Democracia y seguridad pública
Es preocupante que la mayoría estime que un gobierno autoritario lo podría hacer mejor que una democracia en lo relativo al combate a la delincuencia. Ello puede ir creando un peligroso terreno fértil para las fórmulas populistas.
Un estudio elaborado por el Instituto de Investigación en Ciencias Sociales-Icso-UDP y Feedback Research, en colaboración con la Fundación Friedrich Ebert, que mide la relación entre democracia y seguridad pública, ha entregado conclusiones que ciertamente resultan preocupantes, en la medida que el 52% estima que un gobierno autoritario lo haría mejor en materia de delincuencia que una democracia. En ese mismo orden de cosas, el 59% está de acuerdo con invocar estados de excepción constitucional para restituir la seguridad, como el estado de sitio -el más drástico de todos-, sin bien la gran mayoría de los encuestados rechaza los aspectos que implica este último en la medida que afectara sus propias libertades personales.
Hay un aspecto que resulta valioso: excepto en materia de delincuencia, en todas las demás variables que mide el estudio la mayoría estima que la democracia lo haría mejor que un gobierno autoritario. El 66% declara que prefiere la democracia por sobre cualquier otro sistema. Sin embargo, no cabe duda de que cuando se percibe que la democracia no está siendo efectiva para lidiar con una variable tan central en la vida de las personas como es la seguridad, se abre una preocupante puerta para las corrientes populistas o iliberales, que ven allí un terreno fértil para sembrar la polarización o buscar granjearse el favor de la ciudadanía prometiendo fórmulas facilistas -”mano dura”, terminar con las “puertas giratorias” u otros eslóganes por el estilo-, que bajo determinadas circunstancias pueden llegar a ser muy efectivas para asegurar triunfos electorales.
Es un hecho que Chile vive una crisis de inseguridad y que la población lo percibe como el problema más acuciante que aqueja al país. El 68% declara sentirse insatisfecho o muy insatisfecho con el funcionamiento de la democracia, y aunque en dicho resultado pueden estar incidiendo una serie de factores, es probable que los niveles de temor inauditos que prevalecen en la ciudadanía -explicables ante la ola de asesinatos que nos sacude, una delincuencia cada vez más agresiva en sus métodos, una penetración a gran escala del crimen organizado y la falta de un mejor control de la inmigración- contribuyan a este resultado.
No debe sorprender entonces que la mayoría vea en métodos “extrainstitucionales” maneras más efectivas para combatir el delito, como por ejemplo la creación de grupos de mensajería; solo un tercio de los encuestados estima que es bastante eficaz llamar a Carabineros. Esto se correlaciona con otros estudios que consistentemente muestran una caída en la predisposición a denunciar los delitos, ante la poca confianza que existe en la acción del sistema judicial. El último estudio de Cadem arroja luces sobre ello: el 66% evalúa mal al Poder Judicial, y el 80% estima que no da confianza.
En Chile aún es posible ver una democracia que en lo fundamental sigue siendo sólida, pero señales como las que ha entregado este reciente estudio y otros, como el Centro de Estudios Públicos -donde aumenta la proporción de personas dispuestas a suprimir libertades públicas para controlar la delincuencia- reafirman la importancia de tomarse muy en serio la incapacidad para dar respuestas adecuadas al tema de la inseguridad.