Columna de Rodrigo González: Air, el triunfo de los vendedores de zapatillas

Foto: ANA CARBALLOSA

La película Air, de Ben Affleck, comienza realizando una explícita referencia a la distópica narración de George Orwell y es lógico pues su historia transcurre en 1984. Aquí habrá otra operación de marketing y creatividad que cambiará la historia comercial para siempre y Affleck muestra un gran ritmo para contarla de cabo a rabo, sin baches en el camino, esparciendo humor de manera inteligente y con la ayuda de un magnífico Matt Damon en el rol protagónico.



En el año 1984, la división de básquetbol de Nike estuvo a punto de cerrar por malas ventas. Los jugadores de la NBA usaban Converse y los raperos de Nueva York amaban Adidas, incluyendo una canción que le dedicó Run-D.M.C. Nike, en la otra esquina del espectro, era sólo el gran calzado del hombre blanco para correr en los suburbios.

Ese fue el año además en que Apple contrató al cineasta Ridley Scott para uno de los mejores avisos publicitarios de la historia. En sólo un minuto una atleta corre con un gran martillo mientras un grupo de robotizados trabajadores responde a un líder que los tiraniza desde una pantalla gigante. La referencia a la novela 1984 es evidente y la chica lanza el martillo contra la imagen del gran hermano. Es el recién introducido Macintosh contra IBM y ya sabemos quién ganó la guerra de los computadores portátiles.

La película Air, de Ben Affleck, comienza realizando una explícita referencia a la distópica narración de George Orwell y es lógico pues su historia transcurre en 1984. Aquí habrá otra operación de marketing y creatividad que cambiará la historia comercial para siempre y Affleck muestra un gran ritmo para contarla de cabo a rabo, sin baches en el camino, esparciendo humor de manera inteligente y con la ayuda de un magnífico Matt Damon en el rol protagónico. Se puede decir que Affleck, como Scott, sabe vender un producto, aunque se toma dos horas y no un minuto para hacerlo.

Damon interpreta a Sonny Vaccaro, el ejecutivo de Nike que ese mismo año se dedica quijotescamente a convencer a la naciente estrella del básquetbol Michael Jordan para que firme con ellos. Si lo hace, Nike salva su división de básquetbol. Si no, la cesantía y el despido de cientos de trabajadores son el paso siguiente de la historia.

La tarea es tan difícil como escalar un muro sin declive y las posibilidades de que Jordan acepte alguna oferta son 1 en 100: usa Adidas cuando juega y Converse cuando anda en la calle. Nike no significa nada para él. ¿Qué puede hacer Vaccaro para convencerlo? ¿Tal vez crearle un calzado que lleve su nombre y hasta su logo? ¿Apelar a la psicología y hablar con los padres del muchacho? ¿Darle parte de las ganancias por ventas?

Básicamente hace todo eso y mucho más. Es un hombre obsesivo, pero al mismo tiempo es simpático, no sólo un trabajólico sin norte ni alma. Esta película juega un poco en las mismas ligas: sabemos que es sólo un filme sobre unas zapatillas, pero es más que eso. De una manera sagaz, logra tocar algunas teclas oscuras del capitalismo corporativo, aunque nunca dejar de creer en él.

Ben Affleck as Phil Knight in ‘Air.’

La posibilidad de que todo el mundo se vaya a su casa con el sobre azul está ahí, a punto de ser derramada sobre la mesa. Después de todo, la vida no puede depender sólo de algunos iluminados con gracia como Vaccaro o el propio fundador de Nike, Phil Knight (interpretado por Ben Affleck), y, en ese sentido, el personaje del ejecutivo Rob Strasser (Jason Bateman) es el cable a tierra. Separado y con hijos que apenas ve el fin de semana, sólo busca cierta estabilidad para enfrentar el futuro.

Ese porvenir ya lo conocemos. Fue bueno para todos ellos, no tanto para Adidas y peor para Converse, que terminó absorbido por Nike. Ben Affleck cuenta acá la historia de los ganadores y lo hace con la inspiración del triunfo. Aunque sea momentáneo.

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