En plano amistad
Todo lo que se pensó y se hizo en este departamento es bajo la experiencia de lo vivido. En este lugar el compartir y recibir a los cercanos es parte del día a día de un joven matrimonio que disfruta intensamente el estar juntos.


Buscaron por bastante tiempo. El lugar que querían necesitaba cumplir con una serie de requisitos: gran altura, espacios amplios y buena distribución. Fueron a ver varios departamentos hasta que apareció un anuncio en el diario que tenía las palabras clave. “Cuando vimos la descripción nos pareció raro porque todo indicaba que era demasiado óptimo. Vinimos a verlo y era perfecto. Hicimos la oferta de compra ese mismo día”, dice la dueña.
Ella, diseñadora, y él, arquitecto. Buena mezcla para formar una mirada transversal que construiría el lugar para estar juntos. Lo compraron antes de casarse y mientras preparaban todo, el espacio tuvo el tiempo necesario para corregir ciertos detalles; manteniendo la privilegiada estructura pero moviendo algunas puertas, se abrió la conexión con la cocina y se cambió el piso de todo el departamento.
“Cuando remodelamos, lo pensamos en la base de que iba a ser un espacio que compartiríamos con nuestros amigos y personas más cercanas. Toda la decoración y flujos se idearon bajo la premisa de que siempre tendríamos invitados porque nos gusta mucho recibir, invitar gente a comer y armar fiestas”, comenta la diseñadora.

El mobiliario siguió las mismas directrices, todo sencillo, fácil de limpiar y mantener. Era importante que fuera un mobiliario que aguantara de cinco o 20 personas al mismo tiempo. Que fuera moldeable y que permitiera que se armaran distintos rincones. Cada espacio fue pensado desde el uso y no desde la decoración. “El primer look que le hicimos al departamento fue más frío, más moderno y un día le quise dar una sensación más amigable y ahí raspamos la madera de la chimenea, tapicé con lino y forré un muro exterior con madera que vi en la casa de un amigo que tenía miles de cajas antiguas de vino arrumadas y que estaban abandonadas. Y ahí se me vino a la cabeza lo que había visto en un viaje a Nueva York caminando por el Highline dentro de un departamento que tiene todos los muros forrados en madera. Yo miraba ese departamento y decía que me encantaría tener algo así”, cuenta la propietaria.
Una dupla gozadora, que sabe vivir y no complicarse más de la cuenta. Pero lo que sí es un hecho es que la conciencia por el medio ambiente siempre está presente. Instalaron un panel solar arriba del techo para el agua caliente y no tienen calefacción, solo una chimenea a etanol. Hicieron una puerta que separa los dos ambientes y en el lado de las piezas pusieron persianas metálicas cuyo lado exterior está pintado de negro. En el día las dejan con ángulo, “entonces el sol le pega al negro, este se calienta y ese aire caliente baja y entra a la pieza y la tempera. Ese lado siempre se mantiene en 24º, haciendo que nuestro consumo energético sea superbajo”, cuentan.

Y como si fuera poco, además de recibir, comer bien y disfrutar de buena música, son un matrimonio al que le gusta mucho el arte. Recorriendo el departamento se pueden ver desde pañuelos de la artista japonesa Yayoi Kusama y una manta de Grayson Perry hasta obras de Magdalena Rojas, Paula Dittborn, Alfredo Jaar, Pancha Núñez, Sebastián Maquieira, Rosario Ateaga y Mauricio Garrido, entre varios más.


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