El acto del próximo 18 de junio en la Universidad Alberto Hurtado tiene el carácter de inédito: según la propia casa de estudios, por primera vez en Chile una universidad católica –de la Compañía de Jesús en este caso– realizará una oración pública donde se bendecirá una bandera gigante del orgullo LGBTQ+.

Se trata de la “oración orgullosa”, una ceremonia simbólica organizada por la casa de estudios que se celebrará el próximo miércoles al mediodía en el patio central del Campus Patrimonial ubicado en Los Héroes. Estará presidida por el sacerdote jesuita de la propia institución Rodrigo García y será parte central de la llamada “Semana Orgullosa”, un ciclo de actividades enmarcadas en el Mes del Orgullo LGBTIQA+.

La ceremonia no es una misa ni un rito sacramental. Es más bien una instancia de canto, oración y reflexión, según explican desde la institución, donde añaden que bendecirán la bandera gigante del orgullo, desplegada como símbolo de reconocimiento a las luchas por la diversidad sexual y de género.

La actividad ha sido calificada como inédita por su contexto: se trata de una universidad de inspiración católica que se suma a la conmemoración del Mes del Orgullo.

María Teresa Rojas, directora de Género, Diversidad y Equidad de la UAH, precisa que la actividad surgió por el compromiso de la universidad con las políticas de género y diversidad sexual.

La instancia, dice Rojas, también es una respuesta al clima social: “Se enmarca en un momento mundial en que se conmemora la lucha de las personas por los derechos de la diversidad sexual. Por eso nos sumamos al Mes del Orgullo, porque nuestra política respeta y promueve las diversidades”.

El sacerdote que liderará la oración forma parte de la comunidad universitaria del Centro Universitario Misionero, quien trabaja en la casa de estudios y posee un vínculo cercano con los estudiantes. Es más: preside la Pastoral de la Diversidad Sexual, que reconoce que todas las personas tienen derecho a vivir una vida religiosa.

“Es un momento para dar gracias por la comunidad LGBT, por lo que aporta a la universidad, por las personas que son; de recordar víctimas de maltratos, de crímenes de odio, de bullying, y para pedir por la universidad para que sean acogedores y nos pertenezcamos mutuamente. Nadie excluye a nadie”, afirma García.

Desde la organización destacan que la ceremonia está pensada para la comunidad universitaria: alumnos, docentes y funcionarios. “Queremos decirles a nuestros estudiantes que los discursos de odio no tienen lugar en una convivencia universitaria que valora el respeto y el reconocimiento del otro”, enfatiza la directora.

Según cifras internas de la universidad, entre 2024 y 2025 aumentó en más de un 200% la cantidad de estudiantes que solicitaron un cambio de nombre social por motivos de identidad de género. “Estamos frente a una realidad estudiantil muy distinta de años anteriores, y por eso nos parece que generar espacios de reflexión y reconocimiento favorece la buena convivencia”, agrega Rojas.

En ese contexto, la “oración orgullosa” se presenta como un gesto simbólico hacia la inclusión. “Queremos mostrar que religión y respeto por la diversidad no son incompatibles, y que una universidad debe ser un espacio que subraya esa pluralidad”, señala la directora.

Aunque el acto no contempla la bendición de personas ni de parejas del mismo sexo –como sí se ha visto en algunas experiencias recientes en Europa–, para la universidad el solo hecho de integrar de forma visible un símbolo como la bandera del orgullo LGBTQ+ a una ceremonia religiosa dentro de una institución católica, marca un punto de inflexión.

El evento también ocurre en un contexto donde el aumento de discursos homofóbicos y transfóbicos preocupa a las comunidades universitarias. “Esta oración es por el respeto, la diversidad y el reconocimiento de que hay jóvenes que viven su identidad de género de otra manera. El sacerdote forma parte de la pastoral juvenil de la universidad y esta actividad también es una forma de responder a ese contexto de odio con un mensaje de acogida”, dice Rojas.

Desde la universidad esperan que esta instancia sea entendida no como una provocación, sino como una oportunidad de diálogo espiritual y humano. La propuesta, dicen, está en sintonía con su compromiso institucional de fomentar la equidad, el respeto y la dignidad de todas las personas.

“Este es un gesto simbólico, pero profundamente significativo. Nos invita a reflexionar sobre el rol que tienen las instituciones, incluso las de raíz religiosa, en la promoción de una sociedad más inclusiva”, concluye María Teresa Rojas.