El cuento de las esculturas
Los mismos personajes que por años han formado parte de los cuadros del pintor Ignacio Gana, esta vez cobran vida y se acercan a la realidad convertidos en esculturas de bronce. Un trabajo que le llevó nueve meses y cuyo resultado sale a escena el próximo 1 de julio en la Galería de Arte Cecilia Palma.
Ignacio Gana es un tipo simpático, sencillo, de risa fácil. Bastan dos o tres frases para que sin problema suelte, sino una carcajada, almenos una sonrisa. Es que claro, está contento, pero más allá del buen momento por el que está pasando –ya que está próximo a inaugurar la exposición “Esculturas, óleos y dibujos” en la Galería de Arte Cecilia Palma– parece ser un hombre completo, feliz.
Esta es la primera vez, en sus 16 años de carrera como pintor, que muestra esculturas. Las mismas que hoy están algo apretadas (por sus grandes dimensiones) en la entrada de su taller en Lo Barnechea, rodeadas de coloridos cuadros, pinceles, lápices, atriles, moldes… todo cubierto por la naturaleza que rodea el lugar donde Ignacio pasa buena parte de su día creando.
Habla de su vida de niño, de sus estudios, de sus primeras pinturas –de las que algo avergonzado cuenta que las hizo en las tapas duras que le sacaba a las antiguas enciclopedias que había en su casa de infancia–; de sus exposiciones y también de su familia. Hechos, historias y procesos que ha dejado plasmados en su arte, el que, enmás de una ocasión, ha sido catalogado como narrativo, lo que a él no deja de gustarle. En especial cuando el año 2007 la crítica de arte norteamericana Delia Negro comentó que sus obras eran algo así como cuentos escritos con un pincel, “recordando la literatura de los artistas latinos Gabriel García Márquez, Borges y Lorca”, agregó textual la profesional, palabras que hicieron que el artista llegara de cabeza a Chile a leer novelas de estos escritores.
Esta vez sus narraciones las llevó a la escultura. Disciplina en la que desde siempre quiso indagar, pero que sólo hace nueve meses, al nacer su tercera hija, Antonia, comenzó a desarrollar demanera profesional, teniendo como excusa –según comenta– el que esta nueva incursión sería algo así como un regalo para su pequeña. Así fue como llegó a darle vida a los mismos protagonistas que habitan y arman sus cuadros a partir de centímetros de volumen, instalándolos sobre plataformas de madera en bruto. Trabajando en series de diez logró resultados tan originales como un hombre que hace las veces de guardián; u otro que juega a la escondida en medio del bosque. Ese es el contexto que al menos él se imaginó al momento de hacer realidad estas obras en bronce, sin embargo el autor deja bien claro que la temática va de la mano de cada espectador. “En la escultura encontré un mundo muy entretenido, que es que la gente puede estar más cerca de los personajes, los puede recorrer, tocar y hasta interactuar con ellos para imaginarse el cuento que quiera”, señala Ignacio, quien sumó a este conjunto de figuras en mediano y gran formato, una selección de cerámicas fabricadas con la técnica japonesa del raku, una serie de óleos y algunos dibujos hechos a lápiz.
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