Espacio: A mano alzada
Una casa que se narra por sí misma, una muestra de pasado y presente, parte de una arquitectura que se abre al paisaje y que se integra a una decoración ecléctica, llena de buen arte y piezas inspiradoras. Un lugar en el que, por cierto, se vive, juega y dibuja.


Carlos Leppe, Matta, Nemesio Antúnez, Carlos Bogni, Alfredo Jaar y José Benmayor, entre tantos otros artistas chilenos, destacan en esta casa.
MODERNA
La presencia de cristal, acero y concreto, la elegancia de su arquitectura y emplazamiento, hacen de la obra del arquitecto José Ramón Ugarte un lugar donde el habitar se convierte en un lujo. Construida en 1963.
La buhardilla se reacondicionó en su totalidad. Se blanqueó para aumentar la sensación de amplitud espacial y luminosidad. En cuanto al mobiliario, se redujo a lo básico: pequeñas camas y algunas repisas.
Francisco Riquelme y Gabriela Portus son socios de The Popular Design y muy pronto de una nueva tienda de diseño original. Uno es arquitecto y la otra, ingeniera civil. Pero más que nada son papás. Su vida transcurre en un rango de pocos minutos. A 5 minutos de la oficina, 5 más del colegio de los niños, a otros 5 de la panadería, y así, todo a pie.
Es la tercera casa que comparten. Primero con dos hijos, los mayores, Victoria y Francisco, que ya tienen 8 y 6 años. Luego con Antonia, de tres años, y ahora con el nuevo integrante de la familia, su cuarto hijo, Gabriel, de apenas 8 meses de edad. Y por supuesto no podemos olvidar a Rocky y Pepo, sus fieles bóxer y bulldog francés, respectivamente.
Además es la segunda casa que eligen del mismo arquitecto. Curioso, por decir lo menos. También lo es que no cumplían un año en la segunda, ni alcanzaron a completar la remodelación cuando nuevamente se estaban mudando, pero más lo es que, a pesar de que fue la única casa que visitaron y de que su oferta no fue la más alta, se la quedaron de todas maneras. La propietaria así lo quiso. ¿Destino?
Caminar a esta construcción es como trasladarse a otro tiempo. Entre el incesante ruido de los autos, a pocas cuadras hay un paréntesis, un oasis. Al acercarse, paso a paso, se percibe cómo el tiempo desacelera la marcha. Es una casa de barrio. Una calle tranquila. Lo único que la interrumpe es el eco de las voces de los niños, las risas, algún llanto y un cariñoso ¡papá!, ¡mamá!
Al abrir la reja y levantar la mirada es innegable que nos trasladamos a los primeros años en que fue ocupada, la década de los 60. Todo nos conduce a eso. Es la misma casa que se posa en el terreno, casi como si levitara. Líneas simples, parqué, los perfiles de acero, los muros de piedra y, sobre todo, mucha luz. En la totalidad de su perímetro la recorre un tragaluz, ubicado justo en la parte superior de los muros. Sin duda el mismo trazo de su primera casa, también del arquitecto José Ramón Ugarte. Quizás esa suerte de trazo, puro y limpio, es lo que ha llevado a Francisco y Gabriela a remodelar cada una de sus casas, respetando su arquitectura, abriendo espacios y muchas veces solo despojándolos de lo no propio.
Es así, de esta manera, que mantienen la misma línea, a mano alzada, sin planimetrías, solo croquis de aquella arquitectura desnuda a la que quieren llegar. En esta vivienda separaron el programa de los papás del de los niños. En el primer piso se dejaron las áreas comunes y el espacio para ellos, un dormitorio principal y el escritorio. En cambio, en la segunda planta, lugar donde se intervino de manera más radical, se abrió la planta, convirtiendo los cuatro dormitorios que se disponían en este piso en una gran área común, desprovista de tabiques, con las vigas a la vista, y dos dormitorios absolutamente integrados y totalmente básicos, con camas pequeñas y estanterías para guardar juguetes. Lugar soñado para los niños, quienes disfrutan corriendo de un extremo a otro, incluso aprovechando mucho las vigas para colgarse. Sus voces y sus risas completan el escenario.
La decoración es tal como son Francisco y Gabriela, y su familia; una mezcla total de épocas y lugares, muebles importados, otros heredados, muchos de anticuarios, remates y ferias. Una lámpara art deco de su bisabuela traída desde París, un retrato comprado en una feria en Shanghái, un container lleno de Ikea Kids, una obra de Matta regalada a su mujer cuando nació el más pequeño de sus hijos…
Quizás este tono, tan familiar, tan lleno de color y luz, tan actual, con un dejo de nostalgia, la misma que por destino o casualidad llevó a que Francisco y Gabriela la descubrieran.
FUNCIONALIDAD
En la segunda planta, el lugar de los pequeños, se proyectó un solo baño. Eso sí, con un lavamanos aparte, para no congestionarlo. Mal que mal son cuatro los hijos de Francisco y Gabriela.
Cada una de las obras de arte convive tanto en el programa común, el infantil como el de los adultos. De hecho, en la parte posterior de cada uno se encuentra el nombre de alguno de sus hijos. A temprana edad ya escogieron sus favoritos.
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