Opinión

Columna de Diana Aurenque: ¿Solidarios e individualistas?

La discusión sobre el sistema de pensiones reactivó una vieja pregunta: ¿somos los chilenos solidarios o individualistas? Hay buenas razones para apoyar ambas; así, en vez de una disyunción es más correcto preguntar: “¿solidarios e individualistas?”. Pero ¿cómo entender esa tensión sin moralizar o ideologizar? La estrategia nietzscheana ofrece una vía interesante que permite pensar este asunto a partir de aquello material que sustenta a un país: el paisaje y el territorio.

Un país se constituye en relación con una geografía determinada que, de algún modo, influye en la personalidad de un pueblo. Chile es un país con una geografía insólita; con distancias extremas entre Norte, Centro y Sur, con múltiples valles, cordones montañosos, ríos, etc. Geográficamente hablando, somos una suerte de gran isla continental compuesta de numerosas pequeñas islas que apenas se comunican entre ellas. Aquí ya dimos con el germen de nuestro individualismo.

Y quizás es también por la fisonomía extravagante de nuestro país, donde los accesos y la ayuda ante una catástrofe no son fáciles, que se explica la solidaridad. En un incendio en el Valle de Cochiguaz, por ej., antes que bomberos o el Estado, llegan vecinos. La solidaridad se activa gracias a un grupo de WhatsApp y todos, dueños y no dueños de tierras, amigos y no tan amigos, se unen, toman palas y luchan contra el fuego.

¿Y en las ciudades? También ahí el paisaje configura identidad. Pero a diferencia de la geografía, los límites que nos separan son murallas, rejas y portones. También nos separan las calles vacías que, debido al miedo y la inseguridad, abandonamos. Nos volvimos individualistas domésticos y escasea esa solidaridad citadina de barrio que antes era tan típica.

No obstante, el paisaje en la capital también ha cambiado positivamente. La Plaza de la Ciudadanía está totalmente abierta y la ciudadanía comienza a habitar y disfrutar ese espacio público. Sobre todo, a sentirlo como propio -algo que la dictadura nos había quitado-. La recuperación de las fachadas del eje Alameda impulsada por el gobernador Orrego no solo sanea la ciudad, sino que la embellece, le devuelve su importancia estética y lo democratiza. Toda urbe debe poder contar con ese valor adicional para hacer de los espacios públicos lugares que inviten al encuentro y al disfrute. Poco a poco, se va generando un valor por lo público como algo que nos pertenece, a la vez que se van recuperando espacios por múltiples vías. Una de las más exitosas, sin duda, es la iniciativa Santiago Sinfónico, también impulsada por la gobernación regional y organizada por la Universidad de Chile, que con la obra Carmina Burana reunió a 15 mil personas en Maipú.

Solidario es quien está adherido a una causa común. Pero ya vimos que son los espacios los que nos reúnen -rurales o urbanos-. En Santiago, de a poco reaprendemos el valor del espacio público porque lo habitamos, lo disfrutamos y nos descubrimos ahí no solo como individuos, diversos y singulares, sino que adheridos al mismo espacio público -tuyo, mío y nuestro- que resguardar.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

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