Joan Schenkar, biógrafa: “Patricia Highsmith no podía vivir sin el crimen; el crimen la estimulaba”

Patricia Highsmith hacia fines de los años 40.

Autora de una obra perturbadora e inquietante, la escritora americana dio forma a uno de los criminales con más estilo de la narrativa contemporánea, Tom Ripley. "Ciertamente, era su alter ego", dice su biógrafa, quien se refiere a la edición de los diarios inéditos de la escritora nacida hace 100 años, quien vivió enamorada de las mujeres de clase alta y ofreció un retrato sombrío del sueño americano.


La vio desde el mostrador. Eran los días previos a la Navidad de 1948. Patricia Highsmith había terminado su primera novela, Extraños en un tren, pero esta aún no se publicaba. Trabajó entonces en la tienda Bloomingdale’s de Manhattan como vendedora, en la sección muñecas. Una mañana vio aparecer a una elegante mujer rubia, cubierta por un abrigo de visón. De algún modo, sintió que la mujer irradiaba luz. La clienta encontró lo que buscaba, pagó, y Patricia Highsmith anotó sus datos para enviar el paquete a casa. Fue una transacción rutinaria, pero la escritora se sintió emocionada, “como si hubiera tenido una visión”.

Aquella noche, en su departamento, imaginó una historia de amor entre la mujer del abrigo de visón y una joven vendedora de tienda. Con el título El precio de la sal, rebautizada luego como Carol, la novela se publicó en 1951 y bajo el nombre de Claire Morgan. Fue un éxito de lectores y señaló un hito: tenía una final feliz para las dos amantes, en una época donde la homosexualidad era socialmente castigada.

Recién en 1989, cuando vivía en Suiza, Patricia Highsmith asumió la autoría de la novela. Aunque tuvo muchas amantes, la homosexualidad la llevó a ocultarse públicamente, y ella desarrolló un culto por las máscaras y la mentira. Desde niña, además, el crimen rondaba en su imaginación: “El asesinato es una forma de hacer el amor, una forma de poseer”, anotó en sus diarios.

Eventualmente, Patricia Highsmith encontró la forma de encarnar sus emociones y frustraciones en Tom Ripley, el estafador y criminal con más estilo de la literatura contemporánea. Protagonista de una serie de cinco novelas que comenzó con El talento de mister Ripley (1956), definitivamente era su personaje más querido. “Y ciertamente era su alter ego”, dice la biógrafa Joan Schenkar, autora de The talented miss Highsmith, publicada en español como Patricia Highsmith.

Autora de una obra inquietante y perturbadora, que indaga en las zonas más oscuras del alma humana, la escritora nacida en Texas el 19 de enero de 1921 y fallecida en Locarno en 1995, retorna a la luz pública con motivo de su centenario. Editorial Anagrama acaba de reunir las cinco novelas protagonizadas por Tom Ripley en dos volúmenes; en Estados Unidos se publica un nuevo libro biográfico (Devils, Lusts and Strange Desires) y en los próximos meses llegará una nueva adaptación de su obra al cine.

En 1951 Alfred Hitchcock adaptó Extraños en un tren; Anthony Minghella en 1999 reunió a un elenco estelar, liderado por Matt Damon, en la glamorosa El talentoso mister Ripley, y en 2015 Todd Haynes entregó una estilizada versión de Carol con Cate Blanchett y Rooney Mara. Ahora Ben Affleck y Ana de Armas protagonizan Mar de fondo, con estreno agendado para mediados de año.

Cate Blanchett y Rooney Mara en Carol de Todd Haynes.

Sin duda, la novedad estelar es la edición de sus diarios inéditos. Hallados en 1995, son más de 8.000 páginas de anotaciones y confesiones personales. En ellos, la escritora registró su biografía secreta, sus deseos y resentimientos, así como las pulsiones que animaban su obra. De pronta publicación en inglés, llegarían a español en 2022 a través de Anagrama.

En una de sus entradas, el Año Nuevo de 1947, anotó: “Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que no me den descanso”.

La cita la recogió la biógrafa Joan Schenkar, la primera persona en revisar los cuadernos inéditos de la escritora. Si su obra publicada ya ofrece una aproximación a las tensiones y contradicciones de Patricia Highsmith, a su personalidad brillante y terrible, los diarios permitirán asomarse a su dimensión más íntima, a su franqueza a menudo escalofriante y a su perfil menos admirable también.

“No era simpática. No era educada. Y nadie que la conociera bien habría dicho que era una mujer generosa”, escribió Joan Schenkar. De intrincada personalidad, su tendencia a la depresión la condujo al alcoholismo, del mismo modo que sus actitudes antisociales derivaron en la soledad. Lesbiana y con debilidad por las mujeres casadas de clase alta, tenía rasgos misóginos y no toleraba a los judíos ni a los afroamericanos.

Joan Schenkar escribe ahora la introducción a la edición de sus diarios, que también la revelan como una de las autoras más complejas y fascinantes de la narrativa contemporánea. Una escritora que en Estados Unidos era leída como novelista de suspenso y en Europa, donde se refugió desde 1963, como una exploradora de los reveses de la conciencia.

Desde París, Joan Schenkar habla sobre la escritora a la que dedicó siete años de investigación.

