Desigualdad educativa

01 DE MARZO 2021 / PUERTO MONTT Alumnos con mascarilla de Séptimo Básico del Colegio Pumahue participan de una clase presencial durante el inicio escolar presencial en Fase 2 de Transición por Covid-19 FOTO: CONSTANZO / AGENCIUNO

La mayor desigualdad en el ámbito educativo está hoy entre quienes tienen la posibilidad de asistir presencialmente a su establecimiento y aquellos que no. La escuela no es solo un espacio propicio para el aprendizaje, sino también permite sociabilizar, divertirse y en ocasiones brinda mayor seguridad que el propio barrio. Es increíble que algunos se nieguen todavía a reconocerlo, en especial, aquellos que en el último tiempo se han dedicado a denunciar injusticias y desigualdades sociales por los medios, pero que, frente a ésta tan evidente, callan. Es el caso de algunos alcaldes que han optado por mantener sus escuelas cerradas, a pesar de la abrumadora evidencia que sugiere lo contrario.

La semana pasada, apenas el 15% de los colegios municipales iniciaron sus actividades presenciales. Muy por debajo del 56% de los particulares subvencionados y del 73% de los pagados. Si esta brecha persiste, no sería raro que, de aquí a fin de año, aumente la cantidad de alumnos que se retira de la educación pública en busca de mejores perspectivas, tal como lo han venido haciendo en las últimas décadas. Hay familias que por sus circunstancias particulares no querrán o podrán enviar a sus hijos a clases, pero -tal como ha dicho el ministro de Educación- son ellas las que deben decidir y no está bien que ni siquiera se les ofrezca esa posibilidad.

Muchos creen que la desigualdad entre la educación pública y privada pasa principalmente por un tema de recursos, cuando en realidad no es así. De hecho, hoy los colegios particulares subvencionados se financian casi exclusivamente con los recursos de la subvención y no tienen acceso a la mayoría de los demás fondos que el Estado pone a disposición de los municipales. En cambio, la diferencia se encuentra en gran medida en el foco de su gestión, que se evidencia en decisiones como las que estamos viendo hoy. Mención aparte merece la actitud de algunos docentes que, tal como ha demostrado el presidente del gremio en las últimas semanas, parecen más preocupados de sus intereses que de alinearse por el bienestar de sus estudiantes. Aunque se trata de una minoría, el daño que éstos provocan a la educación pública es severo. Recordemos que solo en 2019 ésta ya perdió casi dos meses de clases -un 20% del año escolar- debido al prolongado paro de profesores y a los sucesos tras el 18 de octubre a los que ellos mismos se sumaron.

¿Qué podemos esperar si la situación no cambia? Según datos del Mineduc, hoy un 68% de quienes egresan del sector municipal accede a la educación superior en un plazo máximo de cinco años, versus el 80% de quienes egresan del sector particular subvencionado y el 95% del pagado. A nadie debiera extrañar si en unos años más esa distancia se amplía. En educación no hay milagros, sino buenas y malas decisiones. Esperemos que se corrija el rumbo y, si no, que el día de mañana no se quejen aquellos que hoy están dejando de hacer lo que está en sus manos para revertir ese injusto destino.

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