Casa bonita
No hay indicios de que la parcela del paisajista Cristóbal Elgueta hace unos años fuera un terreno baldío. De lo que sí hay certeza es de que su pasión por la naturaleza y las cosas bellas y simples se observa en cada metro cuadrado.


unque todavía quedan un par de semanas para que termine este gélido invierno, una brisa suave y templada nos sorprende y, a la vez, nos otorga esa promesa de vida, ese anticipo de un nuevo ciclo, de ese renacimiento que significa la primavera. La parcela de Cristóbal Elgueta es así, una invitación a emocionarse, a sentirse como en casa y a disfrutar cada uno de sus nobles rincones.
En esta época se dibuja la silueta de una construcción de líneas contemporáneas levantada por entero en madera y pintada del color de los farellones costeros. Según nos cuenta Cristóbal, “la arquitectura debía pasar desapercibida a tal punto de confundirse con la belleza del entorno natural”. Es de esa manera que se vislumbra en los meses de calor, cuando las enredaderas visten gran parte del volumen. Ahora sólo se observan los restos, en apariencia secos, que lo cubrirán, pero que en cualquier época del año enmarcan las vistas de mágicos y bucólicos patios. “Quería una casa que se metiera en el jardín”, resalta.
Fue hace ocho años, en septiembre, cuando llegó a vivir a la casa. Sólo contaba con un colchón. La casa no tenía puertas, se duchaba con agua helada y no había jardín. Ya sea porque lo lleve en su sangre –perteneciente a un clan de amantes de la naturaleza–, porque desde niño siempre soñó con vivir en una parcela llena de animales, o por su personalidad, que de inmediato comenzó a trabajar en su jardín o, como él lo llama, “a experimentar en su laboratorio”.
Había un montón de plantas que tenía que probar, además de ver cómo reaccionaban éstas con aguas alcalinas y de qué pasaba cuando los suelos eran tan pesados y arcillosos. Incluso realizó experimentos en que dejaba secar todo el jardín en verano para ver qué plantas soportaban sequías prolongadas.
Hoy está trabajando en su proyecto de piscina ecológica, la recreación de ecosistemas y en la recolección de anfibios chilenos (muchos en vías de extinción) para reproducirlos y colocarlos en estanques. “No es sólo una casa. Es mi hogar, mi oficina, mi laboratorio, mi jardín. Es todo”, sentencia el paisajista y dueño Cristóbal Elgueta.
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