina de Martínez de Rozas, sí coincide en algo. La pandemia lo empeoró todo.

-En ese tiempo, con la entrada masiva de migrantes, empezamos a ver cosas que antes no veíamos: ahí se empezaron a sentir balazos.

Sólo se dieron cuenta cuando se levantaron las cuarentenas.

-Salimos y empezamos a ver caras que no conocíamos. Tipos que salían con pistola a plena luz del día.

"Justicia", piden los carteles pegados en calle Rosas, entre Herrera y Maipú. Ahí, a una joven le llegó un balazo en la cabeza en plena vía pública, en julio de 2022. Foto: G.P. / La Tercera

Matías Garretón, arquitecto e investigador de la UAI, ha estudiado el fenómeno. Gracias a ese trabajo, agrega otro factor.

-Como Carabineros estaba dedicado durante la pandemia al control sanitario, había menos control en las calles. Por eso, fue una tremenda oportunidad para que pymes delictuales se transformaran en empresas delictuales; en organizaciones criminales con más estructura, más poder de fuego y con expansión a más negocios. Ahí las bandas chicas empezaron a crecer y a juntarse, a absorber o dominar territorios de otras.

Parte de ese territorio gira en torno a la Plaza del Roto Chileno, donde Almendra, otra vecina, maneja su auto. Avanzando entre las angostas calles de Yungay, pasa por afuera de la “Ciudad de Dios”, una corrida completa de casas tomadas por el narco que se quemó a principios de año. Ahí, en enero, apareció de madrugada un cuerpo con siete balazos encima.

El auto llega a Martínez de Rozas con Sotomayor, una de las esquinas más complicadas. Allí, en junio del 2022, un hombre fue baleado. En octubre del mismo año, un ciclista fue atropellado y apuñalado una cuadra más allá, en la esquina con Cueto.

En ese mismo sector, Patricia, una residente de tercera edad, comenta que hay balaceras de jueves a sábado y que la gente se está yendo, porque tiene miedo. Ella, por ejemplo, no sale de su casa después de las siete de la tarde.

-Esa puerta que ves ahí, en la casa azul, está blindada -dice la mujer-. En esa casa verde que está al frente también cambiaron la puerta, porque vinieron a balearla. Lo triste es que las policías actúan, llegan, allanan, pero al día siguiente está todo igual.

Una vecina de la tercera edad que reside en el barrio dice que las balaceras son constantes. Esto la ha ido cansando. "Es injusto -se queja- ¿Por qué, si somos los dueños de casa, tenemos que acostumbrarnos a vivir como ellos? Ellos dicen que los derechos humanos de ellos no los pueden echar. Pero, ¿y los nuestros?". Foto: Mario Téllez / La Tercera

Pero no son solo los residentes del lugar los que sufren con todo esto. También afecta a los comerciantes que trabajan allí.

Eso le pasó a Roberto, el administrador de un conocido restaurante de la zona, por calle San Pablo. Asegura que a los comerciantes ambulantes que trabajan cerca de su local se les han acercado a extorsionarlos. Les piden cupo para trabajar ahí. A él también le han llegado amenazas.

-Como tenemos una azotea -explica el administrador-, las policías nos piden entrar al local para poder mirar desde arriba. Después, con los estacionadores de autos nos mandan mensajes. Nos dicen: ‘No se metan con los Carabineros o van a sufrir las consecuencias’.

Hilda Cáceres, presidenta de la Junta de Vecinos San Juan de Dios, dice que no le llama la atención que la Fiscalía tenga identificadas las bandas de la zona. De hecho, ella ya había escuchado el nombre de Los Pulpos de Trujillo, que operan cerca de su sede.

-Vino un cabro la otra vez de la calle Cautín. Me dijo, tía, ¿ha visto a Los Pulpos? Yo le dije que no me gustaban los mariscos. Me dijo no, tía, la banda. Los que andan cerca del parque. Tenga cuidado.

“Mataron a un huevón”

Almendra, aún manejando su auto, dice que cuenta a los muertos. Va en 10.

-Por ejemplo, el de la peluquería de Maipú con San Pablo. Le entraron al local, pam, pam, pam y listo. Esto se convirtió en una pobla.

La mujer estaciona y luego invita a pasar a su departamento.

