Amigo de Lina Bo Bardi, Oscar Niemeyer y cómo no de Paulo Mendes da Roca, Sergio Rodrigues (1927) al igual que ellos es parte fundamental del movimiento moderno en Brasil. Arquitecto de profesión, su marca en el diseño ha sido sin embargo más profunda, en términos masivos.

La trayectoria de este hombre, de quien se dice que el sentido del humor es una de sus fortalezas, tuvo sus inicios al mismo tiempo que Brasilia y la huella de Niemeyer transformarían a Brasil en punta de lanza de la nueva arquitectura en América Latina y en un ejemplo para el mundo entero de cómo se adecuan las idiosincrasias y los materiales a ideas tan potentes como el modernismo.

Tal como Niemeyer ha dicho inspirarse en las curvas de la mujer brasileña para añadir estas formas a sus enormes edificios de concreto, y tal como Burle Marx tomó la exuberante naturaleza brasileña para diseñar el paseo de Copacabana, Rodrigues pensó en el espíritu y forma de ser de la gente de su país para diseñar el más importante sillón de su carrera y quizás el antecesor internacional del Favela de los Campana, el primero en formar parte de colecciones internacionales, incluido el MoMA: el Mola, que en castellano quiere decir blando. Esa informalidad, ese sentarse relajado y disfrutar, es lo que Rodrigues quiso lograr y, materialmente también integrar uno de los fuertes de la interpretación brasileña del modernismo, lo vernáculo, y es así como agregándole sustento conceptual, utilizó maderas de Brasil, como la tauari.

Rodrigues, hoy en plena actividad, nos heredó en 2002 otra pieza para la posteridad, el Diz, que sigue, aunque con una sofisticación más profunda, la línea de sus creaciones. Uno de los proyectos más notables en que participó en sus primeros años de ejercicio profesional es el Centro Cívico de Curitiba, un hito de la arquitectura brasileña. www.sergiorodrigues.com.br