Claro está que los dueños de esta casa son fanáticos de la lectura. Y quizás hasta la palabra fanáticos les queda chica, porque la altura de estos estantes les da la capacidad de albergar alrededor de 7.500 ejemplares. Por eso se entiende que la construcción haya sido hecha conrelación a los libros, el gran tesoro de los dos profesores universitarios de historia que aquí viven junto a sus tres hijos.

Gruposp es el nombre del estudio de arquitectura que puso su firma en esta original obra. Una oficina que nació el 2004 luego de que tres arquitectos se reunieron con el interés no sólo de realizar proyectos arquitectónicos, sino también concursos en los que se abrieran posibilidades de debate e inserción profesional. Ellos son Alvaro Puntoni, Jonathan Davies y João Sodré, quienes a pesar de pertenecer a distintas generaciones, dicen que son un trío que pertenece a una única genealogía: "la de nuestro tiempo". Tampoco pretenden ser un estudio tradicional, rígido y cerrado, todo lo contrario. Se la juegan por una organización flexible, que admite colaboraciones y sociedades si el trabajo así lo requiere. "Tratamos de ser abiertos, y de que siempre exista la participación de otros arquitectos o interesados en el debate sobre la producción de sitios residenciales y de ciudad", dice Alvaro Puntoni. Y es más, los últimos años, además de certámenes, se han dedicado a la elaboración de propuestas para ONG e instituciones públicas, lo que les agrada bastante porque -como han podido comprobar- hay menos restricciones e interferencias.

Además, los miembros de Gruposp hacen clases en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Sao Paulo, un lugar en el que sienten han podido establecer una mayor discusión en torno a distintas temáticas, verificando una serie de hipótesis que no suelen aparecer en la vorágine de las labores diarias de una oficina. "Sólo en el ámbito académico hemos podido articular ciertas dimensiones que van más allá de las demandas concretas, realizando ensayos que contribuyen a espacios más dignos", señalan los profesionales desde su estudio en Sao Paulo, una urbe en la que -ellos piensan- los arquitectos tienen el gran desafío de insistir en la construcción de 'vacíos' que ayuden a despejar las vistas a la ciudad, conocida por su alta densidad poblacional.

Precisamente a eso apuntaron cuando construyeron esta casa, un único recinto abierto que es posible ver en su totalidad desde la calle. Un concepto distinto de seguridad donde los arquitectos apostaron por la exposición en vez de blindarla al estilo de una gran fortaleza. La arquitectura es simple: una estructura de concreto (tres muros paralelos) y entrepisos metálicos. Aquí la transparencia es el factor protagónico. La iluminación natural es abudante, mientras que la luz artificial se dispuso en líneas verticales junto al sistema de albañilería. Cada ambiente tiene vista al exterior, y viceversa. Y así y todo se mantiene una justa cuota de privacidad en sitios, por ejemplo, como el comedor, que al estar en la primera planta queda unos metros debajo del nivel calle. El espacio está definido en su ala norte por uno de los muros que, además de soporte, es el refugio contenedor de la colección de libros. Desde allí, a través de una pasarela, se accede al sector sur, donde se levantó un bloque cerrado para distribuir la cocina -conectada en el primer piso con el living y el comedor-, los dormitorios, baños, una sala de escritorio y áreas de servicio.

INSPIRACION

Aquí la premisa estuvo en lograr ambientes despejados. Por eso, el mobiliario también se pensó simple, con materiales que aportaran calidez.