La doble vida de los agentes encubiertos
Muchos efectivos de Carabineros y la PDI han cambiado su vida para infiltrarse en el mundo delictual. Un proceso que puede durar años.

¿Qué tienen en común un motoquero, un DJ profesional y un vagabundo? Que ninguno de ellos es lo que parecen ser. Son agentes policiales encubiertos, que adoptaron nuevos nombres y vidas para infiltrar organizaciones criminales y desbaratarlas. Desde dentro.
El uso de los agentes encubiertos que hoy se realiza para investigar delitos relacionados con la Ley de Drogas y la pornografía infantil, fue puesto en la palestra esta semana por los fiscales que indagan la serie de bombazos que se ha registrado en la capital. Según los persecutores, una de las dificultades que han debido enfrentar en estas indagaciones es que tienen pocas herramientas investigativas. Por esto, el Ministerio Público ha instado a que pueda usar las mismas figuras que permite la legislación para enfrentar el narcotráfico. Y en específico, los agentes encubiertos.
Esta táctica es usada tanto por Carabineros como por la PDI. Según fuentes policiales, la formación de un agente tarda, en promedio, dos años y es en las escuelas de formación donde oficiales fijan su atención en las características sociales y habilidades de los futuros encubiertos. La captación debe ser previa a que la comunidad los identifique como funcionarios policiales. Algunos, incluso, han tenido que simular su baja de la institución.
Posteriormente, son reclutados para someterse a un intenso entrenamiento, donde aprenden tácticas para mezclarse con delincuentes, reaccionar ante sospechas de su identidad, contactar y reclutar a informantes e, incluso, formar parte de peligrosas bandas. La entrega segura de información a través de "buzones" o "puntos muertos" son algunas de las formas en que los agentes dan a conocer informes reservados a sus superiores. Esos documentos pueden incluir datos tan sensibles como la orgánica de los grupos, su jerarquía y sus futuros planes.
Tras la preparación, viene la implementación del plan. Lo primero es establecer el objetivo a infiltrar. Acto seguido, se debe crear un nombre ficticio e inventar un historia de respaldo. La operación puede durar de seis meses hasta más de cinco años. Las identidades son manejadas con suma reserva por ambas policías.
Una de estas historias la protagoniza un detective, quien a comienzos de los 2000, tuvo que adoptar una nueva identidad por siete meses, con el objetivo de infiltrar a la agrupación de motoqueros llamada Hells Angels. Los detectives tenían información de que a una reunión que se iba a realizar en el norte de Chile asistirían integrantes de varios países de la región, entre ellos unos colombianos que, según el FBI, estaban coordinando un envío de droga a Europa.
El policía estuvo más de un mes investigando los aspectos de este grupo, tales como que los parches nunca los pegan arriba de materiales sintéticos o que no usan motocicletas originarias de Asia. El detective, que además tuvo que aprender a hacer trucos arriba de una moto, se inscribió en el evento, se infiltró en el grupo y llegó a los colombianos. Corroboró las sospechas e informó al FBI. El agente siempre andaba con un grupo de apoyo, en caso de que fuera descubierto.
Otro de los casos lo protagoniza un carabinero. En 2010, en pleno centro de Santiago, este agente se caracterizó como indigente para acercarse y recabar antecedentes de una banda dedicada al tráfico de drogas. Barba descuidada, pelo largo y ropa sucia eran parte del disfraz del encubierto. También su oficio: recolector de chatarra. De esta forma y tras meses de trabajo a la intemperie, logró recolectar información, audios y fotografías de los miembros del clan que, posteriormente, fueron detenidos. Para alejar a las personas y darle credibilidad a su personaje, incluso tuvo que actuar como una persona con sus facultades mentales perturbadas.
DJ Max usó la música para entrar al mundo del tráfico de drogas de diseño. Este pinchadiscos, que en realidad era un carabinero del OS-7, animó las fiestas de música electrónica en Pucón, entre 2002 y 2008. El policía tuvo que aprender cómo operar las mesas de sonido, conocer las bandas de moda e identificar los códigos de este tipo de fiestas.
Mientras duró su trabajo, en el día hacía patrullajes, pero siempre caracterizado. Incluso estuvo detenido cuando se hizo un allanamiento en uno de los festejos en que participaba. Sin embargo, en el cerrado círculo del tráfico de éxtasis y LSD, comenzó a llamar la atención que todos los operativos policiales ocurrían cuando Dj Max estaba presente. De esta forma, se terminó por descubrir la verdadera identidad del carabinero.
Esta figura también fue clave en 2011, cuando carabineros encubiertos colaboraron en la caída de René Sanabria, el jefe antidrogas de Bolivia y que, en paralelo, acordaba venta de cocaína. En esa ocasión, policías simularon ser narcotraficantes y acordaron la compra de 144 kilos de estupefacientes en un hotel de Arica. Esta cita fue videograbada y se usó como una de las pruebas para enjuiciar a Sanabria en EE.UU. Le dieron 14 años de prisión.
En la vida de los agentes secretos abundan los peligros. Mientras en la la Brigada Antinarcóticos de la PDI hay tres mártires tras ser descubiertos por bandas de traficantes, en Carabineros la cifra asciende a seis uniformados asesinados en acción.
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