Opinión

Atado y bien atado

Nicolas Grau, Ministro de Hacienda Foto: Andres Perez Andres Perez

Para los legos, el primer indicio fue la ausencia de la glosa republicana en el proyecto de ley de presupuesto del 2026, el que deberá administrar el nuevo gobierno. Esta glosa es el monto de libre disposición que se deja desde los años 90 al nuevo presidente para que eche a andar sus prioridades. La débil Comisión Revisora del Gasto Público, creada para contener tal gasto cuando ya era evidente que estaba disparado, recomendó la eliminación de la glosa, pensando en que sería muy insuficiente para que un nuevo gobierno realmente pueda aplicar los énfasis de su programa; en tal caso, lo adecuado sería la facultad de reasignar un 10% del presupuesto total. No hace falta decir que un monto de esa magnitud significa alterar sustancialmente la propia ley de presupuesto. Pero esta recomendación, que era el mejor argumento del gobierno, quedó dinamitada porque su proyecto limita la reasignación a sólo un 1% del presupuesto, que es un poco más de lo que recibió de Piñera el Presidente Boric, esa vez como monto de libre disposición. De modo que la eliminación de la glosa quedó sin sustento intelectual y en su lugar se levantó otra presunción: que el gobierno saliente pretende arrojar sobre el próximo la responsabilidad de sacar dinero de otras partidas para conseguir el monto del 1%. En otras palabras, que tenga que perjudicar a alguien.

De ahí en más, las sospechas sobre la manipulación del presupuesto no han hecho más que crecer. La de presupuesto es la ley más difícil del año parlamentario. Todo ministro de Hacienda lo sabe. Y la peor es, por supuesto, la del año en que se elige a un nuevo gobierno. Eso también es sabido.

Pero no había ocurrido que, como sucedió el miércoles, la comisión mixta -Cámara y Senado- rechazara 24 de las partidas con que funciona el Estado, que en conjunto forman también la mayor parte del presupuesto. Al final, sólo se aprobaron las partidas del mismo Congreso, el Poder Judicial, el Servel y el Ministerio de Bienes Nacionales: un sarcasmo, como se mire.

La oposición tenía sospechas de que el gobierno intentaba apresurar la tramitación de la ley para evitar que sus primeros tramos coincidieran con las elecciones presidenciales y parlamentarias. Ahora, la negociación se retomará al día siguiente de ese torneo, cuando habrá concluido, por lo menos, la elección parlamentaria.

La discusión ya está envenenada. Hay elementos poco claros en el reajuste anual para los empleados públicos (aunque es del todo razonable que el ministro Grau no quiera revelar, antes de que se inicie la discusión, cuál es el monto reservado para ese fin), la forma de imputar los gastos del nuevo sistema de educación superior (si se aprueba), el monto real del gasto en personal, las cuentas no pagadas y así por delante.

Por el otro extremo, el de los ingresos, las sospechas son aún mayores: el gobierno sobreestimó en el 2024 lo que produciría la Ley de Cumplimiento Tributario, a pesar de la advertencia del FMI, que citaba la experiencia conocida. Esta caída hizo que el gobierno presionara a todos sus organismos -encabezados por el Servicio de Impuestos Internos- para que consiguiera más dinero, pero nada de eso impidió que finalmente se acudiera al endeudamiento. En ese caso trataba de salvar sus propias cuentas. ¿Qué está pasando con lo que serán cuentas ajenas?

De acuerdo con algunas estimaciones, la probabilidad de que en el 2026 la deuda supere el nivel prudente del 45% del PIB es igual a la de que no lo supere. Una moneda al aire.

La deuda fue la pesadilla de la economía chilena en los años 80. Su incremento presionaba al tipo de cambio, asfixiaba a las empresas, hacía crecer el desempleo y estrangulaba el presupuesto anual con altos intereses, que exigían continuas rondas de renegociación. Al final de este año, el país habrá gastado cerca del 1,5% del PIB sólo en el pago de intereses, una tendencia que irá creciendo hacia el 2030.

Para terminar de crispar el ambiente, el ministro Grau no tuvo mejor ocurrencia que decir que está disponible para un acuerdo “en la medida en que la visión mayoritaria de la oposición, que nos ha permitido lograr grandes avances en este gobierno (…), sea la que prime en el debate”. Un caramelo tóxico para Chile Vamos, justo los reproches con que lo han machacado sus adversarios de la derecha y que podrían hacerle perder la elección presidencial e incluso la parlamentaria.

Si el gobierno está cediendo a la tentación de tender cepos para que todo quede “atado y bien atado”, podría hipotecar su futuro por un tiempo más largo de lo que cree. Las trampas caracterizan a lo que la ciencia política llama “oposición desleal”, una forma de descompromiso con la democracia. La frase, dicho sea de paso, perteneció al generalísimo Francisco Franco.

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