Columna de Javiera Arce-Riffo: 40 horas: otra forma de hacer política



Tras ser promulgada por el Presidente Boric el pasado 14 de este mes, la Ley 21.561 de 40 horas laborales quedó finalmente estampada ayer en el Diario Oficial. Su publicación pone término a un trabajo que comenzó en medio de una discusión parlamentaria marcada por el desconocimiento y caricaturizaciones que, incluso, provocaron que por varios años se mantuviera la iniciativa en el congelador; para finalizar en un apoyo político transversal al momento de ser despachada por el Congreso clave de analizar.

La siesta iniciada en Valparaíso el 29 de enero de 2020, debido a la nula voluntad del gobierno anterior de patrocinar la moción, terminó bruscamente este año con el despliegue de un plan de sensibilización preparado por el Ministerio del Trabajo y Previsión Social, que incluyó, entre otros, información permanente sobre cómo esta modificación al Código del Trabajo se estaba construyendo mediante un análisis de derecho comparado, cuidando en todo momento no afectar negativamente la economía y el mercado laboral. Junto a ello, se creó la llamada mesa técnica por las 40 horas, en la que -según se informó- se recibieron a más de 200 organizaciones, sindicales, empresariales y entidades académicas, para considerar la diversidad de sectores productivos que existen en el país y, con ello, la realidad laboral.

Finalmente, el proyecto presentado por la hoy ministra Vallejo y la diputada Cariola, a pesar de indicaciones, logró poner límites a la agenda flexibilizadora proempresarial de alto impacto presentada por la actual oposición, manteniendo su objetivo inicial: permitir más tiempo de descanso efectivo, con responsabilidad económica (velando por proteger el empleo y las remuneraciones mediante la gradualidad en su implementación) y corresponsabilidad social, abriendo con ello una oportunidad para la redistribución equitativa de los cuidados, lo que debería fomentar la igualdad de género en el mundo del trabajo.

En suma, la seriedad del trabajo realizado en el Congreso Nacional nos lleva a pensar sobre cómo es posible superar la polarización de las élites políticas, logrando acuerdos para lo realmente importante, esto es, mejorar la calidad de vida de las familias chilenas; punto muy importante, sobre todo considerando los difíciles momentos por los que atraviesa la democracia particularmente en Chile, donde reinan los maximalismos de extremo a extremo, la irracionalidad del debate, la mediatización de la política e, incluso, una labor experta que no está dispuesta a ponerse al servicio de acuerdos políticos transversales en beneficio del país y su gente.

Nuestra democracia se reduce día a día ante la banalización y mezquindad de liderazgos populistas que siguen debilitando las instituciones. Es de esperar que la forma de hacer política que primó en torno a la Ley 40 horas se replique a futuro en la relación gobierno - oposición; el futuro de Chile depende de ello.

Por Javiera Arce-Riffo, Red de Politólogas

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