En el último tiempo me he dedicado a recorrer ferias de fin de semana por curiosidad, por ver qué está pasando y, sobre todo, por salir de la casa. A las últimas que asistí fueron el Mercado Paula en el Parque Bicentenario, que estuvo aún mejor que la edición del año pasado, y al encuentro Vida Simple organizado por Raíz Diseño en el Parque de las Esculturas, con una propuesta más estructurada y una gran cantidad de expositores que mostraron más innovación, un paso para de a poco romper el molde. Pero más que lo que uno puede encontrar o comprar, lo que me llama la atención es la gran convocatoria que este tipo de iniciativas consigue, gente que sale a pasear, a usar los espacios públicos y a disfrutar de tiempo al aire libre y de paso actualizarse en tendencias y productos. O simplemente, utilizar las plazas como lugar de encuentro, como los ejemplos que encontrarán en este número, todos ellos en Providencia.

Creo que este fenómeno es algo que no puede pasar desapercibido a las autoridades locales al momento de pensar en el desarrollo de los barrios, ya que queda clara la demanda por espacios públicos de calidad. Mientras más metros se consideren, mejor será la percepción de calidad de vida de un barrio. Sopesar grandes carreteras concesionadas versus barrios a escala humana, es algo que tiene que debatirse para poder llegar a un justo equilibrio. Con la construcción de la nueva Costanera Sur se da la oportunidad de hacer este ejercicio, de manera que el impacto en el sector sea mínimo y no se ignore al peatón y vecino, bloqueando accesos a lugares que podrían ser de esparcimiento.

Un ejemplo internacional del que sin duda se puede aprender, es el recientemente estrenado High Line Park, vía elevada en desuso y transformada en parque público en Nueva York. Reciclaje urbano que se ha convertido en un hito, no sólo por el verde que aporta, sino además por la renovación urbana del sector, que incluye edificios ya proyectados por Frank Gehry, James Polshek, Neil Denari y otros por venir de Jean Nouvel y Shigeru Ban. Esto demuestra que con un poco de creatividad siempre es posible darle cabida a la naturaleza, incluso en un ciudad tan densa como NY. Algo podremos aprender, ¿o no?