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Entre el mito y el olvido

Desde la huida de presos políticos de la cárcel de Valparaíso hasta la visita de Walt Disney a Chile, "Historia Mutante" propone el relato de hechos históricos comúnmente ignorados por la opinión pública. Hasta el 22 de enero en el MAC Quinta Normal.

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Muchos desconocen la visita de Walt Disney realizada a Chile en 1941, y que de ese viaje el director de dibujos animados realizó un cortometraje, donde el país aparece representado a través de la figura de un avión, un cóndor y el Aconcagua. César Gabler (46, artista visual de la Universidad Católica) tampoco lo sabía. Se enteró de la historia durante su adolescencia leyendo "Yo soy tú", de Jorge Délano, y de inmediato lo intrigó el viaje y su consecuencia: una película dedicada a Chile, cuyo protagonista era un avión. "Concordé con la decepción que la crítica de entonces tuvo con el filme: salvo el decorado, no tiene nada particularmente local y confirma el diagnóstico de Nicanor Parra cuando dice que 'no nos dio para país y solo pudimos ser paisaje'".

Con el tiempo, Gabler supo también que esa travesía fue financiada a expensas del gobierno norteamericano que buscaba apoyos ante el inminente peligro de entrar en la II Guerra Mundial, tal como años antes, en 1866, el famoso pintor James Whistler llegó a Valparaíso en otra misión secreta como intermediario en la venta de armamento militar. Ambos viajes se presentaron ante él como coincidencias interesantes: artistas norteamericanos, viajes a Chile extensos y una agenda oculta de carácter bélico. "Guerra y dinero, no amor al arte, es lo que motivó las visitas, y sin embargo –en ambos casos– Chile terminó sirviendo de modelo. Los animadores de Disney crearon una historia cordillerana neocriollista y Whistler convirtió a Valparaíso en una imagen evanescente habitada por fantasmas. Con eso en mente, jugué con la idea de unos viajeros perdidos, cuyas naves se estrellaron y los dejaron por siempre presos en un lugar sin nombre que podría ser Chile. Un Pacha Pulai onírico y posapocalíptico", explica sobre su trabajo presentado actualmente en el MAC Quinta Normal.

Relatos como ese –locales, anecdóticos, desconocidos, que oscilan entre el mito y el olvido– presenta "Historia Mutante", que a través de la obra de Gabler y otros tres artistas chilenos logra configurar un innegable imaginario sarcástico en pos de la reflexión y la observación. Felipe Muhr realiza una copia íntegra, a mano alzada, de una historieta policial publicada en "Álbum Mickey (1937-1938)", una antigua revista Disney chilena firmada casi totalmente por Jorge Christie Mouat, un esquivo pionero del cómic nacional. Javier Rodríguez cruza desde el dibujo la historia chilena en dictadura con el cine de terror, combinando hitos históricos como la película "Pesadilla en la calle Elm", de Wes Craven, y el primer comunicado con el cual se hizo público el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Y, por último, Rodrigo Vergara –a través de acuarelas, un video y una gigantesca maqueta– relata la cinematográfica fuga desde la Cárcel de Valparaíso realizada en 1987 por Sergio Buschmann, actor y emblemático integrante del FPMR, quien develó que el escape se realizó a la misma hora en que comenzaba la teleserie "Mi nombre es Lara", por ser la producción televisiva de mayor alto rating en la época, momento en el cual bajaba la vigilancia del lugar.

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Rodrigo Vergara, César Gabler, Javier Rodríguez y Felipe Muhr son los cuatro artistas que dan forma a "Historia Mutante", que reflexiona en torno a las posibilidades gráficas y conceptuales del dibujo.

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Todas las obras cruzan de alguna manera realidad y ficción, ¿cómo explicarías la forma en que se vincula cada uno de los trabajos? Creo que en todas las obras prevalece el asombro. Todas coinciden en una actitud con visos de estrategia y es la de proyectar lo histórico en aquellos fragmentos que podrían aparecer desprovistos de ideología. El baúl de las cosas inútiles y las imágenes banales aparecen a los ojos de estos artistas como el vehículo perfecto para entender la naturaleza de los asuntos abordados. La historia política, incluso la vía armada, se vistió a su modo con las ropas del espectáculo; tras la inocencia disneyana, nos lo revelaron Mattelart y Dorfmann, aparece un universo narrativo al servicio del imperialismo, pero también las posibilidades de subvertirlo, como lo muestran las viñetas descubiertas por Muhr.

