SEÑOR DIRECTOR

La consulta ciudadana en La Araucanía del fin de semana pasado invita a reflexionar sobre la democracia directa. La deslegitimación y creciente desafección de la ciudadanía respecto de la institucionalidad política, parcialmente explicadas por la desconexión entre representantes políticos y representados, traen como efecto natural que las personas quieran menos mediación y más incidencia directa en las decisiones que las atañen. Aunque existen varios mecanismos de democracia directa, me refiero acá a los plebiscitos.

Bajo ciertas condiciones y siendo conjugado con el sistema comprendido integralmente, los mecanismos plebiscitarios pueden ser útiles para resolver problemas de nuestra democracia representativa. Primero, los plebiscitos deben ser acotados territorialmente: la deliberación que ocurre entre representantes políticos se da escasa o nulamente entre representados de territorios distantes. Segundo, en línea con el nuevo informe de IES (Mecanismos de Democracia Directa y Nueva Constitución, 2021), ellos podrían ser vinculantes en tanto cumplan con porcentajes mínimos de participación, lo cual será más posible en tanto la decisión más afecte a sus habitantes (primer requisito). Tercero, deben ser limitados a materias específicas: es necesario evitar tanto el sometimiento de asuntos cuya aprobación conviene a las autoridades (por ejemplo, el cuarto retiro), como la presión excesiva a que se pueden ver expuestas por decidir sobre temas populares y facilistas, como la pena de muerte motivada por casos mediáticos.

Aunque en una sociedad de masas la democracia representativa es fundamental, para que ella funcione se requieren mecanismos que acerquen a las comunidades con sus representados. Por ejemplo, plebiscitos locales, acotados y con condiciones para su éxito pueden contribuir en esa dirección.

Cristián Stewart

Director ejecutivo de IdeaPaís