Opinión

Mentiras verdaderas

Foto: Andrés Pérez Andres Perez

En política, la verdad no grita: resiste. Y la mentira, cuando encuentra un buen titular, corre más rápido que los hechos. En estas semanas vimos dos escenas que anticipan el tono de la campaña. Jeannette Jara, interpelada por su propuesta de nacionalizar el cobre y el litio en primarias, lo negó con firmeza. Horas después, los documentos la desmintieron. Lo mismo con los retiros de las AFP: los promovió cuando convenía y hoy pretende borrar a la Jeanette Jara del pasado.

En paralelo, José Antonio Kast dijo algo elemental en democracia presidencial: que el Ejecutivo debe usar las facultades que la ley y la Constitución le entregan para hacer cumplir las normas y administrar el Estado. Un medio lo convirtió en otra cosa: “gobernar por decreto”, como si hubiese anunciado un salto autoritario. Titular perfecto para el algoritmo, pésimo para la verdad. Kast habló de potestad reglamentaria, de aplicar sanciones existentes y de gestionar sin excusas, algo que este gobierno incompetente y mediocre, no ha hecho.

Ahí está el contraste que importa: Jara niega lo que escribió y defendió —cobre, litio, retiros—; Kast afirma lo que corresponde a su rol —gobernar con la ley en la mano— y lo tergiversan. No es semántica. El país necesita liderazgo que reconozca los datos aunque incomoden: que diga que los retiros dañaron los ahorros y encarecieron la vida; que asuma que subir impuestos sin crecimiento destruye empleo; que se atreva a ordenar el Estado usando las herramientas existentes, bajo control de Contraloría y tribunales.

Esta será una campaña dura, tres veces peor que la pasada. Vendrán las etiquetas de siempre: “ultra”, “autoritarismo”, “fake news”. Vendrán ediciones convenientes, recortes fuera de contexto, columnas y mensajes indignados escritas antes de leer el documento completo. Habrá intentos por instalar que decir la verdad —aunque sea impopular— es una amenaza, y que negar lo que se dijo ayer es un gesto de moderación. Cuando flaquean las ideas, crece la tentación de fabricar infamias.

Pero hay una diferencia respecto de otros años: la gente no se la va a comprar. Los chilenos ya vivieron cuatro años de promesas que se desmoronan al primer choque con la realidad. Aprendieron a distinguir el titular inflamado del dato duro, la pose del resultado. Saben que nacionalizar por consigna espanta inversión y empleo, y que los retiros no fueron una “ayuda”, sino un anticipo de su propia vejez. Y también saben que hacer cumplir la ley no es autoritarismo: es responsabilidad.

Por eso, cada vez que aparezca un escándalo prefabricado, conviene aplicar una prueba simple. Uno: ¿hubo cambio de opinión encubierto como rectificación? Dos: ¿el titular calza con la cita completa? Tres: ¿hay datos verificables o solo adjetivos? Si la respuesta es obvia, pase de largo. Esta elección no se decide en el ruido, sino en el carácter: en quién dice la verdad aunque duela, y en quién necesita maquillarla para sobrevivir un día más en campaña.

Chile no está para otra temporada de montaje. Está para recuperar la seriedad. Y la seriedad empieza por llamar a las cosas por su nombre: cuando Jara niega, miente; cuando a Kast lo tergiversan, mienten de nuevo. La diferencia es que ahora los ciudadanos ya aprendieron a mirar dos veces antes de creer una sola vez.

Por Cristián Valenzuela, abogado.

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