Hace algunas semanas el New York Times eligió a Santiago como una de las ciudades imperdibles a visitar el 2011. En el artículo dice que, a pesar del reciente terremoto, Santiago es una ciudad que la lleva y donde se puede encontrar cultura, buena comida y buenos panoramas. Los más sorprendidos fuimos nosotros mismos. Quizás porque inconscientemente todos sabemos que a nuestra capital la hemos tratado mal, mutilándola, cortándola, asfixiándola, dejándole poco espacio para un crecimiento armónico o un repoblamiento inteligente de sus zonas céntricas.

Existen esfuerzos, hay que reconocerlos, pero por lo general benefician a los ya privilegiados, existiendo diferencias abismales entre las comunas ricas y las pobres, en infraestructura, en áreas verdes, en todo lo que como ciudadanos valoramos al momento de elegir dónde vivir.

Para este número elegimos dos casas internacionales, una en Buenos Aires, Argentina, y la otra en Bruselas, Bélgica. Ambas, independiente de lo lindas y lo bien resuelto de sus espacios, hablan de recuperación patrimonial, no la oficial, sino la que uno como persona natural puede hacer, y es eso lo que las hace únicas.

Cuando se habla de patrimonio, por lo general, pensamos en  monumentos, pero es algo mucho más vivo; el patrimonio nos hace ser quienes somos, nos caracteriza y crea una identidad igual para muchos. Sobre su herencia es que construimos el futuro; por ello es lamentable perderlo al demoler lo bueno para construir rápido y barato, como ocurrió con parte importante de nuestro centro histórico, o al optar por arquitectura internacional, no vernácula, la cual no recoge nuestras características únicas.

Coincido con el New York Times en que el verano es la mejor época para conocer Santiago; seamos turistas en nuestra propia ciudad y recorrámosla con los ojos abiertos, porque está cambiando rápido, y con ella, quienes la habitamos.