Nuevas alianzas

"Para sortear las barreras ideológicas y la necesidad de bajar los ímpetus en nuestra conversación, los mismos autores plantean que se requiere una mayor cooperación que corte transversalmente las divisiones establecidas; mientras más, mejor".



“Cuando discrepas de mí, hermano, lejos de ofenderme, me enriqueces”, declaraba de Saint-Exupéry. Qué iluso suena hoy en estos lados con lo inusual que se ha vuelto disentir sin indignarse frente a la opinión contraria, particularmente en política.

Algunos investigadores y psicólogos han intentado explicarlo desde la ciencia. “En lo que concierne a nuestros cerebros, la afiliación política aparece más como una membresía a una pandilla que como una postura filosófica desapasionada, al punto de que nuestro cerebro cree que una persona de un partido opositor es siempre un enemigo de cuidado”, afirma David Pietraszewski en una entrevista de UCSB.

Sus estudios explican que desde nuestros orígenes, los seres humanos hemos desarrollado un sistema de defensa llamado “mecanismo de detección de alianzas”, que nos ha servido para advertir con quién cooperar y con quién competir, incluso antes de cualquier interacción explícita. Este mecanismo permite detectar los indicadores más confiables para intuir las lealtades y formas de vida de una persona, como alguna vez lo fueron las vestimentas tribales, los símbolos, y las razas. El estudio argumenta que la ideología puede ser un moderno mecanismo de alerta, tan intenso que explicaría en parte nuestra indisposición para la colaboración y el diálogo.

Para sortear las barreras ideológicas y la necesidad de bajar los ímpetus en nuestra conversación, los mismos autores plantean que se requiere una mayor cooperación que corte transversalmente las divisiones establecidas; mientras más, mejor. Lo anterior coincide con un lugar común de la sociología moderna: entre más cruces e interconexiones haya entre los integrantes y redes de un ecosistema, más saludable y sostenible será.

La alta fragmentación de nuestro espectro político y social ha causado un daño importante a la calidad de nuestra convivencia, que requiere atención de urgencia. Más y mejores alianzas transversales- por la probidad, la ciencia, por el respeto, el diálogo, por la sustentabilidad, por nombrar solo unas cuantas- podrían ayudar a aislar la violencia, vulgaridad y oscurantismo, que a ratos tienen secuestrada la discusión nacional. Establecer nuevas alianzas nos ayudarían también a ejercitar nuestra propia objetividad, particularmente, con los de nuestras propias “pandillas”. Y podrían no solo enriquecer nuestra política, sino que salvarla y enaltecerla.

Tienen más sentido que nunca las iniciativas como 3xi, #PorElDialogo, Imperative 21, Reactivación Sostenible, Tenemos que Hablar de Chile, entre otras. Esta última dio a conocer algunas claves con respecto a la percepción del presente y anhelos para el futuro de Chile: fragilidad, desconfianza, resiliencia; empatía, diversidad, cambio y esperanza. Más y mejores alianzas, nos permitarán profundizar en nuestro sueño de país, destrabar posiciones y que la ideología sea una- pero no la única, ni la más importante- de las lógicas para colaborar.

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