¿Fin de la globalización?



Por Anil Sadarangani, director de Innovación UAndes

Una de las grandes inquietudes económicas del momento es si estamos asistiendo a un proceso de desglobalización. Las guerras comerciales que vimos entre Estados Unidos y China desde mitad del año pasado y la crisis del coronavirus invitan a dudar sobre la continuidad del sistema de comercio internacional y libre mercado que ha imperado hasta ahora. La dinámica de la globalización se ha interrumpido.

Un claro ejemplo son las acciones que el Presidente Donald Trump ha llevado a cabo desde que llegó a la Casa Blanca, quien ha adoptado una serie de decisiones que han puesto en tela de juicio el sistema económico mundial; el que facilitado los flujos comerciales, de personas y de información en las últimas tres décadas.

Por otro lado, la pandemia del coronavirus también ha contribuido a desestabilizar este sistema. Según el análisis de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), el costo de la crisis en el ingreso global podría llegar a los 2 billones de dólares, como una primera estimación, reconociendo que estamos cerca de una recesión global; mientras que el premio Nobel de Economía 2013, Robert Shiller, afirma que comparar la situación actual con la Gran Depresión de 1929 es posible.

Y los países de América Latina son los que corren con peor suerte. Brasil, Chile y Colombia están entre los más afectados por la devaluación de sus monedas en lo que va del año y aquellos que ya estaban en recesión, como Argentina, verán cómo se profundiza su situación ha explicado diversos expertos. Todo esto va a provocar que las empresas replanteen sus decisiones de inversión y aquellas que estaban pensando en la internacionalización van a poner pausa a sus planes.

Este proceso de desglobalización va a tener dos efectos. El primero es una menor eficiencia que conllevará un aumento de los costos, un incremento que, probablemente, se trasladará a los precios de productos y servicios que paga finalmente el consumidor.

El segundo, un cambio en las estrategias de las empresas, donde algunas adaptarán sus procesos a las nuevas demandas a través de la innovación. Como mencionó Charles Darwin en 1878, “no es el más fuerte o el más inteligente el que sobrevive, sino el que mejor se adapta”.

Frente a estas dos consecuencias, por qué no favorecer y apostar por la innovación abierta, creando capacidades regionales para enfrentar estos acontecimientos y no depender de proveedores del otro lado del mundo, con el objetivo de generar valor en toda la cadena productiva para trasladar esos beneficios a los consumidores.

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