Opinión

Pelosi y su arriesgada aventura asiática

ANN WANG

Por Paulina Astroza, Universidad de Concepción

Martes 2 de agosto. La tensión mundial sube. Las dudas sobre la visita de Nancy Pelosi a Taiwán continúan siendo un enigma. No anunciada oficialmente esta escala en Taipei, pero filtrada por los medios días antes, había provocado la ira de China y las amenazas para que esta no se realizara. Las cámaras de televisión y los distintos medios informan minuto a minuto el flujo de los aviones en torno a la isla y los movimientos militares chinos. Los rumores aumentan y el arribo parece inminente. Cerca de las 22:00 hrs. local, vemos bajar del avión una Nancy Pelosi radiante, vital, relajada y enfundada en un traje de dos piezas rosado. Había desafiado las peticiones de su correligionario demócrata, el Presidente Joe Biden. También había hecho oídos sordos a las claras amenazas de Beijing. Cumplía, una vez más, con uno de los que ha sido un sello político de su carrera: el apoyo a Taiwán y la crítica directa al régimen de China.

Pero, ¿quién es Nancy Pelosi y por qué viajó a Taiwán? Política demócrata, actual presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, 82 años, y una larga trayectoria en la historia política de su país. Solo conociendo su perfil y siendo la tercera autoridad del Estado tras el Presidente Biden y la vicepresidenta Harris, podemos asimilar la importancia de este viaje y las consecuencias mediatas e inmediatas que provocó. Para muchos, la mujer más poderosa de la superpotencia, fue criada en una familia italiana y representa el establishment del Partido Demócrata. Luchadora implacable contra la violación de derechos humanos en China, en 1991 desplegó en plena Plaza de Tianamen un lienzo recordando a las víctimas del régimen chino en 1989. También es conocida por sus encuentros con el Dalai Lama, lo que ha enfadado a China. En la época de Trump, se destacó por liderar el juicio político o impeachment al entonces polémico Presidente Republicano, así como su inolvidable aplauso a pocos centímetros de la cara de Trump que se convirtió rápidamente en gif en redes sociales. Por tanto, esta visita vino a coronar una historia de férrea oposición a China sin aquilatar las consecuencias que podría provocar ante el complejo escenario internacional.

Este viaje es polémico por varios motivos:

1. Desde la revolución de Mao Zedong, en 1989, las fuerzas nacionalistas de Chang Kai Chek (Kuomintang) se replegaron a la isla de Taiwán desde donde pretendieron ser el representante de la República de China. En principio, Estados Unidos y las potencias occidentales siguieron reconociendo al gobierno del Taipei como el representante de China. Sin embargo, en 1979, en la ONU se decide definitivamente reconocer a la República Popular China como el Estado y representante legítimo en la ONU y pasar a ocupar el asiento permanente en el Consejo de Seguridad.

2. Ser una sola China. Ese es el interés vital del régimen de la República Popular en sus relaciones tanto con la isla como con la comunidad internacional. Esto significa que, para el régimen chino, Taiwán es parte de su soberanía, negando la posibilidad a los 23 millones de habitantes taiwaneses, la gran mayoría nacionalista, de declarar su independencia. Estados Unidos no quiere cambiar el status quo y reconoce a Taiwán como parte de China, pero exige que en la isla se respete su autonomía y sistema democrático con el que no cuenta China. Es por esta razón que el viaje de Pelosi vino a incomodar a la administración Biden y a enfurecer a Xi Jinping.

3. Más allá de la alta tensión durante las horas de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, China ha adoptado una serie de medidas contra la isla que van de amenazas militares a la prohibición de exportación de ciertos productos. Si bien no pensamos que este vaya a ser el inicio de un conflicto bélico -seguramente de ello hablaron Biden con Xi Jinping días antes-, las relaciones diplomáticas se complicaron al punto que China llamó en consultas a su embajador en Estados Unidos. Las tensiones en el Mar de China, la disputa del estrecho de Taiwán y las diferencias políticas entre Taiwán y China, podrán escalar sin llegar a un enfrentamiento militar. Algunos dudan que China vaya a tomar el ejemplo de Putin con Ucrania, pero, al parecer, no estaría en los planes del régimen.

¿Y ahora qué? Con Biden, lo más probable es que nada. Y si en su lugar siguiera Trump, por ejemplo, la única diferencia sería que de seguro la felicitaría por su coraje de haber ido a enfrentar los órdagos de China. Después de todo, muchos representantes republicanos -así como demócratas- apoyan la firmeza ante el gigante asiático. El status quo se mantendría; el principio de “una sola China” seguiría rigiendo las relaciones entre Estados Unidos y China; y, en la práctica, no tendría más efecto que unos cuantos tuits incendiarios del expresidente (pero, para eso, la red del pajarito tendría que aceptarlo de vuelta).

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