¿Cómo describiría la imaginación literaria de Patricia Highsmith?

La imaginación de Patricia Highsmith es una de las herramientas más inusuales de la literatura del siglo XX, y sus colisiones con la cultura popular estadounidense (la han “confundido” con una escritora de “suspenso” desde que publicó Extraños en un tren en 1950) no tienen precedentes.

Ella produjo los sondeos ficticios más extremos del lado oscuro del “sueño americano”: las dificultades de género; las violaciones psicológicas de lo que ella llamó sus “héroes criminales”, así como su propia tendencia natural a confundir amor y asesinato. Y también creó algo igualmente inusual: la primera novela del siglo XX que dio a dos mujeres enamoradas, atractivas y decididas, la posibilidad de un futuro juntas.

Puede agregar a eso, el doble set de diarios de Highsmith pronto a publicarse: los autoexámenes más extensos y sinceros que ningún escritor haya hecho en el siglo XX. Como única biógrafa autorizada de Highsmith, tuve acceso completo a todos sus diarios y cuadernos, que son tan únicos y extremos como ella misma: un autorretrato artístico extraordinario, tanto de su vida como de su obra. Me permitieron recrearla como la complicadísima artista y amante que realmente fue.

Matt Damon y Jude Law en El talentoso mister Ripley de Anthony Minghella.

¿De dónde viene su atracción por el crimen? ¿Nace de su infancia infeliz?

Una infancia infeliz es lo más útil que puede pedir un escritor: es material de escritura para toda la vida.

Pat Highsmith dijo que no podía imaginarse “la vida sin un crimen”. El crimen la estimulaba y veía su propio nacimiento como una “transgresión”: nació 9 días después de que acabara el matrimonio de sus padres, así que, como le gustaba decir, ella era “legal” pero aún así “ilegítima”. Y creció en una época en la que su amor por las mujeres -la gran y turbulenta inspiración de su trabajo- estaba socialmente, si no legalmente “criminalizado. "

Ella dijo que Tom Ripley no era su alter ego, ¿pero se reflejaba de alguna manera en el personaje?

Dijo muchas cosas de Tom Ripley (algunas de ellas contradictorias, porque su mente estaba llena de contradicciones), pero él era el héroe criminal favorito, y ciertamente era su personaje más querido. Ella le dio a Tom Ripley, y de esto no hay duda, muchos de los problemas, ligeramente disfrazados, que tuvo en la vida, permitiéndole resolverlos.

Y, sí, ciertamente era su alter ego, exactamente en el mismo sentido que los superhéroes tienen alter egos en los cómics de la década de 1940 (para los cuales Pat Highsmith fue la primera guionista en una carrera completamente secreta que exploré completamente en The talented miss Highsmith).

¿Ella era consciente de los impulsos que movían su trabajo?

Ningún escritor del siglo XX nos ha provisto de exámenes más largos, más detallados y sinceros de todos los yoes que habitaba, todos los impulsos que movilizaban su vida, así como descripciones del acto de escribir, que Mary Patricia Highsmith en sus diarios y cuadernos.

Ella era una mujer con aversiones: tenía rasgos misóginos, racistas, antijudíos... Si estuviera viva, hoy enfrentaría un entorno cultural contrario a esas posturas. ¿Cómo entiendes este aspecto de su personalidad?

Era, efectivamente, una mujer con aversiones: la comida la amenazaba, no le gustaba que la tocaran, le tenía mucho miedo a la pobreza y fue, a medida que envejecía, un ser cada vez más antisocial que se permitió volverse mucho más obsesiva y extrema de lo que fue cuando joven. Pero sus prejuicios eran diferentes de sus aversiones y, finalmente, también se extremaron.

Aun así, es importante recordar que Highsmith tenía una psicología vacilante: generalmente odiaba lo que amaba y viceversa. Vilipendiaba y enfurecía a los judíos, pero la mitad de sus amantes preferidas y muchos de sus mentores eran judíos. Tenía gratos recuerdos de haber crecido junto a niños negros en Texas, pero se sintió amenazada por su presencia y por los movimientos sociales cuando era adulta. Despreciaba a las mujeres por ser débiles e incapaces de actuar, pero las adoraba, decía que no podía vivir sin ellas y tuvo muchas relaciones sexuales y emocionales con mujeres brillantes y talentosas.

En muchos sentidos, Pat Highsmith es un “museo” de los placeres, talentos, prejuicios e inspiraciones estadounidenses de mediados del siglo XX.

Así que parecía correcto y apropiado que una judía observante como yo, experta en crear “personajes” como dramaturga y acostumbrada a examinar vigorosamente el “carácter” como historiador, se convirtiera en su biógrafa autorizada.

¿Qué aportan los diarios de Patricia Highsmith a su obra y legado?

Los diarios privados de Highsmith tienen más 8.000 páginas: los 38 cuadernos y los 18 diarios en los que ella acechaba sus propias intenciones artísticas; enumeró, pesó y midió su prolífica e inusual vida amorosa, y ofreció el autoexamen más completo de cualquier escritor que se me ocurra. Los diarios son una contribución invaluable a su legado, porque nos muestran cómo y por qué trabajó.

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