Señor director:

En su columna de ayer, un sólido y generalmente acertado comentarista de este medio critica con toda razón la mala costumbre de no decir las cosas por su nombre, en relación a lo "que se ha vuelto característica de este gobierno" de usar palabras equívocas para denominar el estado de las cosas, y hacer creer que es mucho mejor de lo que es en la realidad. Y bajo el tenebroso título "En la garras de la comercialización", Oscar Landerretche llama a esto "la supremacía del marketing por sobre la realidad en lo público".

Pero resulta que aquí quien no nombra las cosas por su nombre es él y, en este caso, es una licencia no permisible en un economista. Marketing es toda acción que se realiza para facilitar el intercambio de productos, servicios e ideas entre el proveedor y el consumidor, por decirlo de la manera más simple. Lo reprobable es el mal uso de esta herramienta. Lo que sucede es que entre las acciones de marketing se encuentran las comunicaciones de marketing (lo que se dice, y cómo, del producto, servicio o idea), y si esto es engañoso, debe ser denunciado con firmeza.

Si en la comunicación existe deformación de la realidad, sólo quiere decir que estamos ante un mal uso del marketing. El marketing en sí mismo no puede ser reprochable.

Héctor Hermosilla E.
Ingeniero comercial, MBA