Editorial


Ya estamos en el segundo mes de vacaciones, con Festival de Viña sonando fuerte y con todos en un espíritu de relajo y ocio, incluso los que no salen de vacaciones. Para celebrar lo anterior, regresamos a Valparaíso, una ciudad que se reinventa y que hace tiempo ya es un destino por sí sola, desligada de sus vecinos. Hicimos una minimuestra de lo nuevo, pero hay mucho más por descubrir y revisitar.
Casas de playa en tres versiones: la clásica, con muebles y decoración de una época cuando los veranos eran largos y sin apuro, y se trasladaba la vida de la ciudad a la playa y la contemplación era la actividad más desarrollada, una casa en Zapallar que creo a todos nos encantaría tener y que aún se mantiene fiel a su espíritu original. La contemporánea, obra de Teodoro Fernández, premio Nacional de Arquitectura 2014, con la simpleza de sus líneas, lo limpio de los espacios, todo pensado para disfrutar la vista y poder usarla invierno y verano; la gran chimenea casi inserta en el ventanal principal da fe de ello. Y por último, la casa simple, sin grandes aspavientos, pensada en una escala humana y acogedora, llena de detalles puestos por sus dueños que la hacen única.
Las tres se podrían unir bajo un mismo criterio: casas ricas, donde uno se puede relajar y donde se vive distinto a como se vive en la ciudad; creo que ahí esta la clave, no complicarse. Si el desayuno se transforma en almuerzo, ¿importa? Las casas de veraneo deberían ser así, lugares donde uno comparte más y se preocupa menos.
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