Histórico

Confieso que he vivido

¿Ha cambiado el acercamiento al sexo en las generaciones más jóvenes? Doce personas entre 18 y 24 años hablan de sus primeras incursiones, sus expectativas y temores.

"Cuando perdí la virginidad no fue por amor ni con una pareja estable. En mi familia siempre me inculcaron lo contrario y era lo que yo esperaba realmente, pero simplemente no pasó así. Ocurrió en un carrete y con alcohol. Me sentí mal por eso un tiempo, pero ya no, aunque creo que me hubiese gustado tener un recuerdo más lindo de ese momento", dice Francisca (24, no es su verdadero nombre), estudiante de Ingeniería Comercial de la Universidad Federico Santa María.

"Fue a los 18 con un pololo con el que duré algo más de dos años", recuerda Javiera (22), alumna de la Universidad de Los Andes quien pidió reserva de su identidad. "Sentí que se me escapaba el tren porque todas mis amigas la habían perdido, pero también fue algo conversado. Fue una decisión superconsciente. Recién le di la pasada después de un año y medio juntos. Me demoré porque no tenía esa cultura de adolescente transgresor como mis compañeras que se metieron con hombres a los 16 o 17 años. Ellas sentían que  dejar de ser virgen era casi un trofeo".

"Nunca me sentí presionado por mis amigos porque no fui el último en iniciarme sexualmente", cuenta Diego (23), alumno de Ingeniería Civil de la Universidad Católica, quien pidió otro nombre. "Si todos lo hubiesen hecho y yo no, ahí me hubiese puesto nervioso. Creo que estuve en el promedio".

"Nunca he pololeado, entonces tenía dos opciones: o esperaba hasta encontrar a alguien con quien formar un vínculo emocional, cosa que era bastante difícil considerando que nunca me gustó nadie lo suficiente, o lanzarme al mundo de los encuentros casuales para no privarme de ese placer. Y eso" - recuerda la cineasta Rosario Espinosa (24)- "es lo que pasó".

"La virginidad tradicional la perdí a los 18", recuerda Martín Rojas, estudiante de Pedagogía en Español en la Universidad de Concepción (23). "Me dije que ya era momento de intentarlo y sucedió. Fue con un desconocido que ubiqué a través de internet. Si hubiese esperado una pareja estable para hacerlo con amor, sería virgen aún".

"En mi caso, ser virgen todavía", dice por su parte Josefina (23) estudiante de ingeniería en la UC, que pidió ser citada con otro nombre, "no tiene que ver con un tema religioso. Pololeo hace cinco años y pese al tiempo que llevamos juntos mi expectativa es mantenernos así todavía porque le damos un valor importantísimo al sexo. Es la mayor entrega que le puedes dar a la persona que quieres y con la que te proyectas. No es algo que nosotros tomemos a la ligera o una conversación que evitemos tener. Todo lo contrario, sí es un tema".

"La palabra virginidad", plantea Rosario, "siempre me ha causado incomodidad porque reducir la vida sexual, específicamente la femenina, a una experiencia con un pene es aterrador. Las lesbianas, por ejemplo, que no han estado con un hombre: ¿lo son? Esa visión del sexo en donde las cosas tienen que ser para meter y sacar me parece simplista, machista y fome".

"Es fácil que la calentura te haga olvidar que estás poniendo en riesgo tu bienestar. Por lo mismo", dice Macarena Ahumada (24), cientista política de la Universidad Católica, "me preocupan un montón las enfermedades de transmisión sexual. Obviamente, también me da miedo quedar embarazada, porque me siento muy inmadura para hacerme cargo de una nueva vida".

"A mí, en cambio, no me preocupa nada cuidarme de enfermedades, y sé que está mal. Doy por sentado", cuenta María Ignacia (22), alumna de Diseño de la Universidad Diego Portales, quien pidió aparecer con otro nombre, "que los tipos con los que me meto son limpios y han tenido parejas sin enfermedades. Mi primera preocupación es el embarazo. Pese a que uso pastillas, mi relajo llega al punto en que si me demoro un día en tomármela no me urjo tanto".

"Como hace varios años tengo una pareja estable, principalmente nos cuidamos con pastillas, los dos nos hemos hechos exámenes y sabemos que no tenemos enfermedades", dice Francisca, la estudiante de la U. Federico Santa María que habló al comienzo. "Eso sí, hace poco las dejé y empezamos a usar preservativo. Para nosotros siempre la protección va más por el lado de un embarazo no deseado".

"Hablar de esto me da demasiada vergüenza", confiesa Ángela (23, no es su verdadero nombre), quien está en Periodismo en la Universidad del Desarrollo. "Vengo de un mundo más conservador, en donde nuestros papás creen que seremos vírgenes hasta el matrimonio. Pero eso no es así. Del grupo de diez amigas que somos en la universidad, sólo una lo es todavía. Si bien era una meta antes, después empecé a darme cuenta que no tenía que haber involucrada una institución para poder vincularme sexualmente. Eso sí, no me meto con cualquiera tampoco ni mucho menos con un desconocido. Entre mis amigas y la familia el tema sexual sigue siendo tabú".

"Llevamos un año pololeando y no hemos conversado sobre tener relaciones sexuales. Para nosotros no es una opción y, por lo menos por ahora, no se nos hace difícil", dice Florencia (19) estudiante de la Universidad Católica, quien pidió reserva de identidad. "Mi familia es muy católica y en el colegio también me enseñaron a seguir esos valores.  No sé si hay que esperar hasta el matrimonio, pero sí hay que tener la convicción de que voy a pasar el resto de mi vida con él, y todavía soy chica para tener esa seguridad. Mis compañeras de colegio han tomado la misma opción que yo sobre el tema".

"Lo bueno, es que con mis papás hablamos siempre. Desde los condones hasta cuántos orgasmos son recomendables, lo que me ayuda a tener una sexualidad más responsable. Lo que más preocupa es dejar embarazada a mi polola. Como solo he tenido relaciones con parejas que conozco muy bien, no me dan miedo las enfermedades de transmisión sexual. Pero nunca nos hemos hecho un examen para saber si ella o yo estamos sanos, aunque deberíamos", cuenta Diego, el alumno de Ingeniería Civil.

"Con los hombres siempre uso condón", cuenta Javiera, la estudiante de la U. de Los Andes "pero con las mujeres nunca me he cuidado. Yo no siempre me relaciono con hombres o con mujeres, tengo etapas para todo eso y puedo sobrevivir sin relaciones por un tiempo. He tenido dos pololos y dos pololas, de hecho. No me siento de ninguna parte porque al final la sexualidad para mí no es solo el sexo. Al final, concluí que no soy nada. No me gustan las etiquetas y si tengo que llenar formularios, me salto esa parte porque me incomoda".

"Yo, en cambio, nunca he tenido experiencias gay", explica Rosario, la cineasta, "pero no es algo a lo que me cierro. La verdad no sé si es que me atrevería o si es que me negaría. Aún no logro respondérmelo".

"He mentido en el número de parejas sexuales", dice otra vez Francisca. "He tenido seis. Creo que ni siquiera son hartos, pero cuando empecé andar con mi pololo actual, le dije que sólo había estado con tres, aunque casi de inmediato me arrepentí por mentirle".

"Creo que los que se suben el número de parejas sexuales -que pasa mucho entre mis amigos-, lo hacen por autoestima. Yo, al menos, nunca lo he hecho", cuenta Luciano Santos (18), estudiante de Ingeniería en Informática en la Universidad Diego Portales. "Igual, mi experiencia no es mucha, ya que sólo he tenido una pareja sexual en mi vida. Para mí una relación de este tipo es muy importante por el grado de responsabilidad que implica".

"Tener sexo con desconocidos se ha dado en circunstancias de conocer hombres por internet para tener relaciones sexuales. Hay todo un submundo cibernético de aplicaciones y chats donde uno conoce gente para esos fines", asegura Martín.

"Para mí, el sexo es muy relevante en la pareja. Sólo he tenido con mis tres pololas, aunque si estuviera soltero, creo que no tendría problemas en hacerlo con mujeres que conozca. Nunca me he metido y no sé si lo haría, con alguien que conocí esa misma noche. Quizá si se diera el caso, mientras me cuide, creo que está todo bien", explica Jaime (23, no es su verdadero nombre) estudiante de Odontología de la Universidad Mayor y quien pidió resguardo de identidad.

"Si bien vivo mi sexualidad muy desinhibidamente respecto a la experimentación", asegura Javiera, la estudiante que explicó que ha tenido parejas hombres y mujeres,  "con el tiempo he aprendido que el sexo trae muchas cosas buenas, pero si es mal utilizado también trae cosas malas. Sobre todo con los hombres, que creo son un poco más canallas. Es rico hacerlo, pero si te pilla haciéndolo en un mal momento puede abrir heridas que tienes supercerradas. Por lo mismo ya no sé si soy capaz de meterme con alguien en un carrete. Prefiero irme antes para que no se dé esa instancia".

"Después de un tiempo de incursionar en el mundo sexual, puedo decir que me he arrepentido de tirarme gente casualmente por cómo han sido después conmigo, pero no por caña moral", confiesa María Ignacia,  estudiante de Diseño. "Lo que me ha tenido preocupada últimamente es que a veces me he sentido obligada a tener relaciones: me incomoda cuando mi pololo quiere hacerlo y yo no. Me da lata tener que pelear por eso. A veces lo he hecho sin ganas sólo para ahorrarme el cacho. Otras veces he sido más astuta y digo que me duele sólo para evitarlo".

"Nunca me han ni he forzado a tener sexo. Yo he insistido pero nunca obligado. Insistir en términos de 'ya poh, ¿y? Ya poh, ¿y?' pero  he aprendido a no hacerlo más", explica  Diego. "Mientras más insisto peor me va, es como matar pasiones verbalmente".

"Mis relaciones de una noche generalmente fueron en un contexto de carrete y copete. Eso sí, siempre estando consciente, pero es lógico que el copete desinhibe y te frenas menos para hacer las cosas. Algunas de esas  veces me arrepentí mucho al otro día", dice Francisca.

"Con el tiempo le he tomado mucho más valor al sexo y hay algo que me llama la atención: muchos", cuenta Javiera, "juran que cuando están con copete en el cuerpo u otras cosas deciden conscientemente sobre su relación sexual, y luego la catalogan abiertamente como sexo casual. Yo, por el contrario, creo que en el fondo no estás decidiendo conscientemente. Y ahí soy bien categórica: si quieres jugar a ser grande, tienes que jugar a serlo en todos los sentidos. Yo, que pasé esa etapa de la inmadurez, hoy prefiero hacerlo, aunque sea casual, sobria y cuidándome", dice Javiera.

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