Aunque el invierno en estricto rigor no termina, el sol ya comenzará a mostrarse con más fuerza. Lo que puede ser muy grato, en exteriores, pero no así dentro de muchas edificaciones nuevas, donde el vidrio es un material fundamental. Los rayos solares son todavía bajos y con un gran componente UV, entran a los recintos y aunque la temperatura ambiental exterior no es alta, son capaces de calentar pisos y muros interiores, la temperatura no alcanza a escapar porque las ventanas están cerradas, creándose el efecto invernadero.

Esto lo he notado en distintas visitas a edificios a punto de ser entregados. En su mayoría, con un alto porcentaje de paños vidriados, que en etapa de prueba o rodaje, se han visto obligados a encender los sistemas de climatización, incluso en pleno invierno de Santiago, pues ya hace calor dentro de ellos. Esto genera la obvia pregunta de propietarios y administradores ¿qué pasará a medida que el verano se acerque? Y además, si el aire acondicionado se usa en esta época con toda la potencia ¿será capaz de funcionar bien en diciembre? y ¿a qué nivel de consumo energético?

Las únicas posibilidades para paliar esta situación son las de reajustar los equipos para que enfríen más; instalar o permitir que el sistema ya previsto inyecte aire fresco del exterior a modo de ventilación natural forzada, puesto que las ventanas que se abren son pocas o no existen. Se podría también implementar quebrasoles -en las fachadas problemáticas, norte y poniente-, más efectivos, pero también más caros, que cambiarían por completo la fachada proyectada por los arquitectos y aprobada por los propietarios.

El recambio de los vidrios por unos con control sobre los rayos solares, aparte de ser carísimo, no mejorará demasiado la situación (ningún vidrio es capaz de frenar el sol).

Si ya se predice que el planeta se calentará en unos grados, que la agricultura debiera moverse al sur de Chile, no se entiende por qué la arquitectura de Santiago sigue ideando o contando con tanta superficie vidriada, lo lógico sería reducirlas, salvo que se quiera acelerar el cambio climático.