Alcances del primer cambio de gabinete



Tras poco más de cinco meses de gobierno, el Presidente de la República concretó su primer cambio de gabinete, reemplazando a los ministros de Educación y Cultura, más un enroque en Medio Ambiente. Se trata de un cambio acotado, sin tocar los sectores más estratégicos. Sin embargo, el que La Moneda se haya visto en la necesidad de realizar ajustes tan tempranamente sugiere que afloran debilidades de diseño que requieren ser abordados con prontitud.

Es evidente que los constantes tropiezos comunicacionales del exministro de Educación habían abandonado el terreno de la anécdota y comenzaron a repercutir negativamente en la imagen del gobierno, lo que hacía poco viable su continuidad. En el caso de la exministra de Cultura, parece evidente que tampoco había logrado desplegar una agenda activa en este campo, y ni logró sintonía con los partidos.

Estos dos cambios probablemente le darán al gobierno un respiro y bajarán una cierta ansiedad que se había desatado al interior de la propia coalición oficialista, ante el deterioro de los índices de aprobación según han estado mostrando distintos estudios de opinión, lo que lleva a que este cambio de gabinete no sea tan sorpresivo. Es temprano para aventurar cuánto de este desgaste -que en caso alguno podría considerarse como una crisis- se debe a fallas comunicacionales, y cuánto podría responder a problemas más estructurales. Parece un hecho, en todo caso, que el Presidente se vio en la necesidad de reaccionar porque parte de los cuestionamientos a su gestión apuntan a expectativas insatisfechas en el campo económico, donde si bien es evidente que se observan indicadores más auspiciosos que en el período previo -donde la economía se había estancado-, en materia de remuneraciones y empleos aún se observa un cierto rezago.

Se trata entonces de un problema de expectativas insatisfechas, y es allí donde el gobierno debe poner ahora su empeño. En el discurso que pronunció en La Moneda tras el cambio ministerial, el Presidente volvió a insistir en que una de sus prioridades más fundamentales era el crecimiento, la inversión y el empleo de calidad, manifestado su comprensión con la impaciencia que a ratos manifiesta la ciudadanía.

Este ajuste ministerial debe ser aprovechado entonces como una oportunidad para dejar de distraerse en temas comunicacionales y focalizar más claramente las prioridades del gobierno. Es un hecho que en el ámbito económico el solo advenimiento de un nuevo gobierno no bastará por sí solo para levantar las expectativas si ello no va acompañado de reformas que apunten a mejorar la productividad y crear un ambiente favorable a la inversión, con reglas estables, estructuras tributarias competitivas y un nuevo marco laboral que destrabe las rigideces que trajo la reforma laboral. En ese plano, el Presidente no se ha arriesgado a enviar los proyectos que prometió en campaña -allí está, por ejemplo, la rebaja a los impuestos corporativos-, y en cambio ha optado por impulsar otras medidas de corte más populista, como prohibir las bolsas plásticas, en vez de buscar recuperar las indispensables certezas que requiere la inversión. Allí está el verdadero desafío.

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