Columna de Pablo Ortúzar: Mapa del cerco sanitario

En su sesión 36 del pleno, el Consejo Constitucional vota la totalidad del texto de nueva propuesta de Constitución. La sesión fue realizada en la sala de sesiones de la Cámara de Diputados, sede Santiago.


Mucha de la oposición de centroizquierda a la propuesta constitucional nace de un temor honesto a asumir que José Antonio Kast represente una postura política legítima y popular, en vez de simplemente una visión extrema e insignificante, en proceso de desaparecer. Se aferran, entonces, a una nostalgia por los acuerdos de la transición, pensando que el rechazo al trabajo del Consejo podría hacer correr nuevamente las aguas hacia la moderación. Tal parece ser la expectativa, por ejemplo, de Jorge Correa Sutil. Esta es una versión concertacionista de la tesis del “cerco sanitario” en contra de la “ultraderecha”. Se pretende detener electoralmente la deriva autoritaria y sostener el centro todo lo posible.

El problema, sin embargo, es que los artífices de esta línea de defensa de la democracia de los acuerdos, con cuyas intenciones simpatizo, parecen estar usando mapas antiguos para pensar y tomar decisiones respecto de un territorio que, luego de la extenuante última década, es muy distinto a lo que era. El Frente Amplio y Republicanos forjaron su ascenso político de la misma forma: dejando a las posiciones de centro invertir su capital político en tomar decisiones difíciles, para beneficiarse doblemente de las consecuencias de esos acuerdos y de la libertad para criticarlos. Ambos lotes crecieron y se retroalimentaron coqueteando con sectores extremos y generando definiciones ambiguas que permitieran no hacerse responsables de ello.

En ambos casos, entonces, la renovación ha sido un negocio sucio, detenido sólo por el acceso a posiciones de poder y responsabilidad. Nadie puede seguir a la cochiguagua y haciéndose el lindo cuando está a cargo. Desde la segunda vuelta presidencial hasta ahora, todo el calvario de Gabriel Boric y sus amigos se ha tratado de eso: de tener que tragarse cucharada a cucharada toda la basura que arrojaron durante 10 años de estrellato político irresponsable. Y de verse obligados a asumir posturas en el mundo real, con consecuencias reales, en vez de arrancarse por las ramas mediante composiciones poéticas que dejaban felices a todos los lotes de su empresa política.

A José Antonio Kast le ha venido ocurriendo lo mismo desde hace un tiempo, lo que se agudizó con el proceso constitucional: su éxito lo ha obligado a decidir, y esas decisiones han desgranado el choclo. Ha debido moderar muchas de sus consignas campañeras y hacerse cargo de problemas incómodos para su lote, como la desigualdad social o la importancia de un Estado sano y presente. Por eso la propuesta constitucional actualmente sobre la mesa puede leerse de dos maneras: como un ejercicio de avance de las banderas de la derecha kastista, o como un ejercicio de concesión ideológica y política de esa derecha hacia posturas más moderadas. Estas dos líneas de lectura explican que tanto la izquierda dura como la derecha dura estén en contra del texto: ambos ven en él un avance de posturas que consideran ilegítimas y peligrosas. ¿Cómo se explica sino que Lautaro Carmona, Daniel Jadue y Daniel Stingo compartan espanto con Rojo Edwards, Teresa Marinovic e Iván Poduje?

La terrible verdad en esta nueva etapa de la política nacional parece ser que fijar los límites del “cerco sanitario” con los mapas de la transición sólo configuraría un territorio céntrico débil e indefendible. La batalla por la moderación no podría pelearse, entonces, dejando fuera a José Antonio Kast ni a Gabriel Boric, por dolorosa que sea esa conclusión, sino luchando por atraerlos hacia posturas responsables, en vez de dejarlos ceder y ser arrastrados por sus respectivos extremos.

Si esto es así, el triunfo de la propuesta constitucional debería ser visto, en términos políticos, como algo positivo por las fuerzas de centro, pues beneficiaría tanto a los sectores moderados del Frente Amplio como a los de republicanos. El Presidente Boric podría pasar a la historia como el partero de una nueva institucionalidad que deje atrás la de Pinochet y consagre el Estado social y democrático de derecho, y José Antonio Kast habría logrado dotar de una forma subsidiaria a ese Estado y avanzar algunas de sus agendas, pero en una versión balanceada, haciendo importantes concesiones en el camino.

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