En tu obra sueles hacer un guiño al cómic, hay cierto ímpetu en lograr una reivindicación de la ilustración y el dibujo en el arte contemporáneo, que en esta muestra se hace aun más evidente. Siempre me gustaron los cómics. Cuando entré a la Escuela de Arte y, por tanto, a un estructurado proceso de normalización creativa me enseñaron que aquello no era arte. Dibujar como artista necesariamente era otra cosa. Dependiendo de quien tuviera al frente, podía pasar de Matisse a Picasso, o de Balmes a Beuys, pero, en ningún caso, de ilustradores o comiqueros. Nunca me convenció eso y, a contrapelo de todo –neoconceptualismo incluido–, opté por dibujar y pintar de un modo medio pop e ilustrativo.

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Arte, Museo de Arte Contemporáneo, Historia Mutante

Tras un largo trabajo de entrevistas con el actor y exintegrante del FPMR Sergio Buschmann, en torno a su escape de la Cárcel de Valparaíso en 1987, Rodrigo Vergara (42, artista autodidacta) creó una pieza que combina dibujo, maqueta y video. La obra da cuenta de la coincidencia de horario de la fuga con la emisión de la antigua teleserie "Mi Nombre Es Lara", como un momento de encuentro biográfico entre los dos polos de su propia existencia: el espectáculo y la política

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¿Cuándo te diste cuenta de que no estabas tan errado al hacerlo? Fui un perdedor de tiempo completo. Solo a comienzos de este siglo descubrí que si estaba equivocado, al menos no estaba solo. Las obras de Marcel Dzama o Raymond Pettibon me mostraron que lo contemporáneo y lo artístico, tal y como yo creía, no residían en modos particulares de tomar el lápiz, y sí en los usos que se podía hacer de cualquier lenguaje. Si los 'neos' de cualquier laya podían apropiarse de imágenes, ¿por qué no valerse de aquellos lenguajes directos y a la vez plásticamente infinitos desarrollados por ilustradores y dibujantes? No se trata de una revuelta a ultranza contra el dibujo en el arte. Amo la obra de Picasso, por ejemplo, pero me parece muy ingenuo pensar que la artisticidad radica en dibujar bellezas desnudas y surreales o croquis vagamente modernistas, como lo hacían algunos de mis viejos maestros de la universidad.

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Sueles hacer también un cruce entre el imaginario yanqui y la cultura chilena. Crecí, como muchos niños en los setenta, viendo maratones de televisión norteamericana, envasada y de todas las eras. Una mezcla curiosa que alternaba "Abbot y Costello" con la "Mujer Maravilla", "Los Tres Chiflados" con "Área 12", "El FBI en Acción" con "La Pequeña Casa en la Pradera". Mi imaginación se pobló con el Viejo Oeste, las calles de San Francisco o los suburbios de Nueva York. Hawai era un lugar tan familiar como Cartagena y las Rocallosas quedaban tan lejos o tan cerca como las Torres del Paine. Luego dejé la televisión, me hice adulto y puse esos recuerdos en el lugar de las cosas nostálgicas e inútiles, hasta que hace unos años, en un intento por aproximarme a las décadas que cambiaron nuestra historia, me pareció que ese imaginario era sintomático. Los efectos del golpe militar, y particularmente el cambio cultural que trajo aparejado, aparecen a mi entender presentes en todas esas imágenes.

Esa combinación de imágenes de películas, diarios y revistas también la has traslapado algunas veces a hitos que cruzan tu historia personal... Creo que las técnicas del pincel y la tinta se me ofrecen como vehículos casi infinitos para plantear relatos en los que se conjuguen plástica y narrativa. El cómic y la ilustración conectan con una visualidad colectiva, y el encuentro de esas técnicas con una escala y contexto inusual me parecen un gancho inicial interesante. Sin embargo, sería insuficiente si no hubiera encontrado modos particulares de trabajar con esos medios en relación a mi imaginario. Creo que la forma en la que trabajo es histórica no solo en los contenidos, sino que en los procedimientos: me interesa investigar en el lenguaje del dibujo y habitar de un modo particular en aquel universo del cómic clásico (…). Ahora estoy trabajando en un proyecto bien amplio que se llama "Killer", el nombre que mi tío Germán Gabler le dio a una revista de cómic publicada en 1974 y cuyo protagonista era el personaje del mismo nombre. La historieta contaba las aventuras de un detective cuyo físico era idéntico al de Charles Bronson, estrella del cine de acción de la época. Mi proyecto parte de esas coordenadas: tío dibujante, cómics, cine norteamericano. La intención es trabajar con la historia y la biografía, con la cultura visual de aquellos años y con las reinterpretaciones a las que puedo someterlo.

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