Vivir con 2.000 watts
Un desafío de largo aliento se ha propuesto el gobierno suizo: disminuir el consumo energético per cápita. Vivir gastando menos energía al parecer es posible, eso sí la organización y la participación ciudadana son indispensables.

Hay que decirlo, en Suiza las cosas funcionan diferentes. Una obviedad, claro que sí. Suiza es sinónimo de organización y cumplimiento de horarios a rajatabla.
Pero de cualquier manera tiene ciertas particularidades. No pertenecen a la comunidad europea, tienen cuatro idiomas oficiales y a pesar de ser un país pequeño, con ciudades y poblaciones muy concentradas en las urbes principales, han sabido echar mano a su historia democrática para coordinar, anticiparse y adecuarmedidas, en este caso, medioambientales ejemplares.
Diversas medidas que afectan a los habitantes de los cantones, que son como municipios, participan de la Asamblea de Todos los Votantes: hombres y mujeres con derecho a voto se reúnen para tomar decisiones con un importante grado de autonomía y con gran eficacia, ya que las resoluciones cuando son locales se concretan con mayor rapidez. De hecho, desde 2005 algunos municipios votan electrónicamente o desde el celular.
De esta manera se elige el gobierno y al presidente de la región, pero también los ciudadanos deciden sobre la necesidad real de una nueva línea de tren o se aprueban planes como el 2000 Watt Society, que partió en 1998.
Este plan, una arista concreta y efectiva, al menos en los cálculos, postula la reducción del consumo per cápita de watts, que en la actualidad bordea los 6.000 al año, y que espera de aquí a 2050 reducir a 2.000. La idea surgió en el Instituto Tecnológico Federal de Zurich y en resumen lo que espera es disminuir en dos tercios el consumo energético del país. Según los científicos, y en base a diversos estudios, la base del consumo de 6.000 watt (promedio con relación a los habitantes de Europa) se produce por la ineficiencia energética, el mal uso de la energía, que va sumándose en cientos de aspectos a lo largo de nuestra vida, en cada día y en cada una de las acciones. Se calculó que una casa en Suiza puede consumir poco más de 17.000 kw por hora por metro cuadrado anualmente en calefacción, que es una cifra similar a lo que un edificio moderno, correctamente aislado y con un sistema eficiente, utiliza.
Otros ejemplos a los que el plan pone atención: la iluminación de espacios públicos, calles y edificios, proponiendo llegar a usar sí o sí en su totalidad tecnología Led. Pero sin duda en lo quemejores resultados se han obtenido es en la detección de pérdidas energéticas y en la disminución drástica de la demanda de servicios energéticos. Esto, a través de la transformación de los conceptos con los que se planifica: desde las investigaciones científicas a la conceptualización de sistemas que utilizan energía durante su funcionamiento, en sus distintas fases de producción, y no sólo poniendo las luces sobre la inversión e implementación de nuevos modos de energía. Sólo así se podría llegar a reducir en dos tercios el consumo. De hecho las decisiones y conductas diarias de los sectores industriales, servicios, producción, transporte y sobre todo las economías a escala doméstica se consideran igual de importantes. El debate no está centrado en si hay que usar energía nuclear o cuál es la más limpia, el planteo es, sencillamente, usemos menos energía ya que se puede.
¿Es tan novedosa la idea?, la verdad es que no. Los suizos lo han tomado como una política que tardará casi 50 años en llegar a su punto de equilibrio y para ello se ha invertido en difusión, que es la única manera de que la gente se informe y decida, para recién después decidir cómo y dónde se invertirá, ¿será en nueva infraestructura? ¿o en la modificación de lo existente?
Ya se ha invertido en una serie de planes paralelos que inyectan recursos, por ejemplo en la adecuación de viviendas antiguas –ya que se tiene claro que no se puede construir todo de nuevo bajo los conceptos de eficiencia y, por el contrario, existe un patrimonio que mantener– . Es así como en Basilea –donde partió el plan piloto, que en estos momentos se desarrolla en Zurich, con un 76% de apoyo de la población, y que continuará en Ginebra–, gracias al financiamiento del Estado, se ha realizado un exitoso programa de rehabilitación de edificios a través de créditos que permiten a éstos modernizar sus sistemas de iluminación y calefacción, de tal modo de equiparar el consumo a una construcciónmás sofisticada y contemporánea.
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