Oscar Wilde dijo "la belleza es superior a la inteligencia, no necesita explicación". Esa idea, de que la belleza 'es' y no hay explicación ni palabras, ni conceptos, ni teorías, ni estudios que la fudamenten, porque simplemente no es necesario, es lo que nos recuerda por qué sentimos inclinaciones emocionales hacia personas, lugares, sonidos y objetos. El diseño a veces nos ayuda y confirmamos que la belleza existe, pero de inmediato -para no ser burdos- lo connotamos de 'bueno' y la mayoría de las veces simplemente es algo bello y punto, que alguien diga lo contrario; podríamos dar una extensa lista de cosas bellas sin tesis inmediata, objetos que simplemente querrán tener en sus casas, en sus vidas. Otra cosa es que luego uno se dé cuenta de que ese objeto está bien pensado y hecho, que sus proporciones son perfectas o que la temperatura del material es la ideal, etc. Pero eso es después.

La belleza provoca muchísimas más inclinaciones y fidelidades que el discurso. Tal como le ocurrió al mismísimo Ulf Hanses, quien diseñó este auto de madera lacada para una de las más prestigiosas marcas de juguetes escandinavos en los 80.

Hanses nació en Canadá, pero antes de cumplir 20 llegó a Estocolmo a aprender diseño. Allí hizo su carrera, y en esta ciudad, tal como lo dice él, cometió el más grande y maravilloso de los errores de su vida. Comenzó una investigación sobre niños con discapacidad y una línea de juguetes especial para ellos. Después de pruebas con niños 'normales' y niños 'especiales' se dio cuenta de que ambos 'tipos' optaban por los mismos juguetes. Simplemente hubo juguetes que hacían a cualquier niño jugar y otros que no. Y cuáles fueron los que sirvieron para cualquier tipo de niño, los más simples, juguetes sintéticos (de síntesis) con un mensaje claro, sin espacio a confusión. ¿Hay algo más bello? ¿Se necesitan más explicaciones?

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