
La solución final

Después de 658 días de bombardear Gaza hasta convertirla en una montaña de escombros; de desplazar a millones de personas desde sus casas para apiñarlos en campamentos, y luego atacar esos campamentos; después de demoler sus hogares, hospitales, escuelas e iglesias; de cometer asesinatos selectivos e indiscriminados, de matar desde el aire y desde ras de suelo, desde cerca y desde lejos; después de dejar a los prisioneros de la ratonera que es Gaza sin electricidad, sin medicamentos y sin combustible; de prohibirles entrar al mar (¡su mar!) para bañarse o para pescar, bajo pena de muerte; después de asesinar a niños y ancianos, a mujeres y hombres, a médicos y profesores, a periodistas y personal de ayuda humanitaria; de atacar por rutina, de mascarar por deporte, de despedazar porque sí; después -en suma- de 658 días de perpetrar una masacre espantosa, el régimen criminal de Netanyahu parece haber llegado a su solución final para el problema gazatí.
La Endlösung de Netanyahu es matarlos de hambre.
El genocidio palestino ha tomado la forma horripilante de la inanición. Netanyahu bloqueó la entrada de ayuda humanitaria al enclave, y puso a cargo a una “Fundación Humanitaria de Gaza”, respaldada por Israel y Estados Unidos.
La “Fundación” comenzó a operar el 27 de mayo, con supuestas entregas de ayuda que son una trampa mortal. Según la oficina de derechos humanos de las Naciones Unidas, desde entonces al menos 1.054 palestinos han sido asesinados por el ejército israelí mientras intentaban obtener comida.
La única elección que le queda a los palestinos es la de morir rápido bajo las balas, o lento con el cuerpo consumido por la desnutrición.
“El nivel de muerte y destrucción no tiene comparación en tiempos recientes”, dice el secretario general de las Naciones Unidas. “El hambre está tocando a cada puerta. La devastación se está acumulando sobre la devastación”.
Según el Programa Mundial de Alimentos, 900 mil niños pasan hambre, y 70 mil necesitan tratamiento urgente por desnutrición aguda.
“Se acabó el tiempo”, dice Scott Paul, de la organización humanitaria Oxfam. “Las familias sobreviven con una comida pobre en nutrientes cada día. En muchos casos, la gente pasa el día sin comer”.
Desde el comienzo de la masacre, van ya unos 60 mil muertos. Más de cien organizaciones humanitarias califican la situación como una “hambruna masiva”, que también afecta a médicos y personal humanitario.
“Estamos viendo a nuestros propios colegas y socios consumirse ante nuestros ojos”, señalan.
Un informe de CNN lo describe así:
“La sala de tratamiento para niños desnutridos en el Hospital Nasser está llena de bebés tan delgados que ya no parecen humanos. Los huesos de sus rostros, columnas y costillas sobresalen bajo la piel. Sus extremidades largas y delgadas apenas se mueven.
“Muchos están llorando, pero algunos están tan débiles que ni siquiera pueden hacerlo. Simplemente yacen en sus cunas o en colchones en el suelo y observan el mundo con ojos enormes en sus rostros demacrados. Varios tienen el abdomen hinchado, señal clara de desnutrición”.
Los habitantes de Gaza parecen “cadáveres andantes” dice el jefe de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos. “Los niños están demacrados, débiles y con alto riesgo de morir si no reciben el tratamiento que necesitan con urgencia”.
La muerte es cruel e intencional. Como en el Holocausto nazi, como el Holodomor estalinista, como en Srebrenica, como en Ruanda. Solo que este genocidio es imposible de ocultar; se perpetra en plena era de redes sociales y del mundo hiperconectado.
Pero no importa. Con nuestra capacidad de asombro superada por la velocidad de las redes, con nuestros sentidos insensibilizados ante tanto estímulo, el horror de la aniquilación de un pueblo es apenas otro ingrediente de nuestro menú del día.
Las imágenes van pasando: un video de niños esqueléticos tendidos en el piso de un campamento en Gaza, otro de las redadas contra los latinos en Estados Unidos, el estreno de Súperman, la guerra en Tailandia, el último meme de la kiss cam del concierto de Coldplay, un ataque con drones en Ucrania, y ahí pasa otro niño palestino hambriento, apretujado contra otros, el dolor en el rostro, una olla vacía en la mano clamando por ayuda.
El scroll sigue con algún efecto desastroso de la crisis climática (un tornado, un tifón, un incendio devastador). El nuevo deepfake que ha publicado Trump, un homenaje a Ozzy y sí, todavía otro niño palestino, esta vez ya muerto: sus ojos cerrados, su madre gritando desgarrada, tal vez el segundo o tercero de sus hijos en morir, tal vez el último de sus hermanos que aún sobrevivía en este infierno.
Y el scroll sigue. Netanyahu aparece en el podcast de Nelk Boys, un grupo de influencers populares entre los jóvenes trumpistas. Los presentadores, que suelen viralizar bromas de humor físico y conversar con figuras de las artes marciales, le preguntan al criminal a cargo de la hambruna por sus comidas favoritas. Netanyahu se reconoce “fanático de la comida chatarra”.
Relajado, a sus anchas, el genocida en jefe rememora sus primeros viajes a Estados Unidos junto a su esposa. “¿Saben lo primero que hacíamos? Ir a McDonald’s. Y para ser honesto, a Burger King. Me gusta más Burger King."
Los influencers, que han dejado pasar toda su propaganda acerca de la matanza en Gaza, por primera vez lo contradicen. “Esa es tu peor opinión”, le dice uno de ellos.
El tema de la comida anima la conversación. “Cuando el presidente Trump vino a Israel, trajimos un gran chef, y nos hizo una cena de siete platos. La cena más larga que he tenido. Y en esta vajilla muy elegante, trajo una hamburguesa. Miré a Trump y él me miró a mí. Al fin teníamos lo que queríamos. Tuvimos nuestra hamburguesa”.
Un genocida bromeando sobre comida mientras mata de hambre a un pueblo entero. Una anécdota sobre cenas de siete platos mientras ordena que miles de niños se vayan consumiendo en una muerte lenta por inanición, día a día.
Un sujeto que tiene asegurado su lugar en la historia universal de la infamia ,a la diestra de Hitler, Stalin y Pol Pot, cortejado por un par de ignorantes, ante una audiencia de millones.
Bienvenidos a 2025. El año en que la solución final para exterminar a un pueblo entero se nos vende como un producto de consumo más, premiado con likes y arropado por las sonrisas de los influencers.
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