-Lo compré en 2012 a $ 40 millones- explica desde su balcón-. Me gustaba que era un barrio tranquilo, y que tenía esta vista hermosa al parque y a la laguna. Pero en 2019 se tomaron ese terreno que ves allá abajo.

Almendra apunta a una ocupación en la esquina de Román Spech con la Costanera, donde, asegura, viven ciudadanos colombianos. Y que lo que empezó con fiestas, gritos y música fuerte se convirtió en algo peor.

-Cuando bajaron las medidas sanitarias, hubo una pelea. Mataron a uno dentro de la toma y le llegó una bala al piso 7.

Desde el balcón del edificio de Almendra se ve la laguna del Parque de la Familia y los cerros de Santiago. Pero el 2019 también se instaló una toma justo al frente de su casa. Desde ese entonces, dice, ya no duerme tranquila, por las fiestas y las peleas que suceden allí. Foto: Mario Téllez / La Tercera

No fue el único, dice.

-El 2 de enero de 2022 mataron a otro colombiano en Maipú con Balmaceda, acá a la vuelta. Como estábamos todos conectados, se sintieron los balazos. Y todos estaban en Sosafe comentando: ‘Mataron a un huevón’. Así decían. ‘Y, para variar, era extranjero’.

Todo eso la hace sentir impotencia.

-¿Crees que es bonito no poder dormir, que te roben la paz? Podría venderlo en 110 millones. ¿Pero quién te lo va a comprar así, con una toma al frente?

Almendra añade algo más.

-Uno dice: ya, que se maten. Ojalá que vengan los de allá y se atrevan a quemar a los de acá. Ese tipo de comentarios aparecen en Sosafe, por ejemplo. Y si me preguntas a mí, desde la guata, te diría que también lo pienso. Me tienen hasta acá.

Carola, algunas horas después, sentada en su living, diría que odia su departamento.

-Es una porquería. Me aburre ver a tanta gente en la calle dando vueltas, tanta bicicleta. Y estoy pagando 422 mil pesos por el arriendo. Pero para irme de acá tengo que tener entre dos y tres millones. ¿Cómo los junto? Si no hay en qué trabajar.

Carola también quiere irse por su hija.

-Me da miedo que la cogoteen cuando se va a trabajar. Cuando me dice que va a pasear al perro al parque, se me achica el corazón. Me quiero ir a un lugar con menos gente.

La alcaldesa Hassler indica que la presencia de bandas en este sector fue algo advertido una vez que asumieron el municipio. Por eso, subraya, implementaron la Mesa Jurídico Policial, instancia que integra Carabineros, la Policía de Investigaciones y la Fiscalía Metropolitana Centro Norte.

“El trabajo de esa mesa nos ha permitido establecer un plan de intervención de inmuebles tomados con comisión de delitos. Eso se tradujo en las últimas semanas en la recuperación de siete casas en distintos puntos de la comuna -una de ellas en este sector-, de un total de 85 que logramos identificar y denunciar a la Fiscalía Metropolitana Centro Norte”.

Además, anunció la instalación de tres cámaras de televigilancia, el aumento de la flota vehicular, aunque no aseguró que con el plan Calles Sin Violencia haya una mayor presencia policial en la zona.

Por su parte, el coronel Pedro Álvarez, prefecto Santiago Central de Carabineros, realzó la preocupación de su institución por el tema, e indicó algunas formas con la que se hacen presentes en la zona. Entre ellas, control del tránsito, patrullaje y fiscalización en la zona.

Pero ninguna de esas medidas ha sido suficiente para los vecinos. Carola, por lo mismo, está resignada a mantener su rutina. Atiende su negocio en el centro por el día, y luego vuelve a su casa por la tarde. El pasado 29 de julio, sin ir más lejos, mataron a la dueña de un minimarket de un balazo, en Andes con Chacabuco. El crimen fue a cuatro cuadras de su casa. Se enteró cuando llegó al barrio. Pero ese día no hubo consternación. Tampoco hubo sorpresa. Carola no se quedó afuera comentando lo que pasó, ni tampoco quiso saber mucho más:

-Ese día llegué a cocinarme y a lavar la loza.

Isabel, la mujer de Martínez de Rozas, la entiende perfectamente.

-¿Sabes lo que pasa? Nosotros ya hemos normalizado vivir así.

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