Histórico

La anecdótica y controvertida historia del cigarrillo en Chile

Durante la Independencia el tabaco era considerado un insumo de primera necesidad, tanto que su ausencia motivaba quejas ante el propio O'Higgins.

"La provincia de Colchagua siente ya demasiado la falta de tabaco, polvillo y demás especies. Creo urgente que V.E. la provea a fin de evitar las privaciones al público y los perjuicios al Estado". Esta carta, escrita en marzo de 1817 por Manuel Rodríguez a Bernardo O'Higgins, quien era Director Supremo del país, da cuenta del rol que ha tenido el tabaco en distintos momentos de la historia chilena.

Sus orígenes se remontan al siglo XVIII. En esa época, al igual que hoy, el hábito de fumar estaba muy arraigado en la sociedad chilena. Era un vicio que cruzaba los distintos estratos sociales. Incluso, se dice que se fumaba más que en Perú y México y que lo hacían tanto hombres como mujeres. El tabaco era considerado un artículo de primera necesidad y un bien que reportaba grandes divisas a las arcas fiscales.

Mientras Chile estuvo bajo el alero de la corona española, sólo se tenía acceso al producto que era importado desde Cuba. Eso cambió en 1811, cuando la Junta de Gobierno autorizó el cultivo de la planta. No obstante, dada la importancia que esta actividad representaba para la economía, su manejo se restringió, pasando a manos del Estado y luego de privados que controlaron la compra y venta, lo que se conoció con el nombre de estanco.

LOS RIESGOS
Ya en esa época se alertaba sobre el daño que producía el cigarrillo en la salud. En 1867, Marcos Mena escribió un informe titulado "Los estragos del tabaco", que señalaba: "Tan malo es tragar humo de tabaco como tragar humo de paja o cualquier otra clase. El tabaco que es una planta medicinal i buena para heridas i otros usos es evidentemente nocivo usándolo convertido en humo (...) Los malos efectos no se limitan al sistema nervioso. En muchos casos se nota una disminución del apetito i el imperfecto estado de la dijestión se demuestra por el enflaquecimiento del cuerpo i el amarillento color de la tez" (SIC).

Pese a ello, la industria creció. A fines del siglo XIX se pasó del cigarrillo artesanal a un producto manufacturado. Se instalaron las primeras empresas tabacaleras en Valparaíso, Santiago e Iquique. Llegaron a existir cerca de 200 marcas de cigarrillos. Las primeras cajetillas se imprimieron en blanco y negro y a partir de 1880 se utilizó el color. Su forma era la misma de hoy, adaptable a cualquier bolsillo.

UNA MARCA PARA CUAL
El historiador y coleccionista Oscar Aedo, autor del libro "Las marcas de la historia" (que recopila cajetillas entre 1885 y 1972), afirma que en ellas se plasmaban los acontecimientos de la vida nacional. "Las cajetillas eran usadas para transmitir lo que pasaba en el país, un período de gran efervescencia económica, política y social", dice.

Así surgen marcas como "Por la Razón y por la Fuerza", que reflejaban el ánimo del país en medio de la Guerra del Pacífico. "Fresia", que representaba al pueblo mapuche. "El Sol" o "El Pampino", que graficaban la vida de los trabajadores. O más tarde, "La Belleza", "Cine" y "Opera", que destacaban los rostros de la farándula criolla. La preferencia por una u otra marca identificaba a las personas con un determinado grupo social.

UNA FUSIÓN
En medio de ese apogeo apareció la Compañía Chilena de Tabacos (1909), conocida hoy como Chiletabacos, que surgió de la fusión de las seis tabacaleras más grandes de Valparaíso. Detrás de este proyecto estaba el empresario español Fernando Rioja.

Se cuenta que Rioja puso avisos en los medios de prensa durante varios meses, donde se regalaban entradas gratuitas para una función en el Biógrafo Esmeralda a todas las personas que llegaran a la boletería con una cajetilla vacía de alguna de las marcas que comercializaba la empresa. Para acceder a palco tenían que llevar una caja de cigarrillos París o Mi Fama, y para galería, de Esmeralda. La competencia no resistió esta campaña y a las pocas semanas accedieron a la fusión. La empresa partió con un capital de $ 5 millones.

INTERNACIONALIZACIÓN
Esta unión no fue vista con buenos ojos por algunos sectores. En 1931, el político Juan Amo escribió el informe "La industria del tabaco en Chile", donde advirtió al Presidente Carlos Ibáñez los riesgos del monopolio del tabaco y criticó la ley de impuestos promulgada en 1913. "Fue tan favorable a la Compañía Chilena de Tabacos que parece que hubiera sido redactada en su beneficio".

En 1936 la compañía se fusionó con la British American Tobacco. Esta es la etapa en que la compañía se internacionaliza. Por esos años se lanza una publicidad en cuatro idiomas, donde se señala que el cigarrillo mentolado era bueno para el asma y la bronquitis.

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