
Jara contra sí misma
“Es evidente que hubo una suerte de todos contra Jara”, afirmó el diputado Tomás Hirsch, vocero de campaña de la candidata presidencial del oficialismo. Así formuló su evaluación del primer debate entre los ocho postulantes a La Moneda. No podía decir algo muy distinto: pocos han discutido la extendida conclusión de que Jeannette Jara tuvo la peor performance el miércoles pasado. Y su vocero, por cierto, tiene que salir a defenderla.
Sin embargo, la autocomplacencia es mala consejera en política. Que la hostilidad hacia Jeannette Jara haya sido real –basta recordar la fijación de MEO con su figura– no dice nada respecto de la calidad de su propia participación. El mal desempeño de la candidata no se debe a que fuera objeto de la mayoría de las interpelaciones –motivadas por su supuesto estatus de favorita, como dijo Bárbara Figueroa–, sino al hecho de que no supo responder a ellas. Y mal que mal, para eso son los debates. Jeannette Jara se vio incómoda, a la defensiva, evasiva y a ratos hostil. “No, ¿para qué?” afirmó cuando los periodistas le preguntaron si respondería a Johannes Kaiser su consulta sobre el costo que tendría el subsidio al empleo propuesto en su programa. No se trataba de un emplazamiento particularmente duro, que justificara el silencio despreciativo de Jara. Pero ella se mostró ofuscada y algo agresiva de más. Y ya sabemos: el que “se pica”, pierde. Evelyn Matthei hizo en cambio lo contrario: cuando Franco Parisi la interrogó por su “traición” a Piñera por el caso Kioto, reconoció haberse equivocado, relató su reconciliación con el expresidente y no se detuvo ni un momento a discutir con su adversario. Logró así ponerse por encima de la rencilla y dejar a Parisi en evidencia. A diferencia de Jara, Matthei fue la mejor evaluada del debate.
El mal desempeño de Jeannette Jara entonces excede con mucho lo que puedan haber hecho contra ella sus adversarios, y pasa más bien por los problemas estructurales que caracterizan su candidatura. La evolución de las encuestas en las últimas semanas y los ruidos y tensiones de su coalición son también reflejo de esos problemas. En alguna medida, Jara está en un lugar imposible, y en el peor momento. En medio de crisis que se han ido acumulando en materias que le quedan lejos a la izquierda y en particular al PC (migración, seguridad, economía), la exministra del Trabajo debe ofrecer respuestas que hace apenas un par de años atrás eran despreciadas por su entorno. No tiene entonces cómo sostener con credibilidad el tipo de liderazgo y propuestas que hoy demanda la ciudadanía. Por eso hace algunas semanas anunciaba que disminuiría su participación en debates, y por eso ahora al tener que estar en uno de ellos prefirió no responder a sus interpeladores. Porque arriesga todo el tiempo a parecer que encarna una farsa.
No sirve entonces la hipótesis del “todos contra Jara” para explicar sus dificultades; la causa central es más bien una suerte de tragedia: el hecho de que su propia historia (y la de su sector) le juega en contra. No le queda por lo mismo otra alternativa que sumirse en el silencio, en la victimización o la molestia. Pero nada de eso permite crecer. Y el problema es que en una carrera presidencial tan abierta y en un escenario tan volátil como este (y aquí valga la advertencia para todos) quien no crece, por lo general, cae.
Por Josefina Araos, investigadora del IES
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