Mundo

Vanessa Springora, escritora: “Hoy estamos asistiendo al avance de ese pensamiento racista, sexista y homófobo que alimentó el fascismo durante el período de entreguerras”

A seis años de El consentimiento, el libro que la puso en el centro del debate sobre el abuso a menores, la escritora francesa -invitada a Puerto de Ideas Valparaíso- publica El nombre del padre, una investigación en torno a los secretos de su familia: el pasado nazi de su abuelo, la homosexualidad de su padre y la invención de su apellido para borrar la historia.

Paris, le 28/11/24

Esa noche tenía una entrevista en televisión. Era enero de 2020 y su libro El consentimiento estaba logrando una enorme repercusión pública. Vanessa Springora viajaba en un taxi cuando sonó su celular. Era la policía: “Señora, lo siento mucho, su padre ha fallecido”, le dijeron. La escritora se quedó sin aliento. Bajó del taxi y dejó en suspenso la promoción del libro. Días más tarde, redactó un poema que fue leído en el funeral de ese padre que para ella era un extraño:

“Vivías en otro mundo/ un mundo imaginario/ heroico y despoblado// De tu gran soledad/ nunca resolveremos el misterio”.

La escritora se enfrentó entonces al fantasma del padre que la abandonó siendo niña. Al desarmar su departamento, fue descubriendo una vida que ella no sospechaba: Patrick Springora había vivido como un gay reprimido. El padre inestable y solitario vivió escondiendo su identidad sexual. Pero esa no fue en ningún caso la mayor de las sorpresas.

En un viejo sobre, Vanessa Springora encontró fotografías de su abuelo, de su época de juventud, luciendo con gallardía un uniforme con un símbolo en el brazo: el águila imperial con la svástica nazi al centro. También encontró un retrato de Hitler recortado de un periódico y un estuche con una cruz de hierro y la svástica nazi. Las fotos “me queman los dedos y me atraviesan el corazón”, escribe.

A partir de ese hallazgo, la escritora comenzó una investigación genealógica en torno a la verdadera historia de Josef, el abuelo nacido en Checoslovaquia. En la versión familiar, su historia estaba cubierta de heroísmo: había huido del nazismo y había colaborado con los aliados por la liberación de Francia. En sus recuerdos, era el abuelo que la cargaba con ternura de niña. “Cuando quizá tenía tanta violencia y muerte en el corazón… y tanta sangre en las manos”, escribe ahora en El nombre del padre.

Seis años después de El consentimiento, la memoria que la puso en el centro del debate sobre el abuso de menores, Vanessa Springora regresa a la publicación. Si en el primero narró los abusos del escritor y pedófilo Gabriel Matzneff, en su nuevo libro investiga y reflexiona en torno a la identidad y los silencios familiares, y en sus páginas se enfrenta también a la historia y a la violencia política.

El nombre del padre hace alusión a su apellido: Springora fue el apellido que su abuelo se inventó al final de la guerra para ocultar su pasado. Cruzando memoria, archivos e investigación, acompañada por las lecturas de Kafka, Kundera y Stefan Zweig, la autora relata su exploración familiar, que es también un viaje al corazón oscuro de Europa.

La escritora visitará Chile invitada al Festival Puerto de Ideas Valparaíso, que se realizará entre el 7 y el 9 de noviembre. Participará en una actividad sobre la escritura como acto de reconstrucción y en una conversación con la autora francesa Neige Sinno y la escritora chilena Ariel Florencia Richards (entradas disponibles en puertodeideas.cl).

El hallazgo de las fotos de su abuelo fue un shock, recuerda:

-Personalmente, la cruz gamada me sigue helando la sangre. Es uno de los símbolos más aterradores de la barbarie humana. Fue un momento realmente doloroso ver a mi abuelo, sonriente y orgulloso, con esa esvástica en el brazo. Era un abuelo adorado, un padre sustituto en mi infancia. Pero lo que esas imágenes contaban no tenía nada que ver con el relato familiar. Me lo habían presentado como un héroe que había huido del nazismo y del estalinismo. Descubrir la verdad fue un golpe, pero también una liberación. Por fin entendía muchas cosas: el origen de nuestro nombre, la razón por la cual mi padre se había vuelto loco.

¿Este descubrimiento resquebrajó sus recuerdos?

Sí y no. Este descubrimiento no cambia el hecho de que mi abuelo ocupó un lugar importante y estructurante en mi infancia, ni la ternura que yo sentía por él. Pero hoy me veo obligada a hacer coexistir en mi mente esos recuerdos felices y dulces con la oscuridad de sus compromisos de juventud. Esto también remite al hecho de que nadie es completamente bueno o completamente malo: el maniqueísmo no es una buena forma de reconstruir una biografía. Todos tenemos nuestras zonas grises.

En este proceso, ¿cuál fue su mayor temor y la revelación más fuerte respecto de Josef?

Creo que fue el momento en que recibí su carné de afiliación al NSDAP, el partido nazi que llevó a Hitler al poder. En ese punto ya no podía decirme que mi abuelo había sido simplemente un joven despreocupado atrapado en la vorágine de acontecimientos que lo sobrepasaban. Comprendí que realmente se había comprometido con el nazismo, que se había unido a la policía alemana incluso antes de la anexión de Checoslovaquia, su país. Eso mostraba una adhesión y un compromiso personales innegables.

¿Por qué cree que su abuelo conservó las fotografías?

Es muy sorprendente, sobre todo después de haber pasado la segunda parte de su vida ocultando su verdadera identidad y tras guardar silencio sobre sus compromisos juveniles ante sus propios hijos. Pienso que en él había una cierta nostalgia, sin duda, por aquella época en la que era joven y apuesto, y en la que sus convicciones eran todavía las de los vencedores, antes de que Alemania perdiera la guerra y sufriera la humillación de ser ocupada, dividida, condenada en Núremberg… En el momento de esa foto, probablemente pensaba que Alemania iba a conquistar el mundo, que los crímenes que cometía eran necesarios para lograrlo. Pero también está el hecho de que un secreto semejante quizá sea demasiado pesado para llevárselo a la tumba; tal vez comprendió que sus descendientes debían conocer la verdad. Al menos, eso es lo que quiero creer.

¿Cree que él sentía culpa o remordimiento?

No lo creo. Pienso que más bien sentía miedo: miedo de ser descubierto, identificado, expulsado, juzgado. Pero me resulta imposible hablar de remordimiento. Permaneció muy antisemita hasta el final de su vida. Es una influencia cultural muy fuerte, en la que se bañó desde la infancia y de la que, lamentablemente, nunca logró desprenderse, incluso después de la apertura de los campos y el descubrimiento de la magnitud de los crímenes nazis.

La historia que Vanessa Springora desentraña está atravesada por el silencio: el de su abuelo, el de su abuela y el de su propio padre, un hombre que intentó llenar los vacíos de su biografía con mitos y fantasías.

¿A qué cree que respondió el silencio de su abuela?

Seguramente se sentía cómplice y culpable de haber amado a un hombre con un pasado tan turbio. Sin duda, sabía mucho más, y nunca dijo nada porque lo amaba perdidamente. Yo le reprocho un poco haber sacrificado a sus hijos, sobre todo al primero, al imponerles ese tabú solo para proteger al hombre que amaba, su padre. Y al mismo tiempo, ese amor tan fuerte, tan irrazonable, me conmueve.

Ese silencio, ¿de qué modo afectó a su familia?

Mi padre se volvió muy pronto mitómano. Trató sin cesar de escapar de la vergüenza que intuía tras el silencio de sus padres inventándose orígenes aristocráticos y, más tarde, cargos prestigiosos, siempre ligados al secreto (embajador, espía). La mentira se convirtió para él en una forma patológica de existir en el mundo. Más tarde, en mi caso, me planteé toda una serie de preguntas sobre el origen de nuestro apellido, sobre el silencio de mi abuela, las versiones incoherentes que me habían dado sobre la historia de mi abuelo, pero sobre todo era la personalidad de mi padre lo que me parecía incomprensible: el hecho de que fracasara en todos los ámbitos de su vida. Que no lograra ser un padre para mí es, evidentemente, la consecuencia más dolorosa y triste.

La escritora y editora Vanessa Springora, autora de El consentimiento, publicado en español por Lumen. La editora, escritora y cineasta francesa Vanessa Springora retrata en su primera novela, 'El consentimiento', la relación con el escritor investigado por pedofilia Gabriel Matzneff más de 30 años después de los hechos, en el que narra la historia de "amor y perversión", y la ambigüedad de su propio consentimiento. POLITICA CATALUÑA ESPAÑA EUROPA BARCELONA JF PAGA JF PAGA

“No tengo otro nombre que el mío. Podría haberlo cambiado”, escribe usted. Pero decidió conservarlo. ¿Por qué?

Tomé conciencia de que ese nombre falso mi abuelo se lo había inventado para borrar las huellas de su pasado, pero también para permitir que sus descendientes no tuvieran que cargar con la vergüenza de sus propios compromisos. No funcionó realmente con mi padre, pero retomar el verdadero apellido alemán de mi abuelo, Springer, sería cargar con el peso de actos de los que no soy responsable. Ese nombre prestado que mi abuelo eligió es, en sí mismo, una ficción que cuenta muchas cosas sobre el siglo XX y sus tragedias. Ahora que conozco su historia, ya no tengo dificultad en llevarlo. Pero también sé que desaparecerá después de mi muerte: mi hijo lleva el apellido de su padre, no el mío.

¿Cómo resuena la historia de su abuelo en la Europa y el mundo de hoy?

En El nombre del padre intenté, sobre todo, comprender cómo un adolescente común fue reclutado, ideologizado, adoctrinado y manipulado por los nazis para convertirse en uno de los brazos armados de ese régimen de terror. Lo que me impresiona hoy es que parece que no hemos aprendido nada del pasado de Europa, o que lo hemos olvidado todo. Hoy nos enfrentamos a una guerra híbrida, que combina tanto combates militares como una guerra de influencia destinada a desestabilizar las opiniones públicas, a enfrentar a las comunidades entre sí, a propagar valores de odio y a desacreditar todas las luchas que promueven la igualdad.

“Hoy estamos asistiendo en directo al mismo avance de ese pensamiento racista, sexista y homófobo que alimentó el fascismo durante el período de entreguerras”, dice. “Sinceramente, eso no augura nada bueno. Y me aterra ver que lo que no eran más que simples inquietudes cuando escribía el libro se está concretando hoy, y no solo en Europa”.

Masculinidad tóxica

Cuando recibió la noticia de la muerte de su padre, Vanessa Springora se sintió responsable: “Estaba convencida de haberlo matado con mi libro, de que se había suicidado a causa del retrato terrible que hacía de él en El consentimiento”, dice.

De forma más íntima y profunda, dice que ambos libros están entrelazados: ambos buscan desenmascarar imposturas.

-En El consentimiento buscaba reapropiarme de mi historia mostrando cómo Matzneff torcía la realidad en sus libros, disfrazando sus crímenes de historia de amor; en El nombre del padre deconstruyo una falsificación de la historia, la manera en que mi abuelo se hizo pasar por víctima y luego por héroe, cuando en realidad estaba del lado de los verdugos. Por último, creo que el vínculo profundo entre ambos libros reside en la exploración de figuras masculinas tóxicas, dañinas. En los dos textos muestro cómo la masculinidad, cuando se define por una forma de dominación y aplastamiento, destruye vidas.

Usted escribe que se habla poco de lo que el patriarcado hace sufrir a los hombres. ¿A qué se refiere?

Es fundamental. Cuando se pronuncia la palabra patriarcado, la mayoría de los hombres se sienten acusados. No entienden que el patriarcado es un sistema del cual ellos también son víctimas. En primer lugar, por haber sido cultural e históricamente condicionados desde la infancia a convertirse en futuros soldados, en quienes defenderán la patria en caso de guerra. Esa asignación a la violencia llamada legítima, a la que todo niño varón se enfrenta, es uno de los invariables culturales más arraigados, más primitivos, en todo el mundo y desde siempre. Los niños deben ser fuertes y, si es necesario, deben saber pelear, no deben ser cobardes.

“A esa asignación tuvo que conformarse muy joven mi abuelo. Y luego no hay que sorprenderse de que los hombres reproduzcan esa violencia sobre las mujeres, los niños y el conjunto de lo vivo”, dice.

En el libro, usted sugiere un vínculo entre las derechas autoritarias y la masculinidad tóxica.

Sí, estoy convencida de que el fascismo es una respuesta al miedo a la castración, a una angustia frente a la desvirilización de la sociedad. Los discursos de Trump y de Putin lo muestran claramente. Si no, ¿por qué cuestiones tan íntimas como las de la orientación sexual o el género se encuentran en medio de los discursos políticos? ¿Por qué son tan obsesivas? Hoy, mostrar abiertamente la homosexualidad ha vuelto a ser un crimen en Rusia, y en Estados Unidos las personas trans son sistemáticamente estigmatizadas por Trump y su séquito. No hay que olvidar que entre las primeras hogueras de libros de Hitler, en 1933, figuraban los textos de un médico y sexólogo austríaco, Magnus Hirschfeld, que trabajaba sobre cuestiones de transidentidad y homosexualidad.

Para la escritora, “el problema de los líderes fascistas es que conciben su masculinidad únicamente a través del prisma de la dominación y de la jerarquización. El odio hacia los movimientos feministas en todos los gobiernos autoritarios también es revelador de este fenómeno. Las nociones de igualdad son puestas en duda: solo cuenta la figura del jefe, que encarna esa masculinidad triunfante. Es una visión retrógrada, animada por el miedo irracional a ser destronado, a perder el poder”.

Vanessa Springora espera que su libro no sea leído solo como una investigación familiar individual, “sino, espero, también como un relato universal y una advertencia frente a los peligros actuales”.

-Hay mucho que aprender de la manera en que, en el siglo XX, las mentes de la mayoría de las personas se dejaron influir y contaminar por una propaganda deletérea que produjo esos regímenes fascistas y permitió el asesinato planificado de millones de seres humanos. Es esa barbarie la que debemos negarnos a reproducir.

Más sobre:MundoHistoriaVanessa SpringoraNaziHitlerEl consentimiento

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

¡Aprovecha el Cyber! Nuestros planes a un precio imbatible por más tiempo 📰

Plan Digital$990/mes SUSCRÍBETE