Esto del cambio climático es bastante complejo en relación a si es conveniente contemplar o no menos aislación térmica en las envolventes de las edificaciones. De hecho, todas las normas actuales, pautas de eficiencia energética, certificaciones, entre otras medidas, se basan  en instalar más aislaciones, ya sea en muros, techos, pisos o ventanas. Pero si la temperatura aumenta, como está ocurriendo, lo anterior resultaría inútil y hasta contraproducente, pues ahora hay que enfriar los recintos, ventilar, sombrear, evitar el efecto invernadero, en fin, todo lo necesario para liberar calor.

Por otra parte, en los sistemas de modelaciones computacionales térmicas, las bases de datos climáticos provienen de promedios de los últimos 10 o más años (hacia atrás: el pasado), no consideran el aumento de la temperatura que se proyecta hacia el futuro, aún no hay una base de datos climatológicos para ‘adelante’, solo elucubraciones generalizadas basadas en predicciones y trayectorias posibles.

Por el momento pareciera que lo más razonable sería tomar las dos situaciones: asumir un planeta estable con datos ya registrados y otro con temperaturas ascendentes desconocidas. Esto en arquitectura se traduce en contemplar aislación térmica igualmente en toda la envolvente y, por otra parte, considerar la problemática nueva: asumir que la obra se pueda ventilar naturalmente, reducir el tamaño de las ventanas, sombrear en general por todas partes y considerar masa térmica para aminorar oscilaciones térmicas del día respecto de las noches. No olvidar que el aumento de temperatura previsto considera que durante el día subirían más que durante las noches, por ello, grandes oscilaciones térmicas diarias deben ser enfrentadas en las edificaciones (algo como lo que pasa en las zonas desérticas).

Un edificio del tipo ‘inteligente’ (aquellos 100% vidriados) no es para nada recomendable, aunque cuente con una certificación del tipo ‘sustentable’. d