La Tercera PM

Eduardo Valenzuela y el débil cumplimiento del encierro: “La autoridad ha perdido capacidad de transmitir verdad”

"La gente no confía en los datos que está entregando la autoridad: el IPC, las cifras de desempleo, en todas. Eso perjudica mucho", dice el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UC. "Hay desconfianza política pero se puede balancear con una confianza en la ciencia y la información, hacia allá se debería apuntar", dice, como estrategia para que haya un cumplimiento más riguroso de las cuarentenas.

Cristobal Ganderats www.ganderats.com @ganderats

Que los índices de ruido están en su nivel más alto desde que se decretó la cuarentena. Que los índices de movilidad han bajado sólo en un 30% en el mismo periodo. Que la solicitud de permisos para salir de las casas han llegado a su peak en estas últimas semanas.

Mientras las cifras de contagios y muertos han llegado a niveles récord esta semana, los datos que muestran cómo la Región Metropolitana ha acatado la cuarentena revelan que la población no está respondiendo a esta realidad. ¿Qué hay detrás? ¿Por qué tantos santiaguinos no hacen caso a las medidas de la autoridad sanitaria? Columnistas e investigadores han dado de todo tipo de respuestas: anomia, falta de confianza en las instituciones post 18 de octubre, necesidad de salir a trabajar. De todo.

El decano de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, Eduardo Valenzuela, tiene sus propias explicaciones: la configuración propia del virus, las señales que ha dado la autoridad, y también la desconfianza existente por parte de los más jóvenes hacia las instituciones. El académico cree que, hasta que no se tiene un caso cercano con la enfermedad, no se toma conciencia del todo.

Hay muchas razones que podrían explicar por qué parte de la población no ha respetado la cuarentena, sin considerar a las personas que no tienen otra opción y que por trabajo y sustento diario deben salir. A su parecer, ¿cuáles son las principales razones que llevan a las personas que pueden quedarse en casa a salir de todas formas?

Sin duda, deben existir otros factores aparte de los motivos de fuerza mayor. En estos casos, la percepción de riesgo juega un rol fundamental. Esa percepción ha ido aumentando lentamente apurada recién por un aumento en la tasa de mortalidad y la improbabilidad de encontrar una cama de cuidado intensivo, pero durante los primeros meses ninguna de estas cosas se hizo patente. Las autoridades insistieron, por el contrario, en que el riesgo estaba controlado. Además, la distribución del riesgo está muy desigualmente repartido.

¿A qué se refiere?

Que se concentra casi exclusivamente en los mayores, los jóvenes y adultos sanos no tienen nada que temer, de manera que eso ha jugado en contra. No es sólo una cuestión de manejo, la misma característica de este virus -mortalidad demasiado concentrada en un grupo específico de la población- ha debilitado la percepción de riesgo. Es sabido también que la percepción de riesgo aumenta cuando los casos de contagio, enfermedad y muerte caen en el círculo más cercano de los conocidos, algo que comienza recién a suceder una vez que la pandemia alcanza una determinada proporción. Y los medios de comunicación, la publicidad, las autoridades de salud inciden mucho menos.

¿Y cuánto ha afectado al poco respeto de las medidas que las autoridades hayan insistido que el riesgo estaba controlado?

Si el mensaje que se transmite –sobre todo el que se transmitió en la primera fase- es del tipo “tenemos las cosas controladas”, “hay camas suficientes”, “el sistema no va a colapsar”, la gente no percibe riesgo. Y al principio tuvimos bajas tasas de contagio y letalidad.

Hace poco el ministro Mañalich dijo que quizás el gobierno falló en no haber transmitido más temor en la población. ¿Eso habría ayudado?

La percepción de riesgo se mueve mucho más por la experiencia propia que por mensajes institucionales o publicitarios. Es poco lo que se puede hacer con un virus que ataca muy selectivamente, que tiene una tasa de letalidad baja en su primera fase de expansión entonces es complicado. Entonces hay cosas de esta pandemia que son difíciles para aumentar la percepción de riesgo.

¿Y cómo se puede conjugar esa percepción de riesgo para que la gente respete las medidas con el miedo que puede comenzar a apoderarse de las personas? Más aún cuando se debe atender más que nunca la salud mental de las personas…

Sí, una alta percepción de riesgo introduce más angustia y tensiones. La salud mental pasa a ser un tema pero la percepción de riesgo se mueve mucho por la dinámica misma del virus. Aquí no sirven las campañas del terror, le puedes decir a una persona las cosas más brutales pero si ella no tiene la experiencia directa de que le puede pasar, no funciona. Tampoco se trata de aterrorizar a la población sino que de entregar mensajes verosímiles que puedan estar respaldados por la experiencia y por la percepción corriente que tiene la gente de las cosas.

¿Cuánto cree que afecta el incumplimiento de algunas personas a la cuarentena que tras el estallido del 18 de octubre haya aumentado la desconfianza de la ciudadanía en nuestras instituciones?

Es un factor importante, en especial en el comportamiento de los más jóvenes. Son los que perciben menos riesgos, los que usualmente respetan menos las normas y son los que tienen una crisis de desconfianza feroz con las autoridades. Por otro lado, hay bastante confianza en la ciencia, en la medicina, y siempre la ha habido pero muchas veces no se ha sabido aprovechar bien. En el sentido que las autoridades de la salud se basen y respeten a la letra las recomendaciones científicas y expertas, eso no se ha usado siempre correctamente y se han tomado decisiones incluso contrariando la opinión de los expertos. Eso se debería aprovechar porque la gente, en general, siempre ha tenido alta confianza en la medicina y la ciencia.

¿Cree que al haber un descrédito de las autoridades también hay una desconfianza en las cifras que entregan?

Sí, la gente no confía en los datos que está entregando la autoridad: el IPC, las cifras de desempleo, en todas. Eso perjudica mucho. Es una mezcla al final porque es desconfianza política pero que se puede balancear con una confianza en la ciencia y la información, hacia allá se debería apuntar. La autoridad ha perdido capacidad de transmitir verdad y en cierto sentido también hay que mirar todos los factores, por ejemplo, cómo influyen en el comportamiento las sanciones que se imponen para respetar la cuarentena.

¿En qué sentido?

Un factor importante son las normas sociales. En una encuesta reciente de la Escuela de Gobierno UC y Fundación Techo que se hizo en campamentos se constató que una proporción muy elevada considera que nadie cumple con las medidas de prevención, ni siquiera los vecinos. Cuando cunde esta percepción de que nadie cumple, se resiente mucho la disposición de uno mismo a cumplir, aunque de buenas a primeras uno tuviera la intención de hacerlo. ¿Por qué habría de cumplir yo lo que nadie cumple? Los medios de masas han exacerbado esta percepción de que nadie cumple a través de su típica tendencia a señalar siempre el lado negativo -sobre todo espectacularmente negativo- de las cosas.

¿Y a qué cree que se debe eso?

También en la teoría de las normas sociales es importante la percepción que se tiene de la probabilidad de sanción. En ciudades más pequeñas, la capacidad de controlar el cumplimiento de una cuarentena es más fácil y se ha contado con la ayuda de la comunidad que sanciona el incumplimiento. En ciudades grandes es más difícil. Por desgracia en nuestro país se ha instalado desde hace ya muchos años la percepción de que la capacidad de control de la policía es baja y que las sanciones son siempre leves o inexistentes. No te va a pasar nada. ¿Qué te puede pasar si rompes una cuarentena? ¿Cuándo a alguien lo han castigado con una multa de cincuenta millones? ¿Conoces a alguien que lo hayan detenido y multado de esta manera? En las grandes ciudades además el sentido de comunidad se limita al pasaje, al condominio, a la calle donde uno vive con suerte, pero la comunidad se desvanece más allá y pierde su capacidad de sancionar la conducta desviada. El individuo nunca sanciona por sí solo, sólo el individuo como parte de una comunidad tiene la fuerza para reprochar a alguien su conducta indebida. Los sociólogos llamamos anomia a esta falta de normas efectiva, están escritas, se disponen, pero no se cumplen y existe poca capacidad de hacerlas cumplir.

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