Por Margarita DucciEntre el calor y la coherencia: lo que se juega en Belém

Belém, con altísimas temperaturas, rodeada por el verde inmenso de la Amazonía, se volvió de pronto el lugar donde todos miran. No porque suene exótico ni porque tenga uno de los ríos más grandes del mundo, sino porque ahí se juega una pregunta bastante simple y a la vez incómoda: ¿de qué futuro estamos hablando cuando hablamos de clima?
Los gobiernos, las empresas y hasta los grandes fondos de inversión están llegando con una especie de prueba de consistencia. No basta con discursos ni con fotos plantando árboles. En Belém se espera que cada cual muestre si lo que dice coincide con lo que hace, y si su idea de desarrollo cabe dentro de un planeta que muestra signos de angustia.
La COP30 quiere ser recordada como la “COP de la implementación”, esa donde por fin se pasa del “tenemos que hacerlo” al “ya lo estamos haciendo”. La prensa internacional coincide en que el gran momento será la discusión sobre cómo aumentar y asegurar el financiamiento climático, especialmente para los países más vulnerables. La promesa de los 100 mil millones de dólares, tantas veces anunciada y tantas veces postergada, vuelve a escena, esta vez con la presión de mostrar resultados concretos.
Otro foco esperado es el de la Amazonía. No es casual que la cumbre se haga aquí. Los ojos estarán puestos estos días, en cómo los países amazónicos presenten planes de protección, restauración y desarrollo económico que no implique destruir el bosque. Brasil, que ha buscado recuperar liderazgo climático, llega con la misión de demostrar que la región puede ser parte de la solución y no solo del problema.
También habrá un fuerte empuje para discutir la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Aunque no todos están de acuerdo en el ritmo ni en la forma, el tema ya no se puede esquivar. Algunos medios anticipan que podría haber un primer marco global para asegurar que la transición energética sea más rápida, más ordenada y más justa.
Estos días en Belém con lluvias torrenciales cada día, se cruzarán números, promesas y estrategias, pero en el fondo la reunión tiene un tono más simple: cómo vivir bien sin seguir reventando los límites del planeta. Y ese desafío, por técnico que suene, al final es bastante humano.
Porque lo que se decide en esta ciudad amazónica no es algo lejano. Está en la forma en que las ciudades respiran, en la seguridad de los alimentos, en el precio de la energía, en los empleos que existirán mañana. Belém será por unos días el gran espejo donde todos los actores climáticos deberán mirarse sin filtros. Y ojalá, también, el punto de partida para mover la aguja de verdad.
Por Margarita Ducci, directora ